Asumió apenas el 20 de enero pasado y, desde entonces, el vendaval Trump no ha dado respiro. En una carrera frenética de decisiones que copan los medios a diario, ahora el polémico gobernante apuntó a los periodistas.
Con el poco convincente mensaje de la portavoz de gobierno Karoline Leavitt de "devolverle el poder a la gente", anunció que será el equipo de prensa de la Casa Blanca el que determinará qué periodistas pueden cubrir al mandatario, algo que históricamente recaía en la Asociación de Corresponsales. Se argumenta que se busca "modernizar" al grupo de comunicadores, haciéndolo "más inclusivo", algo difícil de creer cuando se observa la historia de desencuentros y enfrentamientos entre Trump y los medios.
La medida no sorprende, ya que se conoce que la desinformación usada por Trump es parte de su estrategia para mantenerse en el poder. Una prensa libre y crítica dejaría rápidamente al descubierto cualquier información falsa y eso, en estos tiempos, resulta intolerable para alguien como el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Censurar a la prensa es de los peores golpes que se le puede dar a la democracia. El tema es preocupante, ya que revela las verdaderas intenciones del presidente norteamericano. Restringir las voces disidentes y por consiguiente la libertad de expresión es, además de un atentado a la Constitución de Estados Unidos, un peligroso paso hacia un gobierno autocrático.
La Primera Enmienda establece: "El Congreso no hará ninguna ley [...] que coarte la libertad de expresión o de la prensa". Sin embargo, con esta medida, Trump no solo desafía este principio, sino que también erosiona la confianza en el periodismo independiente al intentar convertir la sala de prensa de la Casa Blanca en un espacio donde solo se permita la presencia de medios afines a su administración
Restringir o suprimir a la prensa es siempre la primera medida de aquellos que no creen en la democracia. Venezuela, Cuba, China o Corea del Norte son claros ejemplos. Allí, el periodismo como tal, no existe. Solo hay medios oficiales cuya información es parcial y dirigida.
En las democracias, la prensa es justamente el contrapeso necesario para controlar un gobierno. La transparencia de ésta garantiza que, en la sociedad, se respeten las leyes y la Constitución. Restringir eso, es entregar la narrativa a los seguidores y acallar a los que no lo comparten.
Francis Fukuyama, en su libro Political Order and Political Decay, advierte que "una democracia moderna y funcional depende no solo de elecciones regulares, sino de instituciones fuertes y una sociedad civil capaz de fiscalizar el poder". La prensa libre es precisamente una de esas instituciones clave que permite la rendición de cuentas y la transparencia de los gobiernos frente a aquellos que los eligieron.
La información es el arma más poderosa contra la corrupción y el abuso de poder. Permitir que un gobierno determine qué periodistas pueden hacer su trabajo no solo socava la Primera Enmienda, sino que también acerca a Estados Unidos a un modelo de gobernanza donde la transparencia es un lujo, en lugar de un derecho.
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