El descalabro

Después del triunfalismo y auto halago al comenzar la emergencia, el gobierno a través del ministro de Salud, dijo que quedó en la “oscuridad”, es decir, sobrepasado con creces por la crisis sanitaria y social que no puede frenar y lo debilita día a día.

Piñera aseguró que dio las instrucciones requeridas y que se adoptaron las medidas necesarias, afirmando que el país estaba preparado, pero no era efectivo, los respiradores para la emergencia no estuvieron como dijo y, en abril, partió un goteo con más difusión mediática que cantidad en el aeropuerto de Pudahuel.

Luego, ante la evidencia del descalabro sanitario con realidades dramáticas en las salas de urgencia de los hospitales, el gobernante pasó de los elogios a si mismo a propagar oscuros vaticinios atemorizantes, volvió a hablar de una “guerra” y reforzó el control policial y castrense calculando que así se calmarían los reclamos ante las penurias, la cesantía y la improvisación.

Pero, la gente ante el peligro del hambre comenzó a protestar igual y la derecha aprovechó la debilidad de la autoridad para pedir más cuotas de poder. Entonces, el gobernante realizó un cambio de gabinete intrascendente en su contenido real porque no aborda los auténticos retos creados por el crecimiento de los contagios, el número de muertes y el aumento del desempleo, pero si incrementa los “cupos” de la derecha en el gabinete.

Vale la pregunta, en medio de esta tremenda emergencia, ¿tiene alguna importancia que uno de los partidos de la derecha haya incorporado uno de sus “grandes” (como se ha dicho) personeros al llamado Comité Político de ministros?

En un gobierno ultra-personalista como el actual, para la solución de la crisis sanitaria no tiene ninguna trascendencia, más aún, si el ministro de Salud sigue como el “gran patrón” nombrado por el Presidente, con una autoridad sin contrapeso alguno.

La estrategia de Piñera ha pretendido suprimir la crítica, pero por grave que sea la crisis sanitaria no podrá acallar las opiniones diferentes, porque el encierro de las familias, sin ingresos para sobrevivir trajo una gravísima catástrofe social y aunque se quiera que la gente olvide no se borran de las mentes las humillaciones y padecimientos.

Ahora, 3 meses después del primer contagiado, resulta increíble que la autoridad descubra lo evidente, que la atención primaria de salud puede ser una gran ayuda por su instalación territorial, con el objetivo de dar seguimiento a decenas de miles personas contagiadas que circulan agravando la expansión del virus.

No cabe duda que las predicciones son sombrías. La crisis  se extenderá por meses y los contagios y muertes crecen en forma alarmante, colocando a Chile en los primeros lugares en el número de personas infectadas en relación a la población del país.

Sin embargo, hay que rescatar la ardua labor de los trabajadores y profesionales de la salud en su conjunto y, de modo especial, de los funcionarios del sector público que han permitido salvar incontables vidas con su corajudo esfuerzo.

En el ámbito económico se desplomó la producción y el comercio. La caída del Imacec un 14,1%, en el mes de abril, ocurre en esa magnitud por primera vez desde que esta medición existe.

La gestión económica de la crisis sanitaria en su afán de proteger a los empresarios ha conducido a una debacle demoledora para esos mismos intereses. No basta el juego bursátil para conducir un país.

Así, el horizonte de la superación de la pandemia está lejos y se instaló el peor escenario, que el triunfalismo del gobierno desconoció segmentando la información: en suma, hay crisis sanitaria, crece galopante la cesantía y no hay perspectivas de reactivación económica.

La estrategia oficialista es un descalabro en todos sus términos. La llamada “cuarentena dinámica” resultó la peor solución. En rigor, estaba condenada al fracaso. En una comuna sí y en la de al lado no, ésta sí, ésta no, como en el antiguo juego infantil, era imposible, un azar que no tomó en serio el alto riesgo sanitario, por tanto, no podía haber frutos, era jugar con fuego.

Con esa frágil contención el virus superó el obstáculo y se incubó en los sectores densamente poblados de la ciudad de Santiago.

Así el efecto del encierro actúa al revés propagando el Covid 19 en el hacinamiento de las estrechas habitaciones en que transcurre la dura vida de gran parte del mundo popular, esas condiciones que la autoridad desconocía y que no se preocupó de saber cuándo tomó decisiones que hoy le cuestan muy caro a incontables familias.

No hubo cuarentena en toda la ciudad para mantener la actividad económica, pero el resultado es un fracaso, ante eso el gobierno tuvo que rectificar y aplicar un periodo de cuarentena más prolongado, incluso con toque de queda; la consecuencia es bien clara, la actividad económica se fue abajo en caída libre por el efecto directo de la extensión del confinamiento y porque se encerró a la población sin ingresos ni medios para sobrevivir.

El ministro de Economía reconoce que la caída del sector comercio es “impresionante”, es penoso que ahora se venga a dar cuenta de lo que debía saber, la población encerrada y sin ingresos estaba condenada a sufrir y la economía a quebrar. Es increíble que desde Piñera hacia abajo, el conjunto de tan “brillante elenco de amantes del libre mercado” no reparara que la gente no podría comprar y que por tanto el comercio iba a sucumbir.

En definitiva, la insensibilidad social y el autoritarismo político de la tecnocracia más el ultra personalismo del gobernante han convertido la crisis sanitaria en una catástrofe que agrava los padecimientos de la población. Es el efecto paradojal que provoca un tacaño: lo barato sale caro, vale decir, pensando en “bajar el gasto” no se tomaron con el rigor y volumen necesario las medidas de confinamiento cuando había que tomarlas y tampoco se entregó el financiamiento para que la población lo pudiera soportar. Ahora con la pandemia desatada rectificar y tomar medidas urgentes tendrá un costo muchísimo mayor.

La crisis social es infinita y la gente no es la que tiene la responsabilidad, como se insiste en la publicidad oficial. Es cierto qué hay hechos fuera de lugar, frivolidades e inconductas, de las que el propio gobierno no es ajeno, pero una abrumadora mayoría de la población ha tenido un comportamiento encomiable, disciplinado y a la altura de las circunstancias.

El régimen, institucionalmente, no ha hecho autocrítica alguna de su gestión y responsabilidad, de los castillos de naipe, con que se solazo e improvisó, no hay indicio que piense hacerlo y juega sus cartas a un presunto Acuerdo Nacional que lo salve en la imagen pública. Ahora el Presidente de la República tiene apuro, los nervios se lo comen, sólo espera que la oposición le firme un texto ampuloso, que llama Acuerdo Nacional, con el cual tapar su desnudez.

Pero, ¿y la solución para la población?

¿Cuál es la acción concreta, el contenido de las medidas, el apoyo a los municipios donde se radicó el hambre, los plazos y los recursos involucrados? Sobre eso sólo evasivas y show con las mentirosas y humillantes “cajas” de alimentos, de dudosa distribución y contenido, que no son ninguna solución frente a la magnitud de la catástrofe.

A Piñera lo que le importa es la cuña a mediodía, así está en la tele en todo el país, mientras las familias se las arreglan como pueden.

Ante la enorme catástrofe humana, la oposición debe exigir un Plan Social de Emergencia, concreto, comprobable, lo demás es prestarse al afán mediático, mezquino e impresentable.

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