A medida que avanzamos hacia una era digital con una fuerte injerencia de las redes sociales, cobra relevancia analizar el papel que desempeñan los influencers en la configuración de nuestras interacciones y percepciones en línea. Con cerca de 50 millones de personas en todo el mundo dedicadas a la creación de contenido y una notable concentración en Chile, es crucial abordar la responsabilidad ética que recae sobre ellos y las marcas que representan.
Su presencia traspasa fronteras geográficas, impactando a audiencias globales con un importante nivel de confianza y apego de parte de sus seguidores. En medio de esta estrecha relación, la autorregulación, la transparencia y la ética publicitaria, se alzan como valiosas guías para definir la delgada línea entre el contenido patrocinado y genuino. De esta manera, se vuelve primordial el compromiso con la autenticidad, transparencia y principios éticos en todas sus colaboraciones.
La implementación de buenas prácticas para guiar su trabajo es una medida necesaria, ya que es una forma válida de hacer publicidad. El Código Chileno de Ética Publicitaria establece lineamientos respecto de la identidad de cada campaña.
En complemento, también se cuenta con una circular orientadora del Sernac. Ambas guías aseguran la correcta aplicación del contenido generado y emitido por influenciadores, donde muchos de ellos ya se han adherido con convicción. Estoy convencida que a través de estas normas establecidas podremos garantizar un entorno seguro y confiable para todos los usuarios expuestos a este tipo de información en línea, prácticamente, en forma ininterrumpida.
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