¿Cuál es la perspectiva?

El 13 de junio recién pasado, la segunda vuelta para elegir gobernadores regionales dejó un buen resultado para los partidos agrupados en el bloque político denominado "Unidad Constituyente", que no es la antigua Concertación de Partidos por la Democracia, pero que los medios de comunicación llaman "ex Concertación".

Basto ese hecho positivo para que de inmediato se diera inicio a luchas fratricidas que desbaratan lo que fue logrado por el inmenso esfuerzo de miles de militantes y adherentes de esas formaciones partidistas que, cuando logran vencer sus tendencias a la dispersión y hacen sus tareas como corresponde, son determinantes en los sucesos políticos del país.

Apenas concluido el recuento de votos y sin que se alcancen a digerir los resultados reaparece el clima de severas desavenencias que hubo en los meses y semanas previas al veredicto popular de la segunda vuelta. Por ello, es bueno recordar que las elecciones presidenciales no se han ganado, ese objetivo requiere unidad en la diversidad. El desafío democrático indica que no hay otro camino que primarias abiertas y ciudadanas, la participación social es el mejor camino.

Como no hay acuerdo en esa materia, antes que recriminarse y provocar un abismo que luego sea insalvable, es mejor avanzar en la definición de las ideas-fuerza que guíen el necesario e indispensable entendimiento, hoy un imperativo histórico, para que lo hagan fecundo y no un simple reclamo por el poder.

Los partidos se están revalidando y respondiendo al nuevo escenario nacional, se trata de una situación en que Chile pide saber cuales son los hitos fundamentales, aquellos propósitos que inspiran, orientan y convocan a las formaciones políticas. Hay que dar esa respuesta.

¿Qué nos une? Esa es la pregunta, no en lo referente al listado de tareas inmediatas que necesariamente un gobierno debe encarar una vez instalado en La Moneda, sino que en la visión de futuro, el sentido de país, las grandes inspiraciones que dan sentido y legitiman la acción política.

El pueblo chileno tiene grandes necesidades, no solo de sobrevivencia, esas son las más urgentes, pero también requiere que las fuerzas sean capaces de responder con una mirada de largo plazo, sobre el imperio de los Derechos Humanos, la relación entre las exigencias y el modelo de desarrollo y la preservación de la naturaleza, el reconocimiento de los pueblos indígenas y el patrimonio histórico que integra la pluriculturalidad de la nación chilena, en fin, la ciudadanía necesita pan para comer e ideas para soñar.

Muy especialmente, se requiere saber como se encarará el desafío tendiente a suprimir la indebida y deslegitimizante injerencia del dinero en la política, es decir, como las alianzas políticas se abocarán a lograr un sistema político sano, con una institucionalidad revitalizada en la que la ciudadanía reponga su confianza y tenga un apoyo amplio y diverso.

Que ideas fuerzas se impulsarán con vistas a contribuir al trabajo de la Convención Constitucional, no para manipular sus deliberaciones, sino que para volcar su larga experiencia en aportes a la reflexión y la labor de esta instancia decisiva para el futuro de Chile.

La izquierda chilena luchó desde la misma mañana del 11 de septiembre de 1973 por la libertad y la democracia. Pagó muy caro esa consecuencia democrática con la pérdida de sus mejores militantes. Ese es un hecho histórico indiscutible. Haría bien la derecha conservadora en dejar de lado su intento sistemático de desconocer la voluntad democrática de la izquierda chilena.

Ahora bien, los recientes resultados indican que una ancha vertiente ciudadana valora el esfuerzo unitario que desde las protestas nacionales de 1983 realizaron las fuerzas de izquierda y centroizquierda que, en 1988, se agruparon en el Comando por el NO y luego en la Concertación de Partidos por la Democracia, con vistas a instalar un gobierno civil capaz de reemplazar la dictadura y conjurar la explícita pretensión de Pinochet de perpetuarse en el poder, acción fundada en la manipulación coercitiva de su permanencia en la comandancia en Jefe del Ejército, cargo que ostentó hasta marzo de 1998, respaldado por la derecha económica, la gran beneficiada por el empleo a gran escala del terrorismo de Estado durante el régimen dictatorial.

A pesar de las pretensiones totalitarias del bloque neoliberal, establecidas bajo el concepto de democracia "protegida" o "tutelada" el bloque de fuerzas políticas que asumió el gobierno en 1990 logró que el país avanzara con importantes logros sociales y económicos, en especial, en la superación de la pobreza y la indigencia que llegaron a un tercio de la población bajo la dictadura.

A contrapelo de ello, el fuerte crecimiento económico creó un poder financiero sin control que hizo crecer ilimitadamente la desigualdad, así como, la intromisión del dinero en la política, desnudada a través de impactantes casos de corrupción y reiterados abusos de poder, nunca debidamente sancionados de la élite financiera y la tecnoburocracia del Estado, generaron un inmenso desencanto social que desplomó la legitimidad del sistema político socavando las bases de sustentación del régimen democrático en el país.

Luego, la autocomplacencia y la ineptitud del gobierno de Piñera condujeron directamente al estallido social de octubre de 2019, provocando un cambio muy profundo en la situación nacional. La derecha que se sobaba las manos pensando en varios periodos presidenciales apenas está logrando terminar el actual con un debilitamiento sin precedentes de sus bases de apoyo en la ciudadanía.

Por eso, hoy es de la mayor trascendencia la unidad en la diversidad de las fuerzas de oposición, sea en la primera o segunda vuelta presidencial, así como, el acuerdo del socialismo chileno, las fuerzas democráticas de izquierda y la centroizquierda para presentar una candidatura común en los comicios de noviembre próximo.

Algunos quieren jugar a la alternativa de "comunismo o libertad", la misma que llevó al golpe de Estado de septiembre de 1973, quieren volver a usar el término "libertad" para encubrir una propuesta antidemocrática que abre la puerta a grupos fascistoides.

No se trata de conservar el status quo que provoca estancamiento e injusticia social, de lo que se trata es de poner en marcha una alternativa de transformación social que signifique transformación social y gobernabilidad democrática, es decir, ejercicio irrestricto del pluralismo político, pleno respeto a la diversidad ideológica y absoluto compromiso con los cambios que Chile requiere para realizarlos en democracia, respaldados por una amplia mayoría social y política, de modo de impedir la instrumentalizacion de esos cambios para que se alimente una aventura fascista. La democracia exige más democracia.

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