A fines del siglo XX se impuso la globalización neoliberal. El fenómeno geoestratégico que consagró este cambio de época, que envolvió a la humanidad en su conjunto, fue el derrumbe del muro de Berlín, en 1989, y luego el desplome, en 1991, de la ex Unión Soviética y su disolución como Estado que se definía a sí mismo como multinacional. En ese contexto, se formaron nuevos Estados: Ucrania, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Moldavia, Tayikistán, Azerbaiyán, Armenia, Georgia, Uzbekistán, Turkmenistán, Lituania, Estonia y Armenia, como Estados independientes de Rusia, sucesora estatal, jurídica y diplomática de la exURSS, que vio drásticamente redefinidas sus fronteras, su institucionalidad, sistema político y su estructura económico social.
La consecuencia fue el dominio unipolar de los Estados Unidos. No había ningún Estado que pudiera contravenir sus decisiones. El dictador de Irak invadió Kuwait y la respuesta fue inmediata. Una fuerza expedicionaria armada, financiada, trasladada y dirigida por el Ejército estadounidense invadió la región en cosa de semanas, derribó a Hussein e instaló un gobierno según lo que estimó conveniente.
La organización terrorista Al Qaeda derribó las torres gemelas en Nueva York y en pocos días Afganistán fue invadido y bombardeado por los Estados Unidos que, unilateralmente, definieron que desde ese territorio provenían y se ocultaban las células terroristas que le habían agredido. En Europa, la ex Yugoslavia fue disuelta y la OTAN, bajo el mando de los Estados Unidos, en cruentos bombardeos y enfrentamientos decidió que es lo que debía hacerse y cuál sería la nueva configuración geoestratégica en esa parte del mundo.
La globalización impuso un orden ideológico y conceptual que parecía definitivo: El libre comercio, la desregulación de la economía y las privatizaciones como la palanca del progreso. Las fuerzas progresistas lucharon por incorporar el rol protector y solidario del Estado y la derecha internacional replico que esa presencia debía ser mínima y proclamo que, aunque habría imperfecciones, se arribaba al sistema mundial deseado (por los sectores dominantes, naturalmente). El más fanfarrón vaticinó "el fin de la historia".
La izquierda, durante el apogeo neoliberal, trato de hallar una "ruptura", una vía que retomara las grandes banderas civilizadoras que unieron y movilizaron históricamente a la humanidad. Pero, la desigualdad y el consumismo se coagularon como ejes de la convivencia humana, tener dinero abundante para gastar en lo que sea. El escenario propicio para el narcotráfico y el crimen organizado.
Aunque en el progresismo hubo crisis en las convicciones de algunos que se dedicaron solo al beneficio personal tratando de edulcorar el estatus quo, en los luchadores por un mundo mejor prevalece el inconformismo ante la brutal desigualdad imperante y la absoluta marginalidad de un amplio sector de la población viviendo tras un muro de pobreza y exclusión, sin horizonte alguno que les motive a vivir e integrarse socialmente.
Al menos en Chile, y el cono sur de América Latina, se puso término a las dictaduras y se repuso el régimen democrático gracias a la unidad, en diversos grados, de un amplísimo bloque de izquierda y centroizquierda que derrotó el objetivo de perpetuación castrense. Pero, no se advirtieron fisuras en el "modelo" de la desigualdad a nivel planetario. No obstante, lentamente los Estados Unidos han retrocedido, se vieron forzados a retirarse de Afganistán y se agudizó la polarización interna, siendo duramente cuestionado el sistema político de partidos por un caudillo populista y ultraconservador: Donald Trump.
En esta travesía, algunos han deshonrado a la izquierda copiando a los antiguos dictadores para perpetuarse en el poder. No es el camino. El Presidente Allende señaló una ruta: Llevar adelante las transformaciones, en democracia, pluralismo y libertad. También, penosamente, la corrupción se instaló como un enemigo mortal de los procesos democráticos de cambio social. Asimismo, en esta sociedad fuertemente individualista, los proyectos personales y caudillistas han aumentado y lesionan gravemente la causa común.
Ahora, sorpresivamente, se observa una dura disputa. Se ubica en el centro del sistema. Así lo indica la victoria de Trump en los Estados Unidos. El concepto principal que lo motiva: "ser grandes de nuevo" indica que la mayoría reclama un cambio: incentivos y protección a la producción industrial, barreras arancelarias y millones de trabajadores desplazados piden ser integrados. En el mundo rural numerosos agricultores quedan fuera de competencia y demandan apoyo del Estado ausente.
La paradoja es que la ultraderecha más neoliberal sea quien recoja esas propuestas. La inestabilidad obliga a los que quieren jibarizar el Estado a girar en su defensa. Es claro que se agotó un ciclo ideológico y político. Los demócratas que se limitan a lo que se indica en Wall Street sufren pérdidas sociales irreparables.
Por cierto, Trump no hará una revolución antineoliberal, pero en el mercado global que domina Estados y naciones se expresa una convulsión en el núcleo del sistema, generado por el descontento social, el descrédito de la élite dirigente y la zozobra por la confrontación e inestabilidad internacional. La ausencia de una fuerza política que encauce esa masiva frustración favoreció al candidato populista y ultraconservador que atacó el talón de Aquiles del sistema.
Un analista norteamericano, dijo que Trump aumentará el desorden global existente, lo que sabemos es que se ha creado un escenario de confrontación en las relaciones internacionales que, incluso, permite terribles aberraciones como el genocidio israelita contra el pueblo palestino en Gaza y la prolongación de la guerra en Ucrania con fuertes repercusiones en Europa. En este contexto, no es una respuesta a la crisis global la introversión de las fuerzas de izquierda y centroizquierda y que traten solo de aliviar los aspectos más nefastos y dolorosos del sistema, esa conducta ha ido creando un espacio para que el populismo de ultraderecha, en especial, en Europa, le arrebate banderas históricas.
Hay que presentar propuestas que se conecten con el gran desafío del presente, enfrentar la desigualdad y las injusticias, terminar las guerras fratricidas y el genocidio de los pueblos más débiles, en suma, hay que resolver la fractura social y la marginalidad que ha llevado la humanidad a una insatisfacción sin precedentes, de tal envergadura que amenaza la continuidad del actual régimen democrático.
Muchos reclaman contra las personas humildes que votan por las opciones más reaccionarias, el problema está en reinstalar el reclamo por la justicia social como base de la institucionalidad democrática. De que sirven obras faraónicas ante penurias inenarrables? Las multitudes no concurrirán al llamado democrático desde una eterna marginalidad.
En los '70, se decía en América Latina que habría patria para todos o no habría para ninguno. Ciertamente, se necesita un proyecto de sociedad justo e integrador, aquel que nunca propondrá la derecha neoliberal. Las exigencias de la historia vuelven a repetirse.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado