Chile ante la historia

Los resultados en la elección presidencial, así como, de congresistas y consejeros regionales, que ya son inminentes, marcarán decisivamente el futuro de Chile.

En los años 88-89 imperó la contradicción entre democracia y dictadura que, no obstante, la diversidad de fuerzas y protagonistas, determinó el establecimiento de dos bloques, bien delimitados, por una parte la derecha y ultraderecha que pretendían la continuidad del régimen autoritario-mercantilista; y por otra, el ancho movimiento que luchaba por el retorno a la democracia que se agrupó, en su mayoría, en la Concertación de Partidos por la Democracia.

La situación cambió, hay dispersión, la que se acentúa en las disputas de liderazgos, en estas ya cercanas elecciones hay pugnas y divisiones, al interior de las opciones en la centroderecha y derecha, a pesar que las primarias las ganó Sichel, se reúnen en torno a Kast, ratificando que el motor de ese sector es ultraconservador, agudizándose la pugna con el ahora desplazado candidato oficialista. Así también, en la izquierda y centroizquierda no hubo entendimiento, hay dos alternativas fundamentales, Provoste y Boric, y otras expresiones menores.

En 1989, el pinochetismo, luego de la derrota en el Plebiscito del 5 de Octubre de 1988, defendió la permanencia de los enclaves autoritarios y el "libre mercado" como factor de legitimidad social ante el impacto de la concentración de la riqueza. El diseño usó instrumentalmente el término "libre" con fines electorales después de aplastar la libertad durante más de una década y media. Desde una historia de crímenes hablando de libertad. Pero, la memoria histórica impedirá borrar las masacres.

En suma, la derecha limita la vida a comprar y vender. El que compra puede vivir, pero no pensar. Así rebrota la ultraderecha que, ante el fracaso piñerista, ganó un espacio desde el que intenta pasar a segunda vuelta. Kast señala que "conociendo" al genocida y reo rematado Miguel Krasnoff, condenado a más de 600 años de cárcel por su extensa criminalidad en Derechos Humanos, no puede creer lo que se le "acusa". Es decir, la acción del terrorismo de Estado no es dolorosa y brutal, el genocidio ideológico practicado por la dictadura es sólo una "acusación". Actúan con igual cinismo que los nazis en el Tribunal de Nüremberg ante la terrible realidad de sus crímenes. Por eso, su programa es imponer un "punto final" que excarcele a los recluidos de Punta Peuco.

El discurso de la ultraderecha no es nuevo, es la xenofobia contra la migración y los pueblos indígenas, el sometimiento y la discriminación de la mujer y una odiosidad patológica frente a la diversidad sexual. En suma, reimponer un Estado autoritario patriarcal en torno al "libre mercado", sin contrapesos ni derechos sociales, ese es el motor del núcleo rector de Kast. En Chile se formó y hoy actúa intensamente la alianza entre el neofascismo y el libremercantilismo a ultranza.

El agudizamiento del conflicto social que ese plan regresivo provocaría y la polarización política posterior conduce a la militarización del Estado y del país. Su avance es un peligro para la democracia. Pero, eso no preocupa al núcleo rector del poder empresarial inmerso en una constante "transferencia de activos" al candidato de ultraderecha hasta desfondar la candidatura oficial que, de hecho, reconoció su orfandad ofreciendo "libertad de acción".

En 1989, prevaleció la responsabilidad política en un arco ancho de fuerzas, desde la izquierda, centroizquierda y el centro que, respaldaron en su conjunto la candidatura de Patricio Aylwin, coincidiendo en el objetivo de asegurar la instalación de un gobierno democrático.

En el presente, por el contrario, una áspera lucha hegemonista marca la situación que viven sus diversos componentes. Esa pugna no ha sido virtuosa, sino que ha expresado un afán de imposición ilegítimo y de mucha soberbia, como el insólito e inédito ejercicio del veto en la inscripción de las primarias legales, incluso, un reiterado esfuerzo para dividir y quebrar el Partido Socialista. Son acciones sectarias que dañan seriamente la unidad de acción y no se observa ánimo de frenar esa conducta.

