Chile ha ingresado en dinámica electoral, conforme nuestro cronograma político, y corresponde elegir dentro de poco más de un semestre a las nuevas autoridades que dirigirán el país. A la fecha, aún no se definen del todo los nombres que estarán en la papeleta de octubre próximo, pero ya estamos en modo electoral y eso irá subiendo de intensidad.
Si bien la nómina de candidatos presidenciales aún está forjándose, con o sin primarias, lo que ya se prefigura es el escenario que enfrentaremos el 2026. ¿Qué desafíos deberá enfrentar el país el próximo año? ¿Qué espacio tiene nuestra economía para recuperar el dinamismo perdido? ¿Se podrá controlar la ola criminal que empezó a crecer hace algún tiempo? Vamos viendo.
La crisis de seguridad
Es un consenso nacional que la principal preocupación que aqueja a la población es la inseguridad imperante. Numerosos estudios la identifican como la principal preocupación de la población. Comparativamente, Chile tiene mejores índices que la mayoría de los países de la región, pero eso es un dato estático, casi autocomplaciente. Lo cierto es que la tasa de delitos ha ido en aumento, a lo cual se suma la emergencia de nuevos delitos, que si bien ya predominaban en otras regiones del continente, aún no habían penetrado en nuestro país: el sicariato, el secuestro, la extorsión, entre otros. No es todo, en muchos casos, estos delitos son obra de organizaciones delictuales, algunas transnacionales, que se han instalado en el país.
Una de las principales deficiencias del combate al delito es que a la fecha carecemos de una estrategia eficiente de seguridad. Los esfuerzos desplegados, que no son pocos, en mi personal opinión, no se basan en una apreciación rigurosa y profesional de la amenaza que nos afecta. En la administración anterior, buena parte del diagnóstico oficial postulaba la defensa de la infraestructura crítica, lo que obviamente es a lo menos, una mala caracterización del problema, quizá explicable por el impacto del estallido social. En la actual administración el enfoque ha sido predominantemente legalista y legislativo, y el Gobierno, con apoyo de parte importante del Congreso, se ha empeñado en sacar adelante un conjunto de iniciativas que en sí mismas pueden ser de ayuda, pero que no reemplazan la ausencia de una apreciación rigurosa de la amenaza y de la maniobra necesaria para neutralizarla.
Como hemos señalado en anteriores ocasiones, es necesario advertir que los problemas de seguridad del país son diferentes por regiones. En la zona norte, el problema lo constituye la porosidad de la frontera y la instalación de bandas que incluye la emergencia de favelas, campamentos irregulares donde no existe autoridad estatal. Por cierto, cada cierto tiempo, las autoridades penetran esos campamentos, pero luego se van, y al final, el que permanece en el territorio es el que realmente lo controla, y muchas veces no es el Estado. En la Macrozona Sur, el problema es el accionar de organizaciones radicales mapuches que buscan autonomía estatal y que desarrollan una persistente, aunque a ratos intermitente, hostigamiento a las madereras mediante quemas de maquinaria, vehículos y robo de madera.
Estas organizaciones a menudo recurren a negocios ilícitos para su financiamiento y se entremezclan con diversas formas de delincuencia. Y en las grandes ciudades el problema lo constituyen las bandas de crimen organizado, que buscan control de territorio, para lo cual se enfrentan entre sí con violencia y crueldad, pero donde el objetivo no es tanto cometer homicidios, sino tener el monopolio del territorio para así lucrar mediante extorsiones a la población y controlar diversos ilícitos que les proporcionan rentabilidad.
Desarticular de las organizaciones delictuales, recuperar el territorio y desarrollar de la presencia del Estado en todas las regiones son, entre otros, los objetivos a alcanzar, y cada región requiere estrategias específicas a su realidad para ello. El tema es más profesional y operativo que legal, parlamentario o reglamentario, aunque esto último sin lugar ayuda, sin contar que a veces la maraña legal que se construye inhibe el accionar de las diversas agencias estatales.
