El Camaleón

Sergio Velasco
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Dicen los que saben que las malas noticias nunca llegan solas. La guerra de las vacunas, está en su pleno apogeo desde el primer día de la pandemia, con resultados negativos hasta ahora.

Las potencias que controlan el mercado de la salud en el mundo se están disparando con todo lo que tienen, a fin de tomar el control de las necesidades de protección ante el letal virus que llegó para quedarse.

Desastrosa consecuencia ha significado para las familias, el contagio que abarca todos los continentes, sin importar clase social, ni estado económico, color o religión, mata por igual sin distinción.

Es de tal envergadura el ruido informativo en que nos encontramos que resulta casi imposible darse cuenta de los otros flagelos que se están estacionando frente a todos nosotros haciéndonos perder la natural capacidad de asombro.

Todo esto ocurre ante nuestra propia faz. Obligándonos a procesar fake newes, en cuanto matinal existe, mientras el planeta se cae a pedazos, al fin al cabo, “sálvese quien pueda”.

Noticias falsas que se caen por su propio peso. Amparadas por los medios de difusión del gobierno con la intención de borrar las malas políticas sanitarias y sociales que se han aplicado ante una población desmedrada, sin la posibilidad de réplica.

Nadie habla con fuerza de las otras desigualdades, tanto o más letales, que el mismo coronavirus, me refiero al sector educacional; la economía formal e informal; la seguridad social de los y las chilenas, las condiciones laborales, acompañado de un inédito desempleo; ni en los peores años de dictadura, el acceso a la casa propia; con contratos leoninos para los que logran adquirirlas.

Los adultos mayores y la niñez son apenas un sub-título, en los especializados medios de la parafernalia, cuyo principal objetivo es confundir a la gente.

La salud de la población, es un chiste cruel, porque afecta la vida de las personas. Sin una vacuna comprobada seguiremos en cuarentena obligada.

El Colegio Médico, ha objetado permanentemente, los cuestionados resultados, sostenidos por organismos respetables, nacionales e internacionales.

La corrupción reina en gloria y majestad, en compras de artículos fallidos, insumos a sobreprecio, arriendos de hoteles o moteles, a parientes de autoridades del gobierno, contratos de personal no idóneos, y gastos superfluos sin respaldo alguno.

Súmale una escasa y mala protección a la primera línea, los y las funcionarias del sistema público de salud, muchos de ellos médicos enfermeras tens, (una violada) administrativos, choferes y demás personal hospitalario y clínico, que fallecieron en cumplimiento de su obligación sanitaria.

No son solo cifras frías, meros números para la estadística diaria del ministro París. Lo que aún desde la Moneda, no se escucha como el Estado va a indemnizar a quienes murieron, por cuidar y proteger, al paciente contaminado. 

La política que apostó el des-gobierno fue dividir y vencerás, hoy tiene a la oposición desarticulada, peleándose el escuálido hueso legislativo y territorial, atomizando el pensamiento, logrando que la nación se divida entre ellos y los del frente, sembrando la idea que el pueblo debe aceptar lo que simplemente le otorguen.

El cambio constitucional del plebiscito del 25 de octubre, ha hecho florecer en primavera una serie de bichos raros, que inundan los medios, hasta el cansancio, la gente está hastiada de las mismas caras con el mismo canturreo, en que el sonsonete mayor es el fantasma de la rebelión social, del 18 de octubre pasado.

Entonces como último recurso echan  al camaleón, que puede aparecer vestido de cualquier atuendo típico, campesino, o mapuche, hasta aymará, cuando no minero o pescador artesanal, siendo un animal político, no trepida en renunciar a sus orígenes golpista, hasta confesar que Dios lo iluminó, conversando con su gurú, dándose cuenta que es un distraído socialdemócrata.

La disyuntiva no está en los extremos, No podemos quedarnos en esta simpleza.

La sana esperanza son los jóvenes que piden a gritos encontrar un líder, no un Superman, con sus aburridos discursos dialécticos, que a nada positivo conduce.

 

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