El surgimiento de nuevas expresiones en el arco democrático y popular, agrupadas en su mayoría en el Frente Amplio, así como una mayor presencia del PC, ha dado vuelo a una fuerte pretensión hegemónica con la idea que pueden ocupar el sitio tradicional de las formaciones políticas históricas que han constituido el ancho y diverso campo democrático chileno, en especial, se intenta escindir y/o quebrantar el espacio socialista. Es la errada creencia que la hegemonía se logra "a rebencazos", según se decía en el campo chileno.

Estos factores influyen en que se pierda de vista el adversario y el objetivo principal. La retórica intolerante de un cierto número de personeros adquiere rasgos excluyentes que impulsa la idea de ajustar cuentas con los partidos históricos, para ocupar su espacio en el escenario nacional, así se nutre y proyecta un mesianismo propio de quienes creen que la historia comienza con ellos.

Al igual que en los años '30 en Alemania, antes que Hitler tomara el poder, hay una clara subestimación del peligro que significa el fascismo y un fuerte triunfalismo en ciertas apreciaciones que ya dan por hundido el Estado y "el sistema". El radicalismo de izquierda cree que el Estado pronto se desploma y que caerá rendido a sus pies.

Desde que Marx investigó y demostró las agudas e insalvables contradicciones del capitalismo, en el socialismo mundial surgió una tendencia dogmática que llena de ardor predice el colapso inminente del sistema. Ese reduccionismo de las capacidades de sobrevivencia del capitalismo también caracteriza el dogmatismo en la izquierda chilena, dando pie a la errada idea que la transformación social se consigue con intensas apelaciones discursivas y no con la formación de las mayorías sociales y políticas que la hacen posible.

Los socialistas chilenos, en especial, Salvador Allende, construyeron en casi 40 años de lucha política y social la vía chilena, esa brega tuvo el apoyo de los comunistas chilenos y de otras fuerzas populares. Ese acuerdo tenía como idea esencial una "vía chilena" al socialismo, inédita, no dogmática, en democracia, pluralismo y libertad. Esa política visionaria requería la más amplia unidad para ser posible, sumar y no restar para avanzar. La dictadura trastocó totalmente el país y su cultura política y esa mirada estratégica de amplia unidad ya no abarca al conjunto de la izquierda y ahora en su interior se instalan sectarios vetos excluyentes.

Es una tarea fundamental del socialismo chileno preservar ese legado de unidad y que esa tradición no se pierda por los apuros del corto plazo y por protagonismos ocasionales. Esa voluntad presupone la convicción que el cambio social no nace de una "primera línea" de integrantes ensimismados en su auto endiosamiento.

También en la ya larga transición chilena ha existido conformismo que gravitó en la postergación de reformas fundamentales y también un radicalismo verbal que en nada resuelve los grandes y estratégicos desafíos de reformas estructurales que tiene Chile. Los cambios sociales esenciales siguen pendientes y ello aumenta la desconfianza en el sistema político, incluso permite el aumento del peso de la ultraderecha en la salida a la crisis nacional.

La tarea es recoger la voluntad de cambio del conjunto de las fuerzas populares con responsabilidad y sin sectarismo. Hay un reto decisivo, con la dispersión avanza la ultraderecha, se requiere de todas las fuerzas y vertientes para salir adelante.

Así también, la vocación pluralista del socialismo chileno no se puede confundir con la indiferencia ante injusticias atroces, la responsabilidad política no es aceptar el comportamiento mezquino e insensato de una minoría privilegiada que pretende seguir acaparando el patrimonio de la nación en los círculos de las altas finanzas, sus familias y amistades. Sin reformas sustantivas contra la desigualdad se rompe la gobernabilidad democrática del país.

Se requiere una nueva conducción del Estado, dispuesta a encarar los cambios sociales, económicos e institucionales necesarios para reponer la paz social y reconstituir una voluntad nacional mayoritaria capaz de agrupar a Chile tras esos objetivos fundamentales. Esa es la voluntad de Yasna Provoste, la abanderada de Nuevo Pacto Social.

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