Chile… y "el otro Chile", el de Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea

Estadísticas y estudios comunales indican que la riqueza y la pobreza, los m2 de áreas verdes, el acceso a servicios, la calidad de la infraestructura y el equipamiento, la salud y la educación, y también el prestigio y reconocimiento social, así como muchas otras cosas, están desigualmente distribuidas entre las comunas de Chile.

Y para enfrentar los desafíos comunales, los municipios cuentan con desiguales recursos: en la RM de Santiago, de 52 comunas, sólo dos tienen un presupuesto municipal superior a $1 millón por habitante (¿adivinaron cuáles?, así es, Vitacura y Las Condes), mientras que 46 tiene menos de $400 mil y, de ellas, 39 tiene menos de $300 mil.

Y da la casualidad que en las primeras, los ingresos de los hogares son considerablemente mayores, entonces muchos bienes y servicios los consumen en el mercado a cambio de un pago, mientras que en las demás, los ingresos mayormente escasean…pero igual deben sacar de su bolsillo para consumirlos.  

Hace unos días, un estudio de percepciones de la élite sobre el país nos ilustró lo alejadas de la realidad que estaban sus creencias. Por contrapartida, los estudios sobre los sectores pobres y vulnerables nos informan de manera más precisa sobre el país que habitamos, y las percepciones de las personas “comunes y corrientes” nos dan cuenta de una experiencia de vida bastante diferente a las del alguna vez llamado “milagro chileno”.

Muchas veces hemos escuchado, cuando se habla de personas que esperan meses por atención en salud, que reciben bajas pensiones, que viven en barrios deteriorados o poco servidos, que reciben bajas remuneraciones, que están endeudadas y un largo etcétera, que ese es “el otro Chile”.

Seguro usted ha escuchado alguna vez que la sensación de vulnerabilidad, las dificultades para llegar a fin de mes, la frustración ante la expectativa incumplida de lograr un mayor bienestar o una razonable tranquilidad en la vejez, o la desazón ante largos viajes en transporte, corresponden al “lado B” del desarrollo.

Afirmado por las élites, repetido por los medios de comunicación e internalizado en alguna medida por parte de la sociedad, ese discurso y el punto de vista que lo sustenta, nos remiten a una élite que habla desde sí misma y que ve al país y se lo imagina desde sus categorías, prejuicios e intereses.

No es curioso que haga eso, que busque instalar como hegemónica una visión de la realidad que surge de una minoría, pues eso es lo que hacen las élites, es parte de lo que, podría decirse, es su función socio-histórica. Lo llamativo es que se lo crea y que ante múltiples señales del fracaso de ese ejercicio en los últimos años, insista en el error y, lo peor, no le importe.

Los resultados del plebiscito constitucional, como corolario de lo ocurrido el último año de forma explosiva, y de la última década en forma intermitente, nos indican que Chile es más bien el de las 340 comunas en las que ganó el Apruebo y que “el otro Chile” es en realidad ese de las tres comunas en las que ganó el Rechazo (consideremos Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea, pues las otras dos, Colchane y Antártica, tienen una bajísima población y son muy singulares por su situación fronteriza y extrema).

En cuanto al modelo de desarrollo, lo descrito en cuanto a precariedad y desigualdad no es ningún “lado B”, sino más bien es el “lado A”, es el modelo de desarrollo que se construyó y que fue llevado hasta sus límites por esta misma élite, al amparo de una constitución con garantías de estabilidad, ordenada, cómoda y favorable…para esa élite.

Hoy, son otros tiempos. El pueblo es otro pueblo, el país es otro país, aunque la élite parece seguir siendo la misma. Lo parece, pero es razonable pensar que desde hoy, también se sienta llamada a cambiar, ya no por voluntad propia, sino por la contundencia de los hechos. Porque suele pasar que las élites, o cambian, o son reemplazadas.

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