El Bien común es el fin de toda correcta política democrática y asimismo un valor fundamental del socialcristianismo. Por lo tanto, todo socialcristiano tiene como deber ético y moral aspirar a el.
Actualmente, los socialcristianos comparten espacios que han tendido a la fragmentación debido al forzamiento y fetichismo ahistórico de la alianza entre la democracia cristiana y la izquierda. Esto llevó al debilitamiento de la democracia cristiana, que junto con el individualismo interno, potenciaron la diseminación de su espacio.
Los espacios no sólo dan cuenta de las órbitas políticas, sino que también de las conversaciones que se desarrollan para reconstituir, fortalecer y expandir los actuales campos políticos.
En este sentido, las conversaciones entre socialcristianos permiten la mutua sinergia y reciprocidad política para fortalecer los actores que pretenden representar a los electores que desean ser representados por humanistas cristianos.
En este sentido, la democracia cristiana no tiene otra posibilidad que promover y aceptar las conversaciones dentro del mundo socialcristiano para mantener su actual espacio político, sin que este sufra profundas mermas electorales, de lo contrario verá nuevamente como seguirá reduciéndose y restringiéndose.
La democracia cristiana tiene un profundo desafío que es revertir el proceso de reducción de su influencia, es un camino arduo y gradual que no se detendrá automáticamente en la próxima elección municipal, ya que importantes figuras de la democracia cristiana han abandonado el partido. Asimismo, la DC debe de nuevo crear el hábito en su electorado que es un partido con vida propia y no una alianza en si mismo.
Por lo tanto, junto con hacer más consistente su discurso político doctrinario e ideológico, debe asegurar su espacio político primario por lo que es preferible privilegiar conversaciones con los iguales más que con los ajenos.
Esto significa que por una razón de bien común, conversar con los iguales es un fin ético-político y, junto con ello, una estrategia de protección del actual espacio propio, potenciándolo y no regalándolo a quienes lo pretenden.
Tal como lo fue la primera vuelta presidencial, muy probablemente la próxima elección municipal también sea parte de un obligado y necesario paso atrás que la democracia cristiana debe dar; sin embargo, es cimiente para reconstituir, consolidar y recuperar lo perdido en el largo plazo. Todo esto tiene como condición sine qua non, conversar con sus iguales para no encerrarse en sí misma, sino que por el contrario, forjar identidad.
El negarse a conversar con los demás socialcristianos, la DC junto con confirmar la conducta que difuminó su espacio al forzar una alianza con la izquierda que la historia ya no requería, se desfiguraría aún más ideológicamente.
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