Los gravísimos escándalos por financiamiento irregular de la política, como Penta, Soquimich y otros; también los vergonzosos casos de colusión en la industria farmacéutica, del papel, avícola; así como el enriquecimiento ilícito a través de abusos de poder en los municipios y las recientes denuncias acerca del mal uso de recursos fiscales denunciados en el caso "convenios" o "fundaciones" han sido golpes durísimos a la legitimidad y credibilidad de los Partidos políticos y de la acción política en su conjunto.
En rigor, ese es el principal desafío de la democracia chilena, es decir, revalidar y reconstituir el prestigio y la autoridad de la política para lograr dar respuesta oportuna y adecuada a las grandes tareas, institucionales, económicas y sociales que están planteadas.
Ello se hace especialmente evidente si se conocen y analizan los datos de la reciente Encuesta de Caracterización Socioeconómica (Casen), cuya presentación resaltó un dato clave en la vida de un país, la disminución de la pobreza de 10,7 a 6,5 % de la población, una reducción tan considerable como imprevista, sobre todo para la derecha que esperaba cifras negativas, probablemente, para recibir nuevos insumos que le permitieran recrudecer sus ataques al gobierno del Presidente Boric.
En los buenos números de la Casen está el rol del Estado, la política de balance estructural y los ahorros de los excedentes de los elevados ingresos del cobre durante varios años. Sin embargo, nada se reconoce, todo se ignora y omite. La derecha que piensa que volverá a gobernar encuentra todo malo y no le importa una polarización en que el país quede como tierra arrasada. Lamentablemente, tiene inesperados aliