El Apruebo es más que aprobar

En el proceso de avance hacia la nueva Constitución han surgido dificultades que eran esperables, y otras que resultan inesperadas en el esfuerzo de dotar a Chile de una Carta Política del Estado, nacida en democracia.

Ante la posibilidad de una nueva Constitución, bien se sabía que los grupos privilegiados protegidos por el modelo constitucional impuesto en 1980, saldrían con empecinamiento e ilimitados recursos a defender el régimen imperante. Esa conducta se repite a lo largo de la historia, los dueños del poder y la fortuna prefieren enfrentarse a las fuerzas y corrientes transformadoras antes que ceder posiciones y convenir cambios y alternativas que permitan el progreso social.

Pero también hay imprevistos. Los autogoles. Estos comenzaron con el maximalismo y el absurdo exhibicionismo con que parte ruidosa de los convencionales asumió su labor, tratar de obstruir la instalación de la Constituyente y ofender a la representante del Tribunal Electoral fue una primera señal nefasta, es decir, abusar de un poder trascendente pero transitorio, luego sobreactuar y no pensar en la imagen de la Convención y sus consecuencias, es decir, la rígida intolerancia conduce a un estéril sectarismo que termina con un mal balance para quienes lo realizan o como en este caso para la causa que se dice promover.

Por otra parte, ha resultado perjudicial el traslado de figuras con larga trayectoria -como también actores ocasionales en el progresismo- a las filas del Rechazo. Hay casos en que sus razones se fundamentan, en otros domina la tentación de hacerse famoso diciendo aquello que los medios publican. Una vía a la fama fácil, pero, en lo ético altamente cuestionable.

Resulta penoso ver a ex concertacionistas en alianza con una derecha soberbia, dura, confrontacional, envuelta en el clima turbio de sus "fake news" que distorsionan a diario el contenido del texto constitucional a plebiscitar. Se revela un progresismo temporal que se delata como simple conveniencia ya que hoy hay un contubernio con la derecha más conservadora.

Las amenazas de la ultraderecha se dejan de lado o se niegan, pero hay frases e imágenes que reviven en la memoria el recrudecimiento de la oposición al Presidente Allende en 1973, en especial, recuerdo las dramáticas palabras de Radomiro Tomic en que advertía del peligro que se levantaba en contra del régimen democrático, lamentablemente, él no fue escuchado.

Hay también una preocupante amnesia, ahora se olvidan los obstáculos que tuvo la transición democrática, el repulsivo tutelaje pinochetista y el papel de eficaz contención que jugaron los enclaves autoritarios de la Constitución del '80, defendidos férreamente por la derecha, al retrasar el reconocimiento de derechos sociales esenciales para una sociedad justa, digna e integrada. El costo fue muy alto porque al quedar inmovilizado ante la injusticia el sistema político sufrió un grave desgaste y pérdida de credibilidad.

Así, en el debate plebiscitario existe una mirada miope que ignora el impacto de la perpetuación del Estado subsidiario y pasa por alto la inequidad en la distribución del ingreso y la aberrante desigualdad generada en el país. Esa visión sesgada de la realidad nacional se desentiende de la aguda crisis de representación del sistema político, fundada precisamente en la crítica social hacia la impotencia del Estado para enfrentar los abusos de poder y las injusticias incrustadas profundamente en la convivencia social.

La conciencia popular sabe que la derecha no dejara de defender sus privilegios, por eso, entra a juzgar aún más duramente a las fuerzas políticas que deben luchar por el cambio social y, sin embargo, caen en la inacción, pierden la iniciativa y quedan en la pasividad ante la extensión de la marginalidad y la pobreza.

Así, paradójicamente, se fue instalando un nocivo conformismo ante la resistencia al cambio de las fuerzas neoliberales que, en ciertos casos, pasó a ser conservadurismo, lamentablemente eficaz en mantener un tipo de sociedad que agobia a las fuerzas sociales y que la sociedad chilena manifestó muy mayoritariamente su voluntad de superar. Por eso, valorar la esencia positiva de la tarea histórica de los gobiernos democráticos durante los llamados "30 años" no puede significar, en ningún caso, pasar por alto sus carencias estructurales.

Por otra parte, en sectores de los y las partidarios del Apruebo se hace presente la inclinación a refugiarse en el nicho más fiel de quienes les respaldan y se toman medidas, adoptan imágenes y mensajes que exaltan las filas más leales, pero reducen la convocatoria a los "duros, puros y maduros", así se ganan cómodos aplausos, pero no se incorporan nuevas voluntades a la causa común.

Por eso, es decisivo orientar la opción del Apruebo con amplitud, sumando y no restando, ensanchando las filas de las fuerzas y protagonistas que se unen en la diversidad con la voluntad de tener una nueva Constitución. Es un reto histórico. El Apruebo es más que aprobar, es lograr que el camino de la transformación social en democracia, pluralismo y libertad sea posible.

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