Los medios de comunicación de la derecha siempre han tratado de hacernos creer que son los únicos objetivos e imparciales al presentar la realidad de los hechos que acontecen aquí y en el mundo. Pero sólo propalan su modelo de vida o de sociedad como la única posible, situación que se agrava en períodos de elecciones.Esto sí es una limitación grave a la libertad de expresión.
Los dueños de esos medios niegan toda visión política o ideológica unilateral. Pero las caldeadas elecciones presidenciales en Estados Unidos han derribado esta retórica. Hace pocos días, el conservador diario USA Today dio el golpe a la cátedra al anunciar públicamente su apoyo a la candidatura de Hillary Clinton para presidenta de la nación, en abierta oposición a Trump, su candidato natural.
Lo siguieron varios otros diarios tradicionalmente republicanos y CNN hace rato que lo hizo. Es decir, se acabó la imparcialidad hipócrita que ostentaban... pero no el apoyo al sector que representan, ya que nadie espera de Clinton cambios mayores en la sociedad norteamericana.
Por eso quienes no estamos en ese grupo privilegiado del 1 % como se le designa internacionalmente, reclamamos por la ausencia de otros modelos de vida en el sistema de medios. Necesitamos diversidad y pluralismo, algo que los Estados debieran promover, afirma Edison Lanza, Relator de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La hegemonía casi total de la prensa, medios audiovisuales y electrónicos por la derecha, es la patología que con el nombre de Concentración Mediática invade nuestro continente. En Chile, la prensa la sufre en un 75 % y la televisión abierta, en un 89 %.
Son cifras entregadas por estudiosos del fenómeno en un seminario internacional sobre el tema realizado recientemente en Santiago, convocado por Observacom (Observatorio Latinoamericano de Regulación, Medios y Convergencia) y el Colegio de Periodistas.
Entre las presentaciones de varios países, sobresale un estudio dirigido por el argentino Guillermo Mastrini, docente de la Universidad de Buenos Aires, donde con cuadros estadísticos demuestra cuán concentrados están la prensa escrita, los medios audiovisuales (radio y televisión), las telecomunicaciones (telefonía fija y móvil) e internet en cinco países: Argentina, Perú, Chile, Colombia y México. En todos ellos, la concentración de la propiedad de los medios superaba el 90 %. En telefonía fija, la mayor está en Argentina y México. En la móvil, Chile lleva la delantera, como también en TV cable o TV de pago.
Cuando llegó la TV digital se esperaba que con la apertura del espectro radioeléctrico donde nacen los canales, entrarían nuevos operadores con distintas propuestas, lográndose la ansiada diversidad y pluralismo. Pero no fue así y el sistema televisivo continúa cerrado, pese a largas discusiones pre-legislativas y legislativas.
Al menos sirvieron para generar una legislación medianamente acorde a estos postulados, al reservarse un 40 % del espectro a voces comunitarias. Pero pasa el tiempo y siguen los mismos antiguos operadores gestionando sus canales con su visión única que casualmente apoya el modelo político y económico que nos tiene convertidos en uno de los países más desiguales del mundo.
Si alguno todavía se pregunta ingenuamente por qué esta situación no cambia, simplemente porque hay una colusión entre el poder de los medios y el poder político/económico, que se apoyan mutuamente porque tienen los mismos protagonistas.
Y también, porque aún cuando hubiera autoridades conscientes de la enfermedad de Concentración Mediática que sufrimos, se hace poco o nada para atacarla. Los malpensados dicen que actúan así porque desde el momento en que se alzaran contra los poderosos medios, su foto no aparecería más en ellos, lo que es fundamental para mantenerse en el mundo de la política.
Los bien pensados creemos que aquellos dispuestos a atacar esta patología no saben muy bien por dónde hincarle el diente, ya que son muchos los frentes posibles: por ejemplo, en la distribución de frecuencias radioeléctricas en el caso de la radio, de licencias radioeléctricas en televisión, o del avisaje estatal en la prensa… y para complicar las cosas, hoy se requiere de altos conocimientos tecnológicos para conocer cómo funcionan los medios electrónicos y entrar en la discusión.
Tal vez la Ley de Defensa de la Libre Competencia aplicada a los medios -como una vez sugirió el Presidente Aylwin al comienzo de la transición democrática - podría medir cuán concentrados están desde el punto de vista económico o tecnológico y algo se podría avanzar. Pero los indicadores para medir el pluralismo y la diversidad, que es el resultado que se espera en la gestión de los medios, aún no están oficialmente establecidos.
Por el momento, la regulación estatal puede producir un mejor equilibrio entre los operadores y sus producciones. Sería mejor aún si fuera acompañada de políticas públicas activas que permitan desconcentrar el sistema de medios.
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