Desde Arteche a Martínez

Gran parte de las renuncias al partido demócrata cristiano desde 1990 han provocado mucho dolor, porque en general son demócratas cristianos quienes han dejado la tienda política y eso duele.

Cuando renuncia Miguel Arteche a la DC, cerca de la mitad de los 90, me impactó mucho porque era un destacado escritor y poeta chileno humanista cristiano, pero a nadie importó.

Muy pocos lamentamos su renuncia. ¿Por qué? Porque no era importante, políticamente no tenía votos, no era parlamentario, no era ministro, no tenía maquina política, era políticamente un don nadie.

Así se fue conformando la lógica política, tanto de dirigentes como de militantes, un escritor o poeta, cuya obra intelectual no permite salir electo consejero nacional o diputado, da lo mismo. Que importa la cultura, en estricto rigor irrelevante. Camarada Arteche, usted fue el primer signo de que la DC estaba dejando de ser una comunidad  y a nadie le importó. El poder y el dinero son más fuertes.

Ya a fines de los 90. Claramente, la DC se estaba consolidando definitivamente como un conjunto de grupos referenciales y corporaciones clientelares y estaba dejando de ser una entidad social de representación.

La tesis del partido transversal fue la manifestación más tenebrosa de dicho fenómeno interno. Víctimas de la tesis del partido transversal, nuestros Camaradas Ricardo Hormazábal y Adolfo Zaldívar. Al primero, el mismo Presidente Lagos le pide la renuncia con la complicidad de varios camaradas y al segundo le montan una máquina transversal entre el gobierno y su disidencia para expulsarlo.

La primera victoria de Piñera me impulsó a elaborar la “tesis del Partido del bien común”, que consistía en hacer una oposición constructiva como partido, derivándose de ella otras tesis como la de los acuerdos nacionales y de la promoción de una coalición pluralista de centro.

Quiero recordar, eso sí, que ya a fines en 1999, antes de mi viaje a Alemania, elaboré la tesis “Un partido de Vanguardia para la Sociedad Comunitaria”, anticipando los hechos actuales, diciendo que la DC estaba descuidando al mundo socialcristiano, y sólo centrándose en sectores de centro-izquierda.

¿Qué pasó, entonces? Depositando nuestras confianzas en Ignacio Walker como presidente de la DC, avanzado los años de su gestión, éste comete un grave error incitado por su frivolidad política, la firma del acuerdo de la Nueva Mayoría. Quizás muy pocos en ese tiempo nos opusimos de acuerdo a nuestras posibilidades contra dicho acto.

Todo este proceso estaba contaminado o quizás poseído por dos factores tanáticos. El hacer política en base  a la fría búsqueda del poder, ajena a cualquier consideración ética y doctrinaria y hacer política no como partido sino que como alianza, diluyendo la identidad partidaria.

Las últimas renuncias de Mariana Aylwin, Soledad Alvear y Gutenberg Martínez, llenas de tristeza para los camaradas de buena voluntad. En este punto cabe destacar que la renuncia de Martínez tiene dos aristas. Por un lado termina un proceso de aciertos y de grandes errores y, por otro, conculca esperanzas para aquellos que estamos en el rescate socialcristiano del partido.

Sin embargo, de esa misma conculcación, la esperanza cristiana nunca muere. 

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