Chile, un país de consignas

Dicen que el lenguaje construye realidades. Es necesario reconocer que en diversas oportunidades también las destruye.

En nuestro país nos hemos ido acostumbrando de manera pasiva y preocupante a emplear ciertos términos que tras una breve reflexión, ponen de manifiesto la transgresión a nuestros principios valóricos y derechos más fundamentales.

Podemos percibir este fenómeno en nuestras relaciones interpersonales: es cada vez más común emplear el término “pareja” dejando de lado las expresiones “marido” “señora” “pololos”. Esto es una señal de la manera en que los chilenos estamos conformando nuestras relaciones afectivas, cada vez más amplias, ambiguas o informales, las que son ahora denominadas con una expresión también muy vasta, que les da cabida a todas.

Hablamos también de “Aborto Terapéutico”.No hay absolutamente nada de terapéutico en el crimen que se comete contra el que está por nacer.

La palabra “terapéutico” proviene del griego “therapeutikos”, que significa el “trabajo del sirviente encargado de cuidar a alguien”, derivado de therapein, que a su vez significa “cuidar”.

Usamos esta infame expresión para clasificar – en el mejor de los casos- aquellas situaciones en que aparentemente la vida de la madre corre peligro, parcial o totalmente a causa del embarazo.

Se usa la misma expresión – en Chile y en otros países- para denominar aquellos casos en que el no nacido presenta problemas físicos o neurológicos, tales como síndrome de down, posibles discapacidades u otras enfermedades, las que legitimarían la opción de la madre para eliminar a su hijo.

Se emplea también este término para denominar aquellos casos en que el embarazo es producto de una violación – sin duda uno de los casos más complejos y dolorosos al que la mujer podría estar expuesta- legitimándola de todas formas para atentar contra la vida del no nacido.

Me parece necesario, antes de emplear esta denominación con tanta soltura y propiedad, reparar en el contenido que ella misma implica: deshacerse de un pequeño no nacido, producto de diversos intereses.

No se reflexiona acerca de la ética médica llamada a salvar cuántas vidas le sea posible en caso de riesgo de vida de la madre o su hijo.

No se repara acerca de los Derechos Humanos más básicos, uno de ellos, respetar el derecho a la vida de un tercero

Y tampoco se repara en el enorme daño y dolor que por algún motivo ya se ha producido a la mujer y su familia, legitimando el aborto “terapéutico” como la solución al problema, sin considerar que esto no solo no es la solución, sino que es altamente probable que provoque un daño aún mucho mayor.

Hablamos también de Matrimonio Igualitario para referirnos al Matrimonio Homosexual.La amplitud de esta expresión, que tiene por objeto sensibilizar a la población, esconde ribetes de profunda incoherencia.

Si el amor es amor, y la igualdad es igualdad, ¿por qué entonces no analizamos la posibilidad de legalizar el matrimonio entre hermanos, entre padres e hijos, madres e hijos o hijas, o el matrimonio entre una persona y el can que recibe todo su cariño? ¿por qué estaría entonces prohibida la poligamia?

Pues bien, la palabra matrimonio viene del latín matrimonium, la cual proviene de matrem (madre) y monium (calidad de). Matrimonio tiene un origen similar a patrimonio, formado por pater (padre) y el sufijo monium. El patrimonio refleja a los bienes adquiridos por herencia, mientras que matrimonio refleja la unión entre marido y mujer.

Como es posible advertir, las expresiones que se han esgrimido para debatir sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, implica una incoherencia sustancial respecto a los términos que se utilizan.

En una dimensión completamente distinta, condenamos categóricamente el lucro, ya sea en el ámbito empresarial, o en el ámbito educativo.

Sabemos que en el caso de la Educación Superior, la normativa vigente prohíbe la posibilidad de lucro de las casas de estudios, ya que las utilidades deben ser reinvertidas.

Esta situación no es tal en el caso de la Educación Básica y Media.

Más allá de los fines –legítimos- que persiga la ley en uno u otro caso, me parece profundamente necesario reparar sobre el significado del lucro y el verdadero problema de fondo.

El lucro es aquello que todos perseguimos al desempeñarnos laboralmente: recibir una ganancia pecuniaria o de otra especie, y finalmente enriquecernos.

El hecho de que un recinto educacional obtuviera una ganancia producto del servicio de educación que otorga, no es ni cercano al problema que enfrenta hoy nuestro sistema educativo.

Puedo asegurar que de existir un recinto educacional de excelencia, al que todos tuvieran acceso, el que a su vez lucrara, no sería problema para nadie.

Las regulaciones en esta materia son desde luego necesarias, pero es menester que nuestro foco esté puesto en el problema real: la calidad de la educación.

Las palabras verdaderamente construyen –o deconstruyen- realidades. En tiempos de campaña no nos dejemos seducir por expresiones poéticas y consignas ideológicas, que en el fondo, esconden una profunda transgresión a nuestros valores y derechos fundamentales.

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