Tiempos difíciles

Verónica Rabb
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Lo que pasa a mi alrededor siempre me ha interesado más que mirarme el ombligo. Por eso elegí ser periodista, con sus luces y sombras como toda obra humana y colectiva. Han pasado los años y con más de 20 en la profesión, lo que hoy escucho y leo a diario más que deprimirme, me cabrea. Cabrea que algunos/as crean que los periodistas no dormimos y que estamos abiertos las 24 horas de día, que no hay problema en que se nos pague una miseria y que por esa paga tengamos que hacer magia sacando de la chistera cosas imposibles. Que somos desechables y que nuestro trabajo lo puede hacer cualquiera. Bueno, me gustaría decirle algo a cada uno de ellos, pero se me acaba la columna y me quedan palabras todavía.

Y si al final nada de esto te gusta, siempre te pueden despedir a mitad o a final de mes. El estudio independiente realizado por los periodistas Daniel Avendaño y César Solís titulado "Registro de Despidos en Medios de Comunicación de Chile" logra confirmar que, desde enero del 2018 a la fecha, más de 2 mil trabajadoras y trabajadores han sido desvinculados. Y con el estallido social y la pandemia por Covid-19, la situación no ha hecho más que agudizarse.

Ya en 2017, la VI Encuesta Estado del Periodismo Nacional, desarrollada por la Universidad Alberto Hurtado (UAH), daba cuenta que el 58% de los periodistas consultados consideraba que el modelo de negocio no permitía financiar un buen periodismo, que el 65% creía que las condiciones de trabajo eran inestables y que un 85% decía que las remuneraciones no eran adecuadas para las tareas que realizaban. Desde entonces, el panorama no ha cambiado, o al menos no para mejor, y las y los trabajadores de los medios viven a diario con incertidumbre, pues han sido ellos los más afectados en cada reestructuración empresarial. La tendencia es clara: la incertidumbre y precarización laboral han aumentado.

Ustedes se preguntarán si todo lo escrito en estas líneas me ha ocurrido a mí. Pues no últimamente, pero sí a muchos amigos/as y colegas en general que me han contado éstas y otras historias increíbles, todas tristes y rabiosas.

Las y los periodistas somos necesarios en todo momento. No somos desechables. La información no se devela sola, sino que hay que buscarla y eso requiere tiempo, energía y un criterio ejercitado a diario, contra el tiempo y presionado por la realidad.

No sé cuál será la solución a esta crisis que viene hace rato. No lo sé. No sé si una ley de medios o algún estatuto que de una vez por todas ayude a superar estas prácticas que debilitan nuestro oficio y transforman al periodismo en una suerte de periodismo domesticado. Ya sé que estamos viviendo tiempos difíciles, convulsionados y que a nadie le gusta leer cosas tristes o rabiosas, pero voy a terminar con unos versos bonitos de Gonzalo Rojas que no se me pueden quitar de la cabeza desde hace unos días.

Un aire, un aire, un aire/un aire, un aire nuevo: no para respirarlo/sino para vivirlo.

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