Cuba y su gobierno revolucionario, en las campañas presidencial y parlamentaria chilenas

De partida preciso, para ese lector ávido de impactos noticiosos y/o el usuario enfermizo de las tóxicas redes sociales, con sus fake news, que aquí no se trata del caso de una eventual intervención electoral cubana en asuntos internos chilenos. Y nada más distante de ese otro affaire, generado in the White House and its Oval Office, por el "sonriente" Barak H. Obama, su entorno próximo y sus equipos de "seguridad", en relación a una fantasiosa e inventada intervención electoral rusa en asuntos internos yankees; como, ya en este año 2025, se ha demostrado documentalmente por las propias Agencias de Seguridad Nacional de ese país norteamericano, aun no desmentidos ni esclarecidos. Lamento defraudarlos, y ya prosigo.

Así, ahora contextualizo mis siguientes reflexiones temáticas, con algunas acepciones y criterios metodológicos básicos, para comprehender sus contenidos y principios políticos, tanto internos como de política exterior.

Primero: los procesos revolucionarios, dimanantes de situaciones revolucionarias previas, que se anuncian y proclaman, abierta y transparentemente, así como el resultante ejercicio de sus gobiernos revolucionarios, desde las primeras horas de la instauración de victoriosa revolución, no deben ser analizados ni seguidos como si fueran otros simples gobiernos de administración, como por ejemplo, todos los instaurados electoralmente desde 1990 en el caso chileno. Esta es una distinción fundamental, si se pretende rigurosidad y seriedad, en el juzgamiento, ya sea condenatorio y/o crítico, pero, siempre, con no intervención ad hoc, en sus asuntos internos, en relación a un gobierno revolucionario, así autonominado y vigente.

Segundo: desde comienzos del pasado siglo XX, todos los casos consistentes de Revoluciones prolongadas, con sus respectivos gobiernos revolucionarios, jamás han ocultado sus ideas e intenciones fundantes, así como sus anhelos de cambios estructurales, económicos, políticos y societales. Estos procesos han tenido fecha de inicio, pero nunca anunciaron que dejarían de ser revolucionarios, o que, dejaban de serlos sus gobiernos. Las revoluciones son hechos permanentes y sucesivos que, se prolongan en el tiempo, y no anuncian ni prometen que, en tal fecha, dejarán de serlas, para transformar sus gobiernos en unos de mera administración.

Tercero: Revolución Rusa, Revolución Cubana, Revolución Argelina, Revolución Islámica de Irán, Revolución Sandinista de Nicaragua y Revolución Bolivariana de Venezuela basaron su cardinal continuidad en que, con su respectiva retaguardia internacional y un acendrado y buen internacionalismo, a través de sus políticas exteriores, era estratégica, política y vivencial fundamento de sustentación en el tiempo. Así, se explican sus vigencias prolongadas.

Cuarto: Cada caso, tiene su legítimo sistema social, político, económico y cultural diferente, junto con una cosmovisión, basada en sus intereses nacionales y los valores tradicionales de sus pueblos. Y cada uno tiene independiente, propia y soberana mirada de su democracia.

En el caso que nos convoca aquí, la Revolución Cubana y su gobierno revolucionario, ellos no se exceptúan a la acepción general anterior, incluso con rango constitucional. Su Constitución Política, aprobada en referéndum en febrero de 2019, y promulgada, publicada y entrada en vigor en abril siguiente, dice claramente, en su Capítulo I, Artículo 1, que: "Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva".

Y en su cardinal Artículo 3., se establece que: "En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. El pueblo la ejerce directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular, y demás órganos del Estado que de ellas se derivan, en la forma y según las normas fijadas por la Constitución y las leyes".

¿Es admisible que dirigentes políticos responsables, sean o no candidatos presidenciales, no conozcan, estudien y lean detenidamente, antes de pronunciarse, sobre estas materias? Lo mismo rige para la ineludible necesidad de tener un profundo conocimiento de la Carta de la ONU, especialmente su Capítulo I, en los Artículos 1 y 2, con sus Propósitos y Principios. Además, debo recordar que no existe ni hay -ni habrá- un modelo único de democracia, a nivel mundial ni planetario. Ya lo explicité en otra colaboración anterior. Es algo inherente a un silabario escolar político, elemental conceptualmente.

Para confusos, contumaces, majaderos, obstinados, sectarios y testarudos, solo agregar aquí definición de DEMOCRACIA. Diccionario Ideológico de la Lengua Española, de Julio Casares, de la Real Academia de la Lengua: "Sistema de *gobierno en que el pueblo o la *plebe ejerce la soberanía"., en su primera acepción, y una segunda: "Doctrina *política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno." (p. 267). Eso es, nada más ni nada menos. Por siglos, en el largo trascurso histórico de organizaciones societales del ser humano, se han ido agregando adjetivos, para caracterizar distintos casos de implementaciones reales de democracia. Y tenemos: burguesa, ciudadana, liberal, participativa, popular, protagónica y/o revolucionaria. Pero, su básica esencia conceptual y significado está en definición anterior.

Por ello es, a lo menos, bastante irresponsable, pobre y/o temerario, afirmar que un país es o no es una democracia, o que sus autoridades estatales o gubernamentales son o no son democráticas, sea el emisor de cualquier tendencia política, pero en particular si trata de uno autodefinido como de izquierda y/o "progresista", con toda la ambigüedad de este calificativo político. La cuestión precedente se agudiza y se destaca cuando se trata de candidaturas presidenciales y/o parlamentarias, en el contexto de esta actual campaña electoral chilena, del año 2025. Por cierto, el periodismo ha jugado un rol determinante.

Ahora, me aproximo a lo que me ha motivado sobre esta temática embustera y errónea. Efectivamente, la relevante herramienta periodística cual es la entrevista, y los llamados puntos de prensa, han sido utilizados recurrentemente en esta esfera, y con dichos malos propósitos. Solo me referiré a dos casos remarcables y singulares, innegables y vigentes. El primero es el periodista Iván Núñez, de canal 24 Horas y TVN. La segunda es la periodista Mónica Rincón, del canal CNN Chile. Ambos son lectores de noticias y presentadores de programas, algunos más especializados o puntuales. Núñez acostumbra preguntar a su entrevistado pertinente en la especie: "Cuba es o no una dictadura; dígame sí o no", sin alternativa para el acorralado/a de turno. Cuando el interrogado se atreviere a responder "no", seguramente no será invitado nuevamente, Y aun sin poder argumentar y/o desarrollar su opinión, el referido periodista, bien plantado con piernas abiertas, le señala firme, con su dedo índice derecho habitualmente: "Me queda claro", y agrega, bastante contrariado, "bueno ya, pasemos a otro tema" (¡plop!).

Rincón, por su parte, bajo similares monsergas, en misma temática, antepone casi siempre "pero bajo mi responsabilidad", para afirmar libremente "Cuba es una dictadura" y "Díaz-Canel es un dictador". Después a su entrevistado/a le pregunta ese mismo "sí o no", ya bien registrado, el/la cual casi no tiene margen de opinión ni de reflexión alguna. Propia respuesta, antes de hacer una pregunta, es una completa distorsión de una entrevista real y malsano uso no objetivo de esta valiosa herramienta periodística, además abortándola. Y si le responden "no", se molesta y persiste, con sus mismas interrogantes, ya bien conocidas.

Ambos periodistas aparentan, o desean aparecer, siendo unos expertos en todos los temas, incluso especializados asuntos internacionales: crucial y cósmico es ese "sí o no", para ellos. Esto me trae un hermoso privilegiado recuerdo, en un día e instancia particular: hace varios años fui invitado a cenar a un restaurant de cocina italiana por entrañables y queridas amigas Marcia Scantlebury y Verónica López. Galardonadas, laureadas y premiadas, muchas veces, tanto en Chile como el extranjero. Y me sorprendieron, en un instante, afirmándome casi al unísono que "los y las periodistas sabemos de todo y no sabemos de nada". Ahora entiendo estas palabras premonitorias.

Ahora me refiero a agobiantes episodios del televisivo día 24 de septiembre. En un caso fue la apreciada candidata presidencial Jeannette Jara, y en otro, el compañero candidato a diputado Marcos Barraza, su principal asesor. En punto de prensa, la carta La Moneda pontificó sobre Cuba: "No es una democracia", sin ninguna argumentación y/o apoyo analítico ni conceptual. Nada de esa legitimidad de "sistemas sociales y políticos diferentes", contemplada por la Carta de la ONU. Fue muy irritante y penoso, más aun afirmado por una militante destacada, desde las JJ.CC. Interrogado el compañero candidato a diputado, en un programa nocturno de CNN Chile, apareció temeroso y sin argumentos, por la conocida punzante entrevistadora -"bajo mi responsabilidad"-, que volvió a la carga, varias veces, con aquel "sí o no". Fue precario. Nuevos eventos, como los sintetizados, no debieran ya repetirse en la campaña electoral.

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