Acuerdo laboral, porqué es necesario

Marzo es el mes en que debiera despacharse desde el parlamento, el proyecto de ley que moderniza el sistema de relaciones laborales (conocido como reforma laboral). Es verdad, no se dieron las condiciones para que pudiera aprobarse durante el mes de enero, como era del interés de todos los incúmbentes.

Diferencias al interior de la Nueva Mayoría impidieron esta aprobación, diferencias que se evidenciaron en el Senado, no sólo entre un partido y otro, sino que también al interior de cada  partido.

En estas circunstancias han surgido voces - varias a decir verdad- que han señalado que se proceda a votar y que se configuren las mayorías que cada disposición en debate construya en la sala del Senado, en el tercer trámite en la Cámara y en una eventual comisión mixta.

Hay algunos que no tenemos esa convicción y que nos parece que allanar el camino para un acuerdo al interior del bloque es, no solo deseable, sino que necesario.

No se trata de argumentar que las grandes reformas, y esta es una de ellas, requieren amplias bases de apoyo  social y político que le den sustento en el tiempo y que permitan sus perfeccionamientos futuros.

No se trata de argumentar que llegar a acuerdos es un fin en si mismo y sobrevalorar los consensos. No se trata de impedir que se fijen posiciones, que se establezcan identidades, que se den  mayorías y minorías, que opere la democracia. No se trata de eso.

Tampoco se trata de hacer demostraciones de fidelidades corporativas, por muy legítimas que estas sean. Y menos aún, de fijar opinión menospreciando la importancia que tiene para los trabajadores la reforma en discusión y los avances que ya se han logrado.

En la Cámara de Diputados se hizo un importante esfuerzo de unidad y se aprobó la reforma en sintonía con el Ejecutivo. La Nueva Mayora impuso su rol, cada uno hizo su aporte, resignando legítimas e históricas aspiraciones tras el propósito común de ofrecer al Senado un buen acuerdo. Así se hizo y ello le consta al Ejecutivo.

La derecha nos anunció, tanto a través de sus voceros políticos como sus voceros gremiales, que en el Senado se “arreglaba la reforma”. Espero que no sea éste el fondo de las discrepancias.

Sin embargo, existe una mejor razón para el acuerdo.

La Nueva Mayoría aspira a seguir conduciendo el país y el entendimiento entre el centro y la izquierda, que es el sustrato sobre la que se construye esta alternativa de gobierno, sigue más vigente que nunca. Todos los actores, frases más frases menos, han reiterado esta voluntad política e incluso en los debates más agrios, tal voluntad se ha impuesto.

El entendimiento entre el centro y la izquierda, único acuerdo que da gobierno de mayoría a Chile, requiere la capacidad de resolver su diversidad internamente y transformar estas diferencias en propósitos y acciones comunes. Una coalición o un acuerdo político que no es capaz de procesar  sus diferencias, más aún cuando gobierna el país, ofrece pocas opciones de futuro.

Tampoco  habla bien del Gobierno que, reconociendo estas diferencias, no tenga la condición de establecer un mecanismo que las procese y proponga  una solución del diferendo. Más aún preocupante es cuando algunas voces indican que sea el Tribunal Constitucional quién resuelva tales opciones y que las diferencias políticas y programáticas sean resueltas por la vía jurisdiccional. Esta sería una renuncia inaceptable.

Construir un acuerdo, además de intentar mejorar el proyecto en aquellos asuntos que admiten legítimos puntos de vistas diferentes, tiene como objetivo mostrar al país un bloque capaz de ponerse en sintonías con la demanda de dar buen gobierno, lo que presupone un actuar unívoco respecto de las grandes transformaciones que intenta la Presidenta. Construir este acuerdo es un desafío político al que no podemos renunciar ni podemos  eludir.

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