¿Diálogo o monólogo?

Los dos grandes problemas que detonaron las manifestaciones estudiantiles fueron su endeudamiento en la Educación Superior y la calidad de la educación, en todos los niveles.

Respecto al primer asunto, es evidente que, para muchas personas, los créditos asumidos para poder estudiar resultan prácticamente imposibles de pagar.

Y eso requiere solución, ya que no fue previsto al iniciarse el CAE, lo que puede calificarse como un error, especialmente por no haber limitado la diferencia entre el Arancel de  Referencia, que define el monto del crédito, y el Arancel Real, que ha subido mucho más que el primero.

El gran tema de la calidad, con todas sus aristas e implicancias ha sido objeto de extensos análisis, técnicos y no tanto, concordándose en tener nuevas instituciones que regulen y fiscalicen (Superintendencia) una nueva estructura del sistema escolar, con desmunicipalización parcial o total, y un rediseño de los mecanismos de acreditación.

En este escenario, se ha planteado el diálogo, como forma de lograr acuerdos y avanzar en resolver las cuestiones planteadas. Además, ha aparecido la idea, explícita o implícitamente, que es imposible decir que no a las “demandas” de los estudiantes.

Ahora bien, una manera de no dialogar (que significa conversar o negociar entre dos) es negar su esencia misma, como afirmar que previamente el otro debe aceptar mis planteamientos acerca del núcleo mismo del tema en debate. Evidentemente, en ese caso, tendremos un monólogo y no un diálogo.

Eso se lo he escuchado a dirigentes estudiantiles y gremiales, a varios parlamentarios y dirigentes de los partidos políticos, lo cual demuestra la transversalidad que parece estar generando una forma de pensamiento, cercana al totalitarismo.

Dialogo contigo solo si tenemos las mismas ideas. Los filósofos que desarrollaron el pensamiento lógico, incluso los pre socráticos podrían revolverse en su tumba, ya que dia-logo significa el acto de compartir o intercambiar la palabra, el conocimiento, el logos.

En este contexto, las respuestas del Gobierno no han sido claras, ya que no ha planteado en forma transparente en qué puntos existe desacuerdo y cuáles son los argumentos sobre aquello que no ha aceptado.

Al final, parece que el Presidente estaría dispuesto a conversar de todo, sin exclusión de temas ni interlocutores; si así fuese, es una buena noticia.

Un tema menor, pero carente de toda explicación lógica, se ha producido con los dirigentes de las manifestaciones.

En este período se planteó una negativa completa a la participación de la Iglesia Católica como mediadora, por tener conflicto de intereses, lo que es muy razonable.

Sin embargo, uno de los que ha aparecido como una especie de vocero del movimiento, que ha estado presente en prácticamente todas las reuniones de la CONFECH, es el Presidente del Colegio de Profesores.

Si alguien piensa que el camino de solución para elevar el nivel de la educación no tocará las condiciones de trabajo, los incentivos, capacitación y evaluación de los que son hoy profesores, creo que está equivocado.

Sólo tomemos lo que dice el movimiento Educación 20-20. Esos cambios no pueden tener el apoyo de ese Colegio, porque existe desde la partida un conflicto de intereses, ya que no es posible que no se toque a los profesores.

Esa es una contradicción en los términos, lo que me produjo un deja-vu, de hace 40 o 45 años, época en que era estudiante universitario.

Hoy necesitamos que el ambiente enrarecido se refresque, ya que ha estado por demasiado tiempo lleno de bombas lacrimógenas y de telarañas mentales, de eslóganes y afirmaciones dichas sin considerar la realidad, sin tomarse la molestia de estudiar los análisis cualitativos ni las cifras sobre la educación en Chile.

Decir que estamos peor que antes no es verdad, ni en Educación ni en otras dimensiones sociales y económicas; postular que el principal problema para una educación de calidad es la existencia y retiro de utilidades de los sostenedores o socios de los establecimientos, no tiene soporte en los hechos; desear la gratuidad de la educación para todos, en todos los niveles, es una aspiración que acentuaría nuestras enormes desigualdades.

Es como si una gran cantidad de chilenos se hubiese embriagado con una visión auto flagelante sobre lo que hemos vivido en los últimos 20 años.

El mundo no es blanco o negro, lamentablemente los grises predominan, pero a quienes tienen visiones en los extremos del espectro político no les interesa ver los matices, ya que la realidad casi nunca se ajusta a sus convicciones, a sus dogmas.

No se trata de ser auto complaciente, por el contrario, se trata de reconocer que en muchas cosas se cometieron errores, siendo el más grave haberse despreocupado de la distribución del ingreso, madre de todas las batallas actuales, por un excesivo énfasis en atacar la pobreza.

Pero decir eso no es lo mismo que encontrar que creamos un sistema social y económico perverso, y que Chile es menos que hace 20 años.

Resulta muy lamentable escuchar eso de personas que apoyaron y participaron en los Gobiernos de la Concertación, nuestros Gobiernos.

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