Carabineros y el "alma de Chile"

Fernando Astudillo Becerra

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Nuevamente la deliberación política del general Yáñez pone el tema de Carabineros en la palestra. Parece que en la institución no ha habido un mea culpa respecto de todos los errores y horrores que ha cometido en el ejercicio abusivo de la fuerza en el restablecimiento del (des)orden.

Con ocasión del terrible crimen de tres carabineros en Cañete, el general director, pronto a ser formalizado por omisión en casos de violaciones a los derechos humanos, nos dice que: "Carabineros es el alma de Chile".

Fue el cardenal Raúl Silva Henríquez, quien a inicios de la dictadura, concretamente en la homilía del 18 de septiembre de 1974 frente a Augusto José Ramón habló del "alma de Chile", señaló que son tres los pilares fundamentales de esta: "El primado de la libertad, sobre toda forma de opresión; el primado del derecho, sobre toda forma de arbitrariedad y anarquía; y el primado de la fe, sobre toda forma de idolatría". Posteriormente, el 18 de Septiembre de 1981, retoma las ideas matrices citando su propia homilía de 1974.

Se comprenderá que no existe ninguna cercanía entre el discurso del general Yáñez y del cardenal Raúl Silva Henríquez, este último un emblema de la defensa de los derechos humanos, y que valerosamente en sus homilías, anuncia que la patria la hacemos todos/as, en respeto por nuestra historia y por nuestras distintas visiones de mundo, sobre los tres pilares recién descrito.

Los crímenes de Cañete no solo son repudiables por su crueldad, sino que también por la forma como tan alevoso crimen ha sido instrumentalizado por ciertos sectores sociales y políticos para intentar imponer su visión totalitaria de la sociedad.

Aclaremos que: No hay duda de la importancia fundamental de la policía en la sociedad, pero siempre sobre la base de principios materiales de democracia así se dará cumplimiento a un derecho humano central, la seguridad, para la construcción de un estado en verdadero orden y verdadera paz. No como guardián de un modelo solo para algunos.

Tampoco hay dudas que cualquier muerte violenta, de civiles o de policías, no puede aceptarse. La convivencia violenta nunca será deseable, ni querida, ni resolverá los graves problemas sociales. Hay que validar el accionar de la policía en la persecución del delito, pero con una muy importante consideración: Ello no significa, ni significará, ¡nunca! validar a una policía violadora de los derechos humanos, arbitraria y que su accionar la convierte en una fuerza castigadora, que protege un modelo social de dominación y de negación de una verdadera libertad; no respetuosa, ni responsable de cumplir con su deber constitucional de garantizar los derechos fundamentales de todas/os los/as chilenos/as y que no se escapa a los controles de la democracia.

Por lo que resulta falaz el argumento, tan manido por la derecha política y económica, que hay que prestar un respaldo ciego a la institución de Carabineros, que no prestárselo la debilita y que virtualmente quienes la criticamos somos poco menos que cómplices de la criminalidad.

La razón por la cual no es posible dar un respaldo ciego a Carabineros tiene que ver –justamente- con que se olvidaron del "alma de Chile" y un ejemplo de ellos son las sistemáticas violaciones, de esta institución, a los derechos humanos.

1) Desde su fundación ha participado en diversas matanzas en contra de la población civil, por ejemplo: la masacre de Ranquil en 1934, donde se estima que asesinaron a 500 campesinos y mapuche (dejando cientos de heridos); la del Seguro Obrero de 1938, asesinaron a 59 personas; la de la Plaza Bulnes de 1948, asesinaron a 6 personas; y la de Puerto Montt de 1969, donde asesinaron a 11 personas (entre ellos una guagua de 11 meses), dejando 70 heridos.

2) A esto, se suma su activa participación, durante la dictadura de Pinochet, como agente violador de derechos humanos.

3) Antes de la revuelta social, de octubre de 2019, el derecho internacional, a través del Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas, conforme a los datos del sexto informe, en sus sesiones de agosto de 2018 N° 1678 y 1679, señaló que desde 2010 hasta mediados de 2015 se investigaron 732 casos de presunto uso excesivo de la fuerza por parte de Carabineros de Chile, de los que 392 fueron derivados a la justicia y 137 castigados disciplinariamente. Además, en 2017 se impusieron sanciones disciplinarias a 34 funcionarios de esta institución.

El comité no recibió información detallada sobre el resultado de las investigaciones relativas a actos de violencia sexual policial contra mujeres y niñas durante protestas estudiantiles ocurridos en el período objeto de examen. De acuerdo con la información proporcionada, entre enero de 2009 y mayo de 2018, antes de la revuelta social, se abrieron 1.042 causas judiciales por actos de tortura o malos tratos.

4) La muestra más reciente es la represión ejercida durante la revuelta social del 18 de octubre de 2019, la cual dejó, según el Reporte General de Datos sobre Violaciones a los Derechos Humanos del INDH, entre el 17 de octubre y el 13 de marzo de 2020 un saldo de 11.412 personas detenidas en comisarías; 3.838 personas heridas, el uso de armas de fuego por parte de Carabineros dejó a 460 personas con heridas oculares. En cuanto a víctimas en acciones judiciales: 1234 personas sufrieron tortura y tratos degradantes; 282 personas sufrieron tortura con violencia sexual; y 34 personas sufrieron homicidio frustrado.

5) Otro ejemplo es la muerte en abril de 2024, en un calabozo de la comisaría de Cauquenes, del joven Erick Apablaza por los brutales golpes recibidos al momento de su detención.

Por todo ello Carabineros requiere una pronta, mayor y mejor formación en moral, ética, derechos humanos; asumir su rol desde un enfoque humanista y democrático, con respeto a los movimientos sociales y sus expresiones; profundizando la instrucción en capacitación e inteligencia.

En resumen, Carabineros no es el alma de Chile, y para que sea parte de ella supone que haga carne en su actuar, el primado de la libertad, sobre toda forma de opresión; el primado del derecho, sobre toda forma de arbitrariedad y anarquía; y el primado de la fe, sobre toda forma de idolatría.