Cultura, ciencia y tecnología para un nuevo Chile

La ciudadanía se expresa inequívocamente. No le gusta como hemos organizado la convivencia social, ni la distribución desigual de la riqueza. No suscribe las consecuencias de un modelo que principalmente le ofrece créditos de consumo como forma de acercamiento al bienestar. Un país desarrollado para una minoría y tercermundista para masivos segmentos de nuestra sociedad. 

La acumulación de injusticias produce un enorme desapego de los sectores medios con una institucionalidad que se sostiene únicamente en los intereses particulares de los grupos económicos.

El Estado como tal renunció a promover y articular un verdadero proyecto de desarrollo nacional. Es momento de enmendar este grave error. Y si bien resulta imprescindible generar reformas de corto plazo que alivien la angustia de miles de chilenos, por la salud, las pensiones y las precariedades del trabajo, también se requiere una revisión de las bases estructurales del sistema y el diseño de un proyecto país más inclusivo. 

La ciencia, la tecnología, el conocimiento y la cultura no son lujos de países ricos. De hecho, constituyen la base para cualquier proyecto de transición a una sociedad integralmente avanzada.

El desarrollo no se relaciona, como quedó demostrado, a un ingreso per cápita determinado, sino a las capacidades de los países de generar soluciones propias e incorporar a los ciudadanos al goce del fruto de esos avances. Por ello es que la educación y la formación de recursos humanos avanzados son de interés social y no solamente una inversión individual.

La ciencia no es exclusivamente para los científicos y la tecnología no está dirigida únicamente a los intereses del capital. Se relaciona con el bienestar de las personas, el cuidado del medioambiente y la sustentabilidad. 

Chile no parte de cero. Somos un país globalizado con universidades competentes, investigadores creativos y jóvenes con una personalidad de la que carecimos por generaciones. Tenemos recursos naturales cuantiosos y un interés transversal por la innovación.

Es hora de que el Estado asuma su misión, aprovechando la nueva institucionalidad de las ciencias y promueva reformas estructurales, que junto con aumentar significativamente la inversión en ciencia, tecnología y cultura, obligue mediante regulaciones e impuestos a las empresas a aportar mucho más significativamente en estas materias. 

La falsa contradicción entre crecimiento económico y derechos sociales solamente se puede resolver modificando la matriz productiva con un proyecto estratégico de largo plazo, que le otorgue a cada ciudadano y a las instituciones públicas un papel en la construcción de su futuro, más allá de su solo interés particular.

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