Escudo fronterizo para La Araucanía

Recientemente, en pleno centro de Pucón, ocurrió un hecho de la máxima gravedad: cinco detenidos -tres ciudadanos argentinos y dos chilenos-, seis armas de fuego (algunas con número de serie borrado), más de 200 municiones, además de dosis de marihuana y cocaína escondidas en un vehículo con patente trasandina. Este operativo, ejecutado por Carabineros y la Fiscalía tras más de siete meses de investigación, desbarató una red internacional de tráfico de armas, municiones y drogas que ingresaban clandestinamente desde Argentina por pasos ilegales en la cordillera. Uno de los sujetos cruzó a pie por Curarrehue con siete armas, entre ellas una robada a la Policía de Buenos Aires, para luego concretar la entrega en las calles de Pucón.

Este no es un episodio aislado. Se suma a la incautación pionera de metanfetamina cristalizada en Padre Las Casas, al decomiso de más de 210 kilos de droga solo este año, y al hallazgo de puntos de venta equipados con armamento en Temuco. La evidencia es clara: el narcotráfico ha aprendido a cruzar la cordillera sin temor, como si se tratara de una calle cualquiera. Y lo hace a través de al menos 22 pasos fronterizos no habilitados que, como advirtió la propia Fiscalía, pueden ser atravesados a pie tras solo unas horas de caminata. Hoy, rutas turísticas como Pucón-Curarrehue o los cruces con Argentina están completamente desprotegidos, sin personal ni tecnología suficiente para interceptar estos cargamentos "híbridos" de armas y estupefacientes.

Mientras el debate nacional se concentra en la crisis de seguridad del centro y norte del país, el sur está siendo abandonado. Cada arma que atraviesa la frontera alimenta la violencia rural; cada kilo de cocaína pone en riesgo a nuestros jóvenes, erosiona las instituciones y multiplica la posibilidad de corrupción. Lamentablemente, la constante incapacidad del Gobierno para anticipar y contener esta amenaza ha convertido a la Región de La Araucanía en una verdadera "zona de sacrificio". Se requiere un salto cualitativo urgente: dejar de reaccionar con partes policiales y avanzar hacia un escudo real, con muros, drones, tropas y normas que restablezcan la autoridad del Estado. Cuando la autoridad no disuade, el narco avanza.

Desde el Partido Republicano hemos sido categóricos: es necesario declarar la seguridad fronteriza como un asunto de soberanía nacional. Proponemos el cierre total de pasos no habilitados, acompañado de un despliegue militar y policial sin precedentes. Levantar vallas con sensores, zanjas anti-vehículos, cercos electrificados y vigilancia continua con drones y radares térmicos no es una exageración, es una necesidad. Además, es clave crear una fuerza conjunta que patrulle e intercepte a quienes crucen ilegalmente, instalando una presencia disuasiva y permanente en la línea limítrofe.

Estas medidas no solo permitirán cerrar los corredores del narco que abastecen a bandas en Temuco, Padre Las Casas y Pucón -donde ya se diversifican negocios ilícitos, desde "chocolates" de marihuana hasta fentanilo desviado-, sino también proteger a los jóvenes más vulnerables del crimen organizado. Porque esto no se trata solo de muros o tecnología, sino de impedir que la lógica criminal se imponga donde el Estado es más débil.

La Araucanía ya ha vivido, a sangre y fuego, los estragos del terrorismo incendiario en condiciones de impunidad. El narcotráfico, en cambio, es un enemigo más silencioso, que corrompe antes de incendiar. Por eso la pregunta es clara, ¿esperaremos a que instalen laboratorios en Villarrica para reaccionar? La respuesta debe ser categórica: no. El operativo de Pucón demostró que la frontera está siendo usada activamente para ingresar armas y drogas. Blindarla no es un gesto simbólico, es la única forma de garantizar que el Estado siga siendo más fuerte que el narco.

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