El alto costo de la intransigencia

La transición chilena muestra reiterados episodios de intransigencia de la derecha, que ha llevado  las cosas al límite, hasta que revientan. El caso Penta es un ejemplo más de  la obstinación de personeros de la UDI, que termina dañando a la institucionalidad democrática y a todos los chilenos

¿Cuántos años se ha alertado de  la necesidad de separar política y dinero de una manera que acabe con el privilegio,  empareje la cancha y evite el riesgo de corrupción?

¿Cuántos proyectos se  han presentado en el Congreso, que la derecha ha rechazado argumentando  que ese dinero debe ir a fines sociales, mientras recibe ingentes fondos por debajo de la mesa de manos de empresarios ideológicamente duros?  

Hoy  estamos observando las consecuencias: la política se financia de modo torcido, grupos  de  derecha  pueden mantener  ocultas  sus ventajas, mientras  se obliga  a todos a la complicidad de buscar recursos sin transparencia, con daño a la credibilidad del sistema institucional.

Los candidatos de centro izquierda carecen, generalmente, de recursos propios o redes de apoyo con dinero suficiente. Y si solo postularan los que se autofinancian, desembocaríamos a corto andar en una plutocracia. De allí la importancia de una acción pública que iguale condiciones para el ejercicio democrático.

Quienes actuamos en política  hemos debido buscar recursos privados para financiar  campañas.Y antes de 2006 era peor, pues no había ningún aporte del Estado, con la excepción de la franja televisiva. Los menguados  avances logrados en los últimos años son insuficientes, y la experiencia arroja  luz: falta de transparencia, escasa capacidad de fiscalización de  gastos y de aportes ilegales, y nula contribución al financiamiento de los partidos políticos.

Los partidos   no cuentan con recursos públicos para capacitar a sus miembros, formar dirigentes, estudiar los temas nacionales prioritarios, elaborar programas y estrategias y desarrollar mayor actividad en regiones. Esta situación es malsana y riesgosa para nuestro futuro.

Es  el momento de  dotarnos de un mejor sistema de financiamiento de  campañas  y de los partidos : transparente, parejo y bien fiscalizado.

Para tejer grandes acuerdos, Chile  necesita   una  derecha más abierta, atenta a los hechos contemporáneos, y con  líderes moderados, menos ideologizados.

Han emergido algunos síntomas positivos que ojalá se afiancen. La intransigencia y el predominio  de sectores de derecha extrema  sobre los moderados alienta  a su vez la intransigencia y radicalización  de grupos de izquierda. Y sabemos que  la polarización es receta para el fracaso.

Aprendamos la lección: estirar la cuerda hasta que se corte es  mala receta. Así lo ha hecho el partido UDI, oponiéndose a innumerables iniciativas. Esa postura acrecienta  la justa desconfianza  ciudadana y socava  el sistema político. Realizar a tiempo las transformaciones es crucial.

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