Llevamos años discutiendo las condiciones para generar mejores pensiones para nuestro país y en especial para quienes ya jubilaron con rentas de miseria. Es cierto que la Pensión Garantizada Universal (PGU) ha traído algún alivio a estos sectores.
Al menos en los dos últimos gobiernos de Bachelet y Piñera se presentaron respectivos proyectos que no llegaron a puerto, aunque en el último se estuvo más cerca. Ayer, como hoy, el problema está en la forma como se distribuye y administra el 4% de Piñera, el 5% de Bachelet y el 6% de Boric.
Este es el punto que genera fricciones. Según las declaraciones de la oposición el punto sigue siendo el mismo y no se ven horizontes de cambio. Si inicialmente para el Gobierno el 6% debería ir a fines solidarios para mejorar la actual condición de jubilados, con el tiempo ha cedido a 2% de capitalización y 4% con fines solidarios. Por su parte, la oposición señala que el 6% debe ir a ahorro individual y declara que no se moverá de allí. Agregan que el aporte solidario debe realizarlo el estado aumentando la PGU, sin distraer los recursos particulares.
Surgen muchas preguntas al respecto que tienen al parecer pocas respuestas: ¿Cuál es el fin de dialogar si no se está dispuesto a ceder? ¿Cómo se aumenta la PGU si a su vez no están disponibles para un aumento impositivo? ¿Qué intereses se defienden, en definitiva, los de la AFP o los de los trabajadores y jubilados?
Son preguntas que nos hacemos todos los chilenos y las respuestas sólo muestran incoherencia. Por ejemplo, en la propuesta de Piñera quienes estuvieron dispuestos a ceder en un porcentaje para fines solidarios, ¿por qué hoy se niegan a ello? También parece incoherente pedir que se aumente la PGU, pero sin nuevos aportes tributarios.
El tema es que por una parte los jubilados siguen esperando una solución más definitiva a su situación y los políticos hacen un festín de sus posturas ideológicas, las mismas que cuestionan para otros (la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio). Por otra, y lo que más me preocupa, es también qué tipo de sociedad vamos construyendo con las decisiones que tomamos.
El generar un porcentaje solidario de parte de los nuevos ingresos nos compromete, a cada chileno, con la realidad de otros. Eso educa y forma una consciencia solidaria real. Cuando los recursos se generan por el Estado, es como plata de todos y de nadie.
Si queremos gestar un mejor país, la solidaridad debe estar en el principal motor de su desarrollo, porque con ello se va construyendo una sociedad fraterna. He planteado en otros textos que sin fraternidad nunca habrá una efectiva igualdad y una real libertad. La fraternidad es la fuerza capaz de darle real sentido a la libertad y a la igualdad, sin ella seguimos cayendo en el tradicional capitalismo (libertad) y comunismo (igualdad), que no han sido capaces de resolver los problemas de la sociedad con real dignidad y humanidad.
La Teletón, las ayudas para los terremotos, inundaciones y otras son momentos de encuentro nacional, porque aflora esa solidaridad generadora de fraternidad. Eso nos hace crecer más personal y socialmente.
Los políticos serios son aquellos que tienen consciencia del futuro que están labrando con sus decisiones y que solo pueden ser las de lograr un mejor país para todos. Por lo tanto, no solo se limitan a responder a la inmediatez de una decisión, sin vislumbrar sus consecuencias.
Es cierto, el Estado Social de Derechos o también llamado Estado de Bienestar, se da en sociedades que se sustentan en el principio solidario y hoy está considerado en las bases de nuestra anhelada nueva Constitución. Sin embargo ello no limita la generación de actos concretos, conscientes y medibles de mi solidaridad hacia otros, porque eso nos hace mejor persona y mejor país.
Propongo que trabajemos por la fraternidad, sustentada en la solidaridad y evaluemos cada decisión en la realización de esta gran misión.
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