El tema fundamental para quienes se interesan por lo público (no idiotas, en sentido clásico) es reflexionar sobre la vigencia de la democracia como sistema de gobierno e intentar mejorarlo, para que continúe siendo el sistema político de Chile. No obstante, es de común conocimiento la baja valoración que tienen Parlamento, gobierno y algunas instituciones del Estado. Esto se incrementa por el aumento de delitos, percepción del crimen y la inmigración ilegal. Teniendo presente que, hasta el momento, no son crecimiento económico y empleo, los principales temas de las próximas elecciones, aunque siempre estarán latentes en esta época.
Más allá de la valoración ciudadana por el desempeño de este Gobierno en combatir delincuencia, inseguridad y crimen organizado, sus efectos serán en las elecciones, matizadas por las encuestas y en general, por la opinión pública, ahora también formadas en y por las plataformas sociales. La valoración ciudadana que se materialice en este tema será primordial al momento de definir la preferencia electoral en las votaciones para Presidente y de renovación de parte del Congreso. A través de ese voto, se revelará la preferencia a quien mejor represente las expectativas de cada votante y de allí a la mayoría, que decidirá quiénes dirigirán nuestro destino en los próximos años. Así se desarrolla nuestra democracia representativa. No olvidando que parte de esa preferencia contiene la evaluación hacia el actual gobierno, a la hora de votar, ¡todos somos Janus Bifrons! (Jano en la mitología romana).
En mi opinión, la próxima elección, también podrá decidir en parte la senda del tipo de gobierno que puede conducir a Chile. En este ámbito, existe un creciente ambiente de impugnación a la democracia. Por ejemplo, al revisar los datos de la encuesta CEP de 2024, el 47% consideraba que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, pero un preocupante 31% consideraba que daba lo mismo un régimen democrático a uno que no lo fuese. Entonces, si aún esas cifras son reales, "superar la democracia" vuelve a ser un tema, a casi 100 años de la Alemania pre-nazi. En ese tiempo, con un apoyo cercano al 30%, la consigna utilizada por Hitler fue "superar la democracia" en favor del pueblo y con ello arrasó a la ya despótica democracia de Weimar en manos de Ebert, junto a una alta fragmentación política y multipartidismo activista (similar a lo que observamos en Chile hoy).
Así, hoy en Chile, un compromiso democrático claro, irrefutable y consistente, será necesario por parte de las y los candidatos que se ubican entre la izquierda acomodaticia y la derecha cobarde. Dado que ellos, en principio, representan a la mayor parte de la población nacional, que ha tenido una inquebrantable tradición democrática, solo descontinuada por una evitable dictadura cívico-militar instaurada en 1973, y que privó a nuestro país de la posibilidad de ejercer nuestro derecho político fundamental de elegir.
¿Es posible que una izquierda de dirigentes laxos, adaptados a la economía neoliberal, pragmáticos en lo económico, acomodaticios en lo ideológico, indolentes en la prosecución del crimen protejan la democracia? No lo tengo claro. Porque esos dirigentes y operadores políticos, buscadores incesantes de su propio beneficio, más de a quienes representan, olvidadizos del compromiso moral para hacer cambios transformadores hacia una sociedad equitativa y justa, ponen en riesgo la democracia. Ellas y ellos deben comprender que el Chile real, de la ciudadanía común, hastiado de sus actos de corrupción, de cómo instrumentalizan la lucha social y que no solucionen los problemas de delincuencia, penetración del crimen organizado y proliferación de narcotraficantes, puede ser seducido y tornar su preferencia a quienes prometen soluciones facilistas, simplistas y que no perderán oportunidad de denostar las virtudes de la democracia, para en el fondo superarla.
En esta distribución gaussiana de candidatas y candidatos, continuamos con aquellos del centro político. Ellos que, perplejos por la escasa capacidad de convocatoria y poder de seducción política de las nuevas generaciones, no han sabido reaccionar y están amenazados con desaparecer, a pesar que se empeñan en fundar nuevos movimientos y partidos, pero que no ofrecen solución alguna más que esperar capturar votos, porque ellos se autodenominan el equilibrio entre los polos políticos. La historia dice que normalmente se aproximan a quien gana, por lo que más que ser una viga poderosa de la democracia, la afectan y podrían apoyar superarla, esperando una recompensa, tanto en lo público como en la protección de las cuotas de poder, en lo privado, claro está, si no desaparecen en la próxima elección.
Por otra parte, la derecha tradicional, acusada de cobarde por no apoyar con represión violenta el estallido social, experimenta el riesgo de sucumbir ante la consolidación de un grupo de políticos ultra conservador, añorante de la dictadura, xenófobo y denostador del Estado. Las candidatas y candidatos de este sector tienen la dura tarea de decidir cómo y con qué medios pueden contener el riesgo de superar la democracia, dado que se supone que no quieren (superarla), aunque a veces hacen dudar de ello. Quizás, el mayor desafío nacional es contener sin contaminarse de ideologismo extremo, que se incuba en la contingencia de la delincuencia y el surgimiento del crimen organizado.
El desafío de mantener la democracia vigente como sistema de gobierno, en contraste a otras variantes como dictaduras fascistas, monarquías o democracias autoritarias, radica en que la representatividad que otorga cada elector recaiga sobre un mecanismo que sea eficiente y eficaz en solucionar los problemas de corto y mediano plazo que aquejan a la población y a ocuparse del largo plazo, con políticas basadas en evidencia. Para eso, nuevas formas de profundizar la democracia deben ser exploradas, por ejemplo, con nuevas tecnologías y plataformas digitales que permitan mejorar la representatividad, como también nuevos mecanismos de legislación participativa comunitaria: de nivel local, regional y nacional. En el intertanto, el llamado es a los partidos políticos para que busquen y seleccionen a candidatos probos y con propuestas simples, concretas y enfocadas al bienestar y calidad de vida de los distintos grupos de electores, incluso a aquellos que pueden ser seducidos a superar la democracia.
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