Por unos minutos pensé qué podrían haber sentido los romanos cuando se incendiaba Roma a manos de Nerón, su emperador. Que luego persiguió a los cristianos como responsables de tan funesta destrucción.
Así percibimos algunos los distintos focos de incendios, destrucción, saqueos y también enfrentamientos entre militares y ciudadanos, primero en Santiago y luego en regiones. Era como revivir una dictadura en miniatura, pero en el siglo XXI. Una clase maestra para aquellas generaciones que no vivieron el temor de las armas en las calles, pero que también hoy enfrentaron con desobediencia.
La violencia económica y social es de contexto socio-histórico y representa la raíz de la inequidad, en que una gran población de chilenos que sin ninguna brújula, procuraron recuperar el poder y la dignidad perdida en lo formal y en lo simbólico, y que a diario se les quita en el alza de sus precarias vidas materiales, la imposibilidad de adquirir un bien, la ausencia de salud de los más veteranos o lo más desvalidos o de una educación incapaz de sublimar la ausencia de diálogo.
Las razones de esta violencia desatada, muestran un sinnúmero de elementos de difícil medición que siempre conllevan dolor. Podemos hablar de violencia en singular, como una sola, o de muchas violencias en plural, entendiendo que el escenario callejero es la expresión de una violencia que otros prepararon en terreno y que habitualmente se invisibiliza obviando a los verdaderos responsables, quedando reducida a la delincuencia de los desadaptados o de los delincuentes que quieren la destrucción del país.
Konrad Lorenz (unos de los fundadores de la etología moderna o de estudios del comportamiento) pone en perspectiva la violencia al interior de una misma especie, aspectos evolutivos en la lucha por el territorio, el alimento o la capacidad de perpetuar la herencia.
Es frecuente ver a los animales cómo hieren a los adversarios o de cómo se aniquilan, pudiendo incluso ser alimento para otras especies oportunistas.
Algo parecido al saqueo de un supermercado donde se ve una oportunidad de usufructuar de los bienes, tal cual un alimento disponible en la selva, donde nada se debe desaprovechar.
O de otros pensadores como Carl Schmitt (filósofo y cientista político alemán del siglo XX) que reduce la violencia al plano político “de amigo o enemigo”. Acaso cuando los militares o la fuerza pública reprimen ¿lo hacen con pistolas de fantasía?
No, lo hace con un plan preconcebido de una violencia de Estado desde sus armas adquiridas para la muerte, hasta un escenario legal de represión; si esto no es violencia de un chileno contra otro chileno, cómo podría ser tildado un levantamiento ciudadano, espontáneo y hacer frente a un poder tan asimétrico como son las fuerzas militares.
El poder político de momento que sacó fuerzas militares actuó de facto, pero abandonó su derrotero central que es gobernar y liderar para todos.
No solo propender a defender lo material, legítimo por cierto, pero carente de sustancia y visión de estadista.
Más relevante era construir diálogo ciudadano y transversal con partidos y organizaciones ciudadanas. Dicen que en las crisis se asoma el verdadero carácter, la ciudadanía mostró que quiere más y exige un Estado más protector, cansada que aquellos que roban sean los mismos que persiguen a los que levantan la voz de manera pacífica.
El gobierno debe dar luces urgentes en su capacidad de conducción y no abandonar a su suerte a los chilenos descontentos con el éxito de un chile desigual donde unos pocos beben del oasis. Donde la creencia de pertenecer al club OCDE supone ponerse por encima del barrio, pero lo cierto que somos un país del tercer mundo.
La paz es un acto de construcción social, físico y psíquico, ¡disfruten!
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