Chile: paraíso de la delincuencia por gracia del Parlamento

El académico Iván Navas Mondaca, director del magister en Derecho Penal y Económico de la Universidad San Sebastián, afirmó que la nueva Ley de Control de Armas "introduce varios aspectos positivos para luchar contra la delincuencia, razón por la que en el corto plazo veremos una disminución del poder de fuego".

Argumentación insólita viniendo de un experto en derecho penal. Es evidente que a este señor le falta calle. La nueva Ley de Control de Armas no sirve para nada contra la delincuencia, es ridículo decir lo contrario. El problema son los delincuentes que usan las armas no las armas en sí. Ninguna ley impide a los delincuentes obtener armas ¿O acaso las autoridades creen que los criminales van a comprar pistolas y escopetas en una armería del Paseo Bulnes?

Con esa mentalidad es fácil comprender por qué el país se ha vuelto -sobre todo en los últimos años- un paraíso para la delincuencia. Y ojo, esta nueva ley el Parlamento demoró 14 años en tramitarla; es decir, 14 años en que no entendieron las raíces del problema, o simplemente no les importó.

Junto a lo anterior, el Gobierno anunció el ingreso al Parlamento de un proyecto que renueva o actualiza el Código Penal de Chile, cuya columna vertebral data de 1874, habiéndo introducido sólo algunas modificaciones durante los más de 140 años transcurridos desde su implementación. Sin duda una aberración.

Dado lo anterior no es aventurado suponer que el Parlamento se tomará su tiempo para aprobar la nueva legislación penal, porque si por una ley demoran 14 años imagínense por un Código Penal completo. Ahora, supongamos que mañana tengamos un nuevo Código y Ley de Armas totalmente en vigencia: ¿Acabará eso con la delincuencia? La respuesta es un rotundo no. Pues como comentábamos, la Ley de Control de Armas no sirve para lo que se supone que está hecha, y el Código Penal no trae penas severas, penas que verdaderamente castiguen los delitos, como por ejemplo la pena capital sin derecho a indulto ni amnistía ni nada.

El crimen se combate con leyes drásticas. En Chile debe ser eliminada la atenuante de "irreprochable conducta anterior" (se entiende que el proyecto del nuevo Código la elimina), también se debe eliminar el límite de edad para ser juzgado un delincuente. Todo delito debe ser juzgado dando lo mismo la edad del malhechor. Se deben eliminar todas las garantías que permiten que los delincuentes no cumplan sus penas en la cárcel; es decir, no más salidas dominicales ni reclusión nocturna.

No más disminución de penas por "buena conducta". Nada. Los delincuentes deben cumplir las penas de manera efectiva del día uno al día final de la condena. La única atenuante que debería existir, por ejemplo, en el caso de un asesinato, es la legítima defensa propia. Otra alternativa efectiva sería que ciertos delitos sean castigados con la pena capital y tengan categoría constitucional (sin derecho a apelación ni indulto), de manera que el juez esté obligado a aplicar tal pena sin mayor trámite.

Entre esos delitos se debe considerar asesinatos, violación, pedofilia, secuestro, tortura, femicidio, asesinato frustrado, pornografía infantil, trata de blancas, entre otros.

Por otro lado, está el gravísimo problema de la corrupción dentro de la policía civil (PDI) y Carabineros de Chile. Sobre todo, dentro de la oficialidad. Hoy existen varios exdirectores generales de Carabineros y un exdirector de la PDI procesados por la justicia. A esto súmele una cantidad de policías y carabineros que se coluden con narcotraficantes y otros delincuentes como ha sido comprobado en reiteradas ocasiones. Pero aun así, los gobiernos y el Parlamento, más allá de declaraciones obvias, no han hecho nada por refundar estas instituciones.

Por el contrario, siguen con el discurso estúpido de que son instituciones admiradas y de larga tradición moral. En todo caso, para ser justos, hay que decir que sí existe gran cantidad de policías y carabineros honestos -la mayoría-, "pero una golondrina no hace verano", por lo que la refundación hace rato que debió ser llevada a cabo.

Debido a lo descrito, del aumento de la delincuencia podemos enterarnos a diario. Cada día conocemos más portonazos, tráfico de drogas, crímenes por encargo (sicariato), motochorros, balaceras, secuestros, usura, etcétera, tomando razón que un porcentaje importante de estos delitos son cometidos por delincuentes colombianos, dominicanos, venezolanos y, en menor grado, haitianos y peruanos.

Es la verdad, pues, entre los migrantes honrados y decentes, se colaron delincuentes de todo calibre -asociándose oficialmente a los delincuentes chilenos- que hacen lo que les viene en gana a vista y paciencia de las autoridades, incapaces de tomar medidas severas. El sicariato es una prueba contundente de esta importación. En Chile encontraron el paraíso.

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