Carolina Tohá

En estos días, la situación de los partidos puede ser descrita en pocas palabras en referencia a evaluar su pasado reciente. “Hemos mantenido durante mucho tiempo una relación oscura con quienes han financiado nuestras campañas. La forma como hemos funcionado tradicionalmente resulta impresentable e ilegítima, mirada con los ojos de los ciudadanos de hoy. Por eso hemos cambiado las leyes y, por eso también nos hemos comprometido a cambiar nuestro comportamiento”.

Este párrafo podría ser asumido por el conjunto de los partidos y por los principales dirigentes partidarios y parlamentarios. Cada organización política podría decir lo mismo por separado, y cada dirigente podría afirmarlo respecto de sí mismo, si quisiéramos llegar a cada caso en particular.

Lo que debemos preguntarnos ahora es si no ha llegado el momento de hacer un giro en cuanto al foco de nuestra atención principal. Podemos seguir analizando las faltas del pasado o podemos empezar a concentrarnos en la implementación de situaciones a los problemas de sobra conocidos.

Por eso considero un error la forma en que se está abordando el caso de Carolina Tohá, porque estamos dejando que se le aplique el mismo tratamiento de información parcial, entregada a goteras y en envoltorio de sospechas, que tanto daño han hecho a muchos otros antes que a ella.

Es como si todo lo que ha pasado durante un año no hubiera servido de nada, como si ninguna lección se hubiera aprendido, y como si lo único que tuviéramos que esperar de los días que vienen es enterarnos de a quién le toca quedar desacreditado en la próxima temporada.

Reconozcamos que nos informamos poco y juzgamos rápido. No se trata de abogar porque no se investigue una situación en concreto, en cambio de lo que se trata es de evitar convertirse en caja de resonancia de evaluaciones someras y livianas que, de inmediato, se cuestionan sobre la repostulación de una alcaldesa emblemática de la Nueva Mayoría.

Por eso hay que volver al punto de origen para no perder el sentido de las proporciones a la hora de evaluar lo que nos está pasando como comunidad nacional. Hay que partir de la base que ningún partido político, ninguna de las conducciones políticas pasan la prueba de la blancura en materia de financiamiento transparente, medido con la exigente vara con la que evaluamos el comportamiento aceptable de las organizaciones políticas en campaña.

En particular es difícil la situación de los presidentes de partido, quienes tienen que dar la cara por lo que ellos hacen y por lo que hace y deje de hacer cada militante y dirigente de su tienda política.

Esto es una obviedad y una redundancia, puesto que se cambiaron las normas legales vigentes, precisamente para impedir que se repitieran procedimientos que llegaron a constituirse en prácticas habituales de las que nadie escapaba del todo.

Pero juzgar el pasado con las normas recién aprobadas de hoy es cometer una gran torpeza. ¿Cuál es la idea de llegar a la conclusión, una y otra vez, que nuestro comportamiento político pasado fue defectuoso?

Cualquier lector de diarios o seguidor de noticieros de televisión puede llegar a concluir, por fuerza, que la historia política chilena de las últimas décadas es una sucesión casi infinita de errores, omisiones, faltas, delitos y desvergüenzas. Pareciera que nadie intentó nunca enmendar rumbos, a ninguno se le ocurrió reformar partidos, mejorar prácticas, poner proyectos colectivos por delante de ambiciones personales. En extremo del descriterio, algunos parecieran dividir nuestra historia política reciente entre antes Engel y después de Engel. No es así.

Hay también una historia que hay que saber contar que dignifican la actividad pública. Es la historia de aquellos que han buscado elevar la calidad de la política que se practica a diario, aún a condición de hacer frente a prácticas tan cuestionables como establecidas. Si el dirigente tenía una visión amplia, lo que ha buscado no es sólo tener una vida personal y política acorde con los valores que profesa, sino un que ha intentado redirigir su partido en un planificado esfuerzo de renovación.

Pues bien, una de las dirigentes que más esfuerzos han realizado en la centroizquierda en esta dirección ha sido, precisamente, Carolina Tohá.

Como todo intento humano, Tohá ha tenido éxitos y fracasos. Además, es cierto que en la actividad pública es más fácil dar inicio a los procesos de reforma que mantenerlos en el tiempo. Pero eso no quita que la actual alcaldesa de Santiago pueda exhibir una larga trayectoria de vida política coherente.

Es bueno recordar eso justo en momentos en que cualquier cuestionamiento deja mudos a los más cercanos y son muchos los que silban mirando al techo esperando a ver cómo se resuelve la situación para, pasado el peligro, volver a declarar su apoyo incondicional … y tardío.

Hay que decir ahora, cuando más importa, que hay dirigentes que destacan por lo bien que lo hacen y no por lo mucho que hablan y poco aportan al bien común. Creo, además, que tiene un cierto valor si este reconocimiento viene desde fuera de las filas de su partido y, de alguien que no siempre comparte sus opiniones. Tal vez esto motive a otros más cercanos a salir en defensa de quien lo merece.

No hay posibilidad de que la política se regenere si permitimos que salgan los mejores de la primera línea, mientras los peores se permiten dictar cátedra desde una cómoda galería, en la que suelen pasar inadvertidos. Si dejamos que ello ocurra lo único que terminará pasando es que debamos entregar nuestra confianza a los que no tienen ninguna culpa porque no tienen ninguna historia de la que hacerse responsables.

Este es el camino cierto para llegar a la decepción. Los que juzgan sin haber terminado de probarse en los hechos no son la solución sino que constituyen una incógnita. Lo más prudente es esperar a que tengan algo que mostrar, antes de terminar por emitir un juicio. De momento, defendamos a quienes merecen defensa.

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