Otro aspecto es que no basta con tener hartas leyes, ni nuevos organismos coordinadores, incluso una buena apreciación de seguridad. Se requiere profesionalismo en la tripulación del mando político, experiencia, gestión y liderazgo. Demás está decir que recuperar nuestro territorio y proteger a todos los chilenos es una tarea vital y básica del Estado, y también hacer conciencia que probablemente superará a esta administración y más que seguro a la que vendrá a fin de año. Pero es una tarea indispensable y de interés transversal.
La reanimación económica
La ralentización de nuestra economía viene desde hace rato, crecemos a tasas mediocres y perdimos el impulso de fines del siglo pasado y de inicios del presente. Urge actualizar con realismo nuestro modelo de desarrollo, más aún ante las grandes convulsiones que estamos viviendo en estos últimos meses.
Economías estancadas generan escasez y malestar social, peor aun cuando la concentración de ingresos castiga a la mayoría de la población. A varios años del frenazo económico, es evidente que los jóvenes de hoy no vivirán las mismas condiciones que vivieron sus padres. Comprar vivienda hoy es un desafío muy difícil para los nuevos profesionales, los costos de muchos servicios son casi de primer mundo, mientras que los sueldos ni se acercan. Recorrer supermercados en Europa comparando precios con los chilenos provoca a menudo gran indignación. Un gran acuerdo productivo, entre Estado, empresarios y trabajadores, que incluya productividad es indispensable.
El estímulo a la inversión sigue pendiente, y el rol dinamizador de la inversión pública (especialmente en infraestructura y vivienda) debiera dar un salto, y para ello no hay excusa política ni ideológica. Por cierto, para una economía tan ligada al mercado mundial como es la chilena, la inversión en infraestructura debiera estimular la creación de polos portuarios a lo largo de nuestro litoral, con vías férreas conectadas que permita agilizar la operación de embarque y desembarque, y con todo ello, ayudar efectivamente al estímulo a las regiones, rompiendo la inexorable concentración de todo en la Región Metropolitana. No es fácil atraer inversión externa en estos momentos de convulsión planetaria que vivimos, pero tampoco es imposible. Combatir la inflación es indispensable pero no puede ser lo único, se requiere reactivar la economía, si no, miremos que está pasando en la vecina Argentina.
La inestabilidad global y regional
Una tendencia dura de los tiempos que se vienen es la gran inestabilidad económica y estratégica en que ha entrado el planeta en los últimos tiempos. Se está reconfigurando el orden mundial. Ojo, este proceso nos supera, pero igual debemos advertirlo, y tomar las medidas necesarias para aprovechar las oportunidades, y neutralizar lo mejor posible los golpes que nos lleguen.
No es un tema exclusivamente comercial, ni se arregla con leyes, ni tampoco solo estratégico. Me atrevería a decir que tampoco corresponde a grandes diferencias ideológicas o políticas. Es un choque geopolítico entre las grandes potencias.
No es todo, las aguas agitadas de la política mundial retroalimentan las mareas locales, y si miramos el subcontinente sudamericano, casi todos, unos más, otros menos, los países atravesamos por periodos de crisis o precrisis. Sumemos el deterioro de la calidad de la democracia y la desconfianza de amplios sectores de la población en el sistema, y sobre todo en la voluntad y en la capacidad de las elites.
Todo ello requiere de una diplomacia realista, ágil y profesional, lo menos ideológica posible, prudente y audaz al mismo tiempo, porque en ninguna parte está escrito que la defensa de los intereses nacionales tiene que ser pasiva, o diluirse en rituales protocolarios.
Un requisito indispensable
Como señalamos al inicio, estamos entrando a un periodo electoral, donde la contingencia, a veces muy poco glamorosa y carente de la altura necesaria, no facilita la necesaria mirada larga que advierta el curso probable de los acontecimientos. Las tendencias que hemos sintetizado en esta columna se nos vienen encima, sobre ellas tendrá que gobernar la próxima administración, cualquiera sea el que triunfe.
Ante un mundo incierto y desafíos profundos, se hace más necesario que nunca que los chilenos todos, con visión nacional, junto con aportar cada uno con sus visiones, confluyamos en un esfuerzo indispensable, un requisito ineludible: ordenemos la casa.
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