Aspirantes a cola de león

El regreso del hijo pródigo. Hay una cierta dignidad en cambiar de posición política cuando el final de una competencia se ve aún lejano. Las razones para dar este paso pueden ser muchas, pero lo que se debe reconocer es que se produce cuando la finalidad es influir en un resultado que se ve como incierto. Se trata de hacer una apuesta en un ambiente caracterizado por la incertidumbre.

Hay quienes han dado este paso desde la centroizquierda hasta la derecha y más allá. Se entiende por qué lo hacen. Son personas que, en su tiempo, fueron atraídas por líderes destacados de un centro político fuerte. Sin saberlo, eran rebeldes de derecha que rompieron un cerco político y social debido a un foco de atracción que los cautivaba. Debilitado el centro, desaparecidas las figuras icónicas, se encontraron con que estaban en un grupo con tendencias más izquierdistas que las propias.

De cierta forma, han quedado huérfanos y como su comunidad partidaria de referencia ha ido perdiendo cohesión a lo largo del tiempo, por estar conducidos más por administradores que por líderes, deciden dar el salto. Se inclinan a la derecha y, al no encontrar una baranda que los contenga, se salen del borde y llegan a un lugar en el que se sienten más cómodos. La estadía fuera pudo ser muy larga, pero de todas formas han regresado al hogar. Entiéndase bien, no tienen por qué renegar de lo que han hecho en el pasado y siguen recordándolo con nostalgia, pero han perdido las ilusiones de la juventud y lo que les queda es la defensa de posiciones sensatas, correctas y un tanto opacas.

Se puede evaluar de muchas maneras esta evolución, pero corresponde a un sinceramiento, con pérdidas indudables, pero sinceramiento al fin. La nota característica de quienes "regresan a casa" es que tiene la necesidad de justificar su viraje sobre la base de la consistencia permanente de sus planteamientos. En eso tienen mucha razón. Sus planteamientos no han cambiado mucho, es solo que ahora no se adaptan a un consenso mayor progresista.

Su tema no parte ni se basa en criticar a quienes han compartido con ellos la mayor parte de su vida política. Ocurre que las conclusiones a las que llegan para aplicarlas al Chile de hoy difieren y ya no encuentran motivo para ceder a favor de un acuerdo dentro de un sector que ha dejado de convencerlos. Lo que predomina en la convicción de tener diferencias importantes, no la agresividad con la que hablan.

La mala conciencia

Los que se van sin dar un portazo puede que no regresen al punto de partida, sin embargo, nada en principio impide una confluencia futura, porque lo que siempre han querido es que sus puntos de vista se tomen en cuenta, lo que no ocurre cuando los proyectos se empequeñecen y los liderazgos predominantes no producen la integración de los diversos.

Pero los que cambian de posición a pocos días de la segunda vuelta son harina de otro costal. Lo que explica su giro no es una evolución personal, sino una derrota colectiva. No es un paso que se da con libertad, sino un salto que se da escapando de un incendio. Los que se mueven por convicción tienen más de una alternativa al frente, los que ya no pueden quedarse en donde están, ni pueden emprender el regreso, solo les queda seguir por el camino que ya tomaron.

No es que decidan una estrategia política, sino que la estrategia los ha estado esperando desde un comienzo para cuando no quedara otro camino disponible. En momentos como éste lo más importante suele ser el mantener la apariencia de compostura cuando se está en completa indigencia. No son huérfanos, son náufragos que quieren pasar por nadadores en alta mar, pero que no logran engañar a nadie, ni menos a ellos mismos. Aún entonces se puede hacer un distingo. Algunos pueden llegar a esta situación buscando la coherencia en medio de una situación convulsa. Con estas personas el diálogo siempre será fecundo. Mientras que otros han asumido apuestas fallidas en la que los principios no han jugado ningún papel importante.

En estas ocasiones se puede identificar a los políticos orientados a tener poder por sobre ninguna otra consideración. La búsqueda de la oportunidad para mantener influencia y reconocimiento es el único hilo conductor que explica su conducta. Para estas personas las posturas ideológicas son trajes que se usan según la moda y ocasión. Lo que importa no es lo que dicen sino que siempre aparenta ser lo que les conviene. No tienen fondo, tienen intereses.

Los que acusan a los demás de tener sus defectos

Al final, son como los vampiros, que cuando se les mira en el espejo no se ven porque tendrán colmillos, chuparán sangre, pero no están vivos. Se puede entender el alejamiento de un partido por diferencias políticas, pero la salida de un amplio sector progresista es otra cosa. Para pretextar justificarlo hay que encontrar una diferencia insalvable que simule explicar la ruptura permanente de todo tipo de relaciones mantenidas por largo tiempo.

Hoy todo parece justificarse por las diferencias ocasionadas por el tema constitucional, que ya es parte del pasado. No es suficiente. En la centroizquierda hubo posturas variadas al respecto y la adhesión incondicional al texto fue minoritaria. Se pudo diferir sin romper, pero no fue ese el camino escogido. Por eso la ruptura con el bloque completo resulta más una opción escogida que una alternativa inevitable. La ausencia de matices en el juicio con los socios de ayer no se justifica. Con todo, de las descalificaciones cruzadas nada se obtiene.

Así hemos llegado a este punto. Movimientos que nacieron para congregar una mayoría hacia el centro, con aspiraciones de cabeza de león, terminaron en el otro extremo del mismo animal. La profusión de palabras no cambia este hecho. El camino escogido los llevó a la desaparición o a la sobrevivencia en calidad de apéndice, lo que tiene el valor que se le quiera dar, pero que los aleja definitivamente de la historia principal del país.

Hay quien explica su acción citando a Patricio Aylwin, quien proclamaba la necesidad del "encuentro de los contrarios", pero la idea del expresidente se refería a la valentía de aproximarse al que piensa distinto pensando en el bien común del país, no a la debilidad de dimitir de lo que se es y convertirse en el contrario. A estas personas no los convenció Kast, sino la posición de Kast en las encuestas y no hay forma de ocultar que siempre se definieron en política a mucha distancia de lo que representa republicanos. Son de una sola línea: el camino zigzagueante.

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