"Si alguna vez mi voz deja de escucharse, piensen que el bosque habla por mí, con su lenguaje de raíces". Estos versos de Jorge Teillier hoy resuenan como un eco adolorido que recorre las entrañas de un país invisible.
¿En qué bosques buscaremos la voz de Julia Chuñil? ¿Acaso la buscaremos en esa patria imaginaria sustentada en el despojo? Esa patria cuyos andamios están hechos de pobres, de rotos y vagabundos, de huachos, de mujeres olvidadas/silenciadas, de pueblos originarios exterminados. Esa patria que paseaba pobres encarcelados en los carros jaulas portalianos para disciplinar al bajo pueblo.
¿Es este el Estado "en forma" que con tanto orgullo se defiende? Un Estado que, desde sus primeros años como independiente, se entregó a los anhelos de privados y extranjeros que veían en los pueblos originarios una amenaza a la lógica instrumental y occidental de desarrollo. ¿Olvidamos acaso que Chile fue uno de los primeros países que tuvo campos de concentración por allá por fines del siglo XIX? En donde se encerró a la niñez selk'nam, en donde se encerró a la mujer selk'nam, en donde se encerró la ancianidad selk'nam, mientras al resto de la población los perseguían y asesinaban. Ese campo de concentración estuvo ubicado en Isla Dawson. Sí, la misma utilizada por la dictadura militar de 1973, nuevamente para encerrar la humanidad.
La porfía de una cultura autoritaria que es transversal y latente a la idea de republicanismo que tan fácil se utiliza en rodeos y fondas para celebrar la patria, mientras los desalojos de las tomas de terrenos del roterío, pasan como telenovelas por la prensa empresarial. Así como en el Wallmapu la paz de motosierra asesina bosques milenarios y defensoras/es de la tierra, en otros lugares las retroexcavadoras desarman casuchas de pobres (todas con la bandera en alto) que se amontonan a la orilla del neoliberalismo que tan cómodo nos sienta.
¿Qué emblema servirá para abrigar la memoria de Julia Chuñil? ¿Será acaso esa bandera que flamea orgullosa, dispersando en el viento su olor a desaparecidxs, a desplazadxs, a perseguidxs y torturadxs? Duele la humanidad en lo más profundo.
"Lo digo, lo escribo y lo repito. Este es un encargo de otros tiempos legado por la naturaleza de la vida y los designios cósmicos de mis antepasados mapuche, este desusado oficio sin más herramientas que la ira". Estos versos de David Añiñir, poeta mapuche, ponen voz a la rabia que quema, a la rabia que apena, a la rabia que se contiene pero que no se olvida.
Según la información que se maneja, a Julia Chuñil la quemaron. Y la quemaron por estar en disputa de tierras con el empresario Juan Carlos Morstadt Anwandter. A Julia Chuñil la quemaron. ¿Qué palabras se pueden decir frente a eso? ¿Qué sentimiento puede salir del pecho al leer esta noticia? ¿Qué llorar, si el asombro y la rabia atora la garganta cargada de siglos de injusticias? A Julia Chuñil la quemaron. Pero su fuego arderá en toda la tierra, la misma tierra que ella defendió con su vida. El fuego de Julia Chuñil quemará la memoria y las páginas de historia, esa memoria silenciosa y silenciada, esa memoria tan escasa para nuestro epimeteico país. Esa memoria subterránea, que no se fue para la casa con el arcoíris fantasma, tampoco se olvidó de las calles. Esa memoria que viene cargadita de animales, de naturaleza, de mujeres, de niñez, de roterío y de excluidos. El primer asomo serio de esa memoria, fue el 18 de octubre del 2019. El primero.
Podríamos haber reflexionado sobre la razón instrumental que se instaló desde el siglo XVIII en Occidente. Podríamos haber analizado las implicancias de esta razón instrumental en las grandes masacres del siglo XX y haber citado a Schmitt, Heidegger, Adorno, Horkheimer, Bauman, Foucault, entre tantos otros. Podríamos haber señalado que es esa razón la que hoy está en crisis. Podríamos haber defendido la idea, que es ese modelo de ilustración, el que hoy está en cuestionamiento. Podríamos habernos detenido en señalar, que es precisamente la memoria subterránea que fue desplazada por esta razón instrumental, la que hoy viene por la revancha. Pero no. Hoy preferimos solo hablar del dolor, hablar de la impotencia y de la rabia, pues a Julia Chuñil la quemaron y duele la humanidad profundamente. (Pero la memoria subterránea, viene por la revancha)
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