4S: Un gobierno inmovilizado

La directora del diario El País de España ha dicho que el resultado del reciente plebiscito de salida "ha sido un aterrizaje en la realidad". El Presidente Boric, por su parte, se consideró un "adelantado", justificando el resultado a partir de un desfase temporal entre la proposición de cambios y la disposición de la sociedad chilena a aceptarlos. Con todo, hay cierto consenso en cuanto a que el desenlace final del proceso constituyente pareciera responder a múltiples factores, y por lo mismo debemos evitar sacar conclusiones -ojalá lecciones- apresuradas o antojadizas.

Partamos por lo medular: las cifras. De haber obtenido más de 56 puntos favorables de diferencia en el plebiscito de entrada, el Apruebo -transcurridos menos de 24 meses- acabó el proceso obteniendo más de 23 puntos negativos de diferencia respecto del Rechazo. Un cambio de tendencia brutal, difícil de imaginar y complejo de explicar, especialmente considerando el poco margen de tiempo transcurrido entre ambos hitos.

Ahora bien -y guardando las proporciones del caso- pareciera que este es un fenómeno nada nuevo en nuestra historia electoral reciente. Basta recordar la mayoría abrumadora con que Michelle Bachelet asumió su segunda presidencia luego de un razonable primer gobierno de Sebastián Piñera; o el holgado margen con que este último llegó cuatro años después a ganar el balotaje de cara a su segunda administración; y luego el aplastante resultado del plebiscito de entrada en favor del Apruebo. El electorado chileno pareciera estar, de un tiempo a esta parte, dando muestras de una elocuente docilidad a la alternancia política, con flexibilidad y sabiduría, premiando cuando corresponde premiar, y castigando sin tapujos cuando la satisfacción de las expectativas no ha estado a la altura.

Ello muestra, entre muchas otras cosas, una capacidad de reacción del electorado chileno que habla muy bien de nuestra democracia y hace muy poco predecibles -a la vez que esperanzadores- los procesos que estén por venir.

Constatado lo anterior, dentro de las causas del desenlace pareciera haber una especialmente importante: el desempeño personal y profesional exhibido por los convencionales. La vertiginosa forma en que fueron perdiendo la confianza ciudadana es igual o más impresionante que los resultados electorales plebiscitarios. Se enfrentaron a una ciudadanía que se siente cada vez más empoderada y es cada vez más exigente respecto de una clase política que parece desconectada de la realidad y ocupada de atender exclusivamente sus propios intereses. Y mérito dieron de sobra. Paralelamente, este mismo fenómeno se ha hecho presente en gran parte de los tropiezos que ha sufrido la actual administración del Presidente Boric. Las performances del embajador Velasco dan cuenta de ello. A estas alturas, cuesta entender su permanencia en el cargo: su amistad con el Presidente, sus fotos comiendo langosta o poses inadecuadas en un auto institucional ciertamente no contribuyen a dar señales en la dirección correcta.

Pero la consecuencia más significativa de este desenlace es sin duda el mal pie en que queda el Gobierno de cara a sus más de tres años restantes de administración. El amplio margen de la derrota final es especialmente importante si consideramos que el sometimiento del borrador constitucional a un referéndum era, a fin de cuentas, un plebiscito sobre el programa de gobierno de Apruebo Dignidad. Si alguna duda había al respecto, el ministro Jackson se encargó de disiparla al afirmar que, de triunfar el Rechazo, difícilmente podrían llevarse a cabo todas las reformas comprometidas por la actual administración.

Y, transcurridas ya algunas semana desde el triunfo del Rechazo, pareciera ser que el Presidente se encuentra inmovilizado frente a esa realidad. Sepan ellos la forma en que podrán dar explicaciones a la ciudadanía por haber estado cuatro años en el gobierno sin hacer nada, sobre todo luego de tanto tiempo reclamando soberbia y vehementemente la necesidad de tenerlos a ellos al mando para que Chile pueda ver la luz.

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