Día 20, la vitalidad frente a la tozudez

El ritmo de los acontecimientos sólo posibilita construir las tendencias generales y sus elementos esenciales, la protesta social vs el gobierno. En torno a ese eje se ubican y articulan los otros. 

A veinte días el gobierno sigue sin retomar la iniciativa, mientras reacciona con tardanza y lentitud porque esencialmente subestima la magnitud y energías en desarrollo. 

Estamos lejos de la normalidad y la paz social luego del nuevo gabinete y con el fin del Estado de emergencia y del toque de queda. No sólo no han disminuido ni la violencia, ni las destrucciones de locales, ni los saqueos, incluso se hacen  visibles en áreas céntricas y en horas diurnas en las grandes ciudades. Mientras y paralelamente con el retorno a clases se extienden las movilizaciones a nivel de los estudiantes secundarios y los funcionarios públicos. 

¿Qué viene? 

La continuidad de esta tensión porque no se avizoran elementos que desactiven la protesta ni que la desgasten. Tampoco que desde el parlamento - con muy baja credibilidad - surjan alternativas significativas.

La renuncia de Piñera es una demanda extendida que en la medida pasa el tiempo se fortalece. Su gobierno ha perdido incluso el respaldo de los propios como ya lo evidencian las encuestas y otros estudios. 

El país funciona en un modo de "normalidad de la emergencia". Aún, parece temprano el divorcio y la desafección de los propios con Piñera, pero en la medida que se extienda esta situación en el tiempo y repercuta aún más en los negocios podría hacerse más evidente esa presión. 

En el proceso se van dibujando escenarios más o menos posibles. El de la negociación a una semana del nuevo gabinete no ha logrado cuajar. Al contrario si el orden público era el objetivo del nuevo ministro Blumel eso no está conseguido. 

La señal más evidente del desgaste y  desconcierto de Piñera es su alternancia entre momentos de agudo silencio y locuacidad. Si había dudas en qué escenario está Piñera, la reciente entrevista a un medio internacional lo esclarece. Subestimación de la protesta por medio de la criminalización y una digestión calculada de las demandas para ser contenida en una escuálida "agenda social".

Lo anterior, combinado con la pretensión piñerista, reacción acostumbrada en su historial, de manipular las demandas vaciándolas de su contenido de poder. 

Porque ignorar o no asumir como esencial las demandas de Asamblea Constituyente y de Nueva Constitución es resistir el cambio de las reglas del juego aún vigentes heredadas de la Dictadura y mantenidas después. Esa y no otra es la demanda respecto del poder. Todo lo demás aislado, son abalorios y dádivas distractivas.

Piñera por personalidad sigue creyendo poder zafar de la crisis sólo con leves anuncios cargados de letra chica. Como otras veces se escucha a si mismo y descree de las evidencias de las marchas de al menos dos millones de habitantes.

El piñerismo busca desgastar y dividir la protesta social con caramelos a las Pymes y a los adultos mayores. Su patudez no tiene límites, “su presencia” en las marchas como principal e inmediato responsable en pancartas y consignas, rayados y garabatos no la ve ni la escucha.

La otra maniobra evidente es el plan Sichel de “Diálogos ciudadanos”, eventos manipulados que pretenden constituirse como alternativa respecto a los cabildos originados en la protesta social.

La normalización de las actividades es un desafío del gobierno que como esencial herramienta tiene a una represión extendida, marcada por la intolerancia hacia las marchas y demás expresiones sociales.

En esa sobre reacción de Carabineros está el origen de la violencia callejera y el testimonio más evidente son los miles de detenidos y los cientos de heridos que cada nuevo día se suman. 

La protesta social está próxima a completar un mes. Su permanencia, la instalación de contenidos, su masividad nacional y su diversidad de sectores constituyen su fuerza. Encontrar una representación legitimada y creíble junto con la inexistencia de un espacio que reúna sus múltiples voces es su mayor debilidad.

Mientras, los cabildos se auto convocan creando una significativa red nacional de creación y escucha colectiva. Por ello en esa red de cabildos también podría estar la red de representación y de vocería.

Ni los partidos políticos opositores ni sus parlamentarios reúnen la legitimidad suficiente para representar con lealtad la heterogeneidad y ambición de la protesta social. Incluso más, la extensión de las demandas hace aún más complejo priorizar o jerarquizar.

¿Qué puede ser primero ¿los abuelos en lista de espera o las familias con endeudamientos crónicos? 

¿Las pensiones miserables de las AFPs o el IVA a los libros?

¿Reponer la agenda respecto al Cambio Climático previa a la COP 25?

¿Los jóvenes asfixiados con el CAE o los territorios con sequíaso catalogados como zonas de sacrificio?

¿Podrá la representación social de los cabildos convivir con las multigremiales preexistentes y con los parlamentarios de oposición en un reparto y respeto de los roles y un mínimo pragmatismo ante la dimensión de la tarea?

Postulamos que la unidad de la protesta no requiere ser ni uniformidad ni tampoco vasallaje. Veinte días es tiempo más que significativo para reaccionar y articular acuerdos que fortalezcan el movimiento sin agotarlo con marchas y concentraciones diarias.

La desobediencia civil en algún momento podrá traducirse en cesación de pago de tarjetas o la bandera mapuche izada u otras acciones de cohesión y manifestación.

Las violaciones a los Derechos Humanos de estos veinte días son visibles y evidentes, reposicionando los peores momentos de la tiranía. Muy pronto, los observadores internacionales revelaran lo visto en su permanencia en Chile y  ya se conoce que tampoco la final de Copa Libertadores tiene garantías suficientes de seguridad, todo lo que continua deteriorando la imagen-país

Y como en otras ocasiones, dejar la calle y la iniciativa múltiple y creativa de la protesta tras la hipotética promesa de un “después conversamos” sería bajar los brazos sin otro logro que el reventón asociado a la frustración.

Chile despertó.

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