La responsabilidad histórica de construir una mayoría contundente

Chile vive un momento decisivo. En esta segunda vuelta presidencial no solo está en juego quién conducirá el país durante los próximos cuatro años; también se define qué tipo de legitimidad tendrá ese mandato y qué capacidad real existirá para impulsar las transformaciones que una amplia mayoría de chilenos demanda. Por eso, para quienes creemos en la libertad, el orden, el crecimiento económico y el fortalecimiento de las instituciones, es fundamental conquistar una mayoría sólida y transversal que respalde el proyecto encabezado por José Antonio Kast.

La derecha tiene hoy la responsabilidad histórica de encabezar un proceso de reunificación. No basta con obtener un triunfo estrecho o meramente aritmético. Chile necesita un resultado inapelable, claro y contundente, que cierre los espacios de cuestionamiento y dé al próximo gobierno la estabilidad indispensable para gobernar desde el primer día. Una victoria amplia no es un capricho político; es una condición para recuperar la confianza social, atraer inversiones, reimpulsar la economía y restablecer el sentido de seguridad que millones de familias reclaman desde hace años.

Pero esa mayoría no se construye desde los escritorios ni desde las redes sociales. Se construye en la calle, en el territorio, conversando con la ciudadanía sin filtros ni intermediarios. Esa ha sido siempre mi convicción y debe ser también la tarea prioritaria de todo liderazgo que aspire a representar a un Chile diverso, exigente y cansado de promesas incumplidas. Hoy, más que nunca, debemos volver a las bases, mirar a las personas a los ojos y escuchar con humildad sus preocupaciones reales: la inseguridad que limita la vida cotidiana, los problemas económicos que golpean con fuerza a las familias, la falta de oportunidades para los jóvenes y el hastío frente a una clase política que muchas veces ha vivido de espaldas a la realidad.

Existe un electorado que no se siente representado por nadie, que ha dejado de creer, que vota con escepticismo o simplemente no vota. Ese es el electorado decisivo en esta elección. No basta con hablarle: hay que convencerlo con hechos, con presencia y con un mensaje claro de responsabilidad, gobernabilidad y sentido de propósito. La derecha tiene la oportunidad -y el deber- de mostrar que es capaz de gobernar con firmeza pero también con sensibilidad social, y que está dispuesta a construir un proyecto que convoque a una mayoría amplia y duradera.

José Antonio Kast representa hoy una opción de estabilidad, orden y crecimiento, pero para que ese liderazgo sea plenamente efectivo necesita un respaldo ciudadano robusto. Una victoria amplia permitirá iniciar un nuevo ciclo político sin incertidumbre, sin fragilidad y con la fuerza necesaria para llevar adelante reformas profundas que devuelvan a Chile el rumbo perdido.

La pregunta no es solo quién ganará la elección, sino con cuánta legitimidad lo hará. La respuesta depende de todos nosotros. Es el momento de estar en terreno, de sumar voluntades, de reconstruir confianzas y de demostrar que la centroderecha tiene la vocación y la capacidad de encabezar una mayoría que ponga nuevamente a Chile en marcha.

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