Renovarse o morir

Verónica Rabb
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Largas y extenuantes jornadas de trabajo que no son retribuidas, precarias condiciones laborales, polifuncionalidad no recompensada en los ingresos, profesionales que se ven obligados a desempeñarse en otras áreas que no se vinculan a lo que estudiaron.

Este es el panorama que se le presenta hoy al periodista, al que por estos días le pilla de sorpresa el inicio de una huelga por parte de los trabajadores de Radio Bío-Bío, movilización que, para la presidenta del Colegio de Periodistas, Margarita Pastene ‘debiera ser el comienzo para terminar definitivamente con la precariedad laboral que afecta a la mayoría de los periodistas en los medios de comunicación en nuestro país’.

En menos de un mes hemos visto lo que no hemos visto en años en dos medios distintos. Protesta de los periodistas de El Mercurio por inserto pagado por sesenta personas para defender el golpe y trabajadores de Radio Bío-Bío inician una huelga legal con tres demandas principales: justas compensaciones por transmisiones especiales, días administrativos y más descanso.

Un medio de comunicación escrito y otro radial, que por razones distintas - una política y la otra sindical, si es que no son la misma cosa -, han roto el silencio y levantado la voz del gremio como fuerza organizada.

De lo anterior, dos preguntas.

La primera, ¿un aliento para creer que la organización gremial sí se puede transformar en una herramienta útil al servicio de la dignidad de nuestro trabajo, y en defensa de nuestros derechos como trabajadores? Todo parece indicar que sí.

Mientras escribo estas líneas diversas organizaciones, federaciones, sindicatos de medios de comunicación, parlamentarios y comunicadores han respaldado las peticiones de los trabajadores de radio Bío-Bío.

Leo incluso que diputados que integran la Bancada por las 40 horas se reunieron con los trabajadores de la emisora y acordaron levantar una mesa de trabajo para evaluar una modificación del artículo 22 del Código del Trabajo, que permite para regular horarios de periodistas de tal manera de conciliar la vida laboral con la familiar.

Importante apoyo si pensamos que esta es una profesión sin horario: sabes cuándo empiezas, pero nunca sabes cuándo te vas a casa.

La segunda pregunta:,¿son necesarios los periodistas? Sí. Soy una convencida que el periodismo es un instrumento capaz de formar ciudadanos.

El periodismo aporta contexto, comprobación y ofrece información, no la mera noticia.

El periodismo sirve para investigar, para denunciar, para hablar y no tolerar cosas que no se pueden tolerar en una sociedad, como lo han hecho con el caso reciente de Salaberry, por ejemplo.

Pero ojo. Aplicar la autocrítica resulta saludable. Hemos sido los mismos periodistas los que hemos permitido que la precariedad sea una constante en nuestro ejercicio profesional, junto con bajos salarios, falta total de horarios y otras problemáticas cotidianas.

En general, los periodistas son mal informados, insisten en lugares comunes, se van a lo básico, hacen la misma pregunta más de una vez, pero sin dar a entender que a la primera no se respondió, es como el aquel periodista deportivo de la TVN ochentera que ponía un micrófono a un cansado futbolista y le decía "sus impresiones del partido". Y el futbolista hablaba sin parar ¿se acuerdan?

El Colegio de Periodistas, una organización gremial que fuera protagonista de la recuperación de la democracia y la lucha por la libertad de expresión y que tiene a su haber numerosas víctimas de esas luchas, hoy se encuentra falto de actividad y de capa caída.

Parece hibernar al no salir de su guarida, incapaz por dejación de todos nosotros, de ser una herramienta activa en la defensa de nuestra dignidad como trabajadores y como profesionales.

Más allá de quedarnos en el lamento, no me gustaría concluir esta columna con una declaración de intenciones o con alguna frase manoseada de autoayuda del tipo "la felicidad está en ti" o "si quieres puedes" y así superar que éste no es el mejor tiempo para celebrar nuestra profesión, pero sí invitar a tomar posición.

La ciudadanía es cada vez más exigente con los contenidos, más mediática y digitalizada por lo que no se puede seguir haciendo periodismo como hace veinte años.

Y aquí sí, permítanme terminar estas líneas con el clásico y rotundo dilema de renovarse o morir. 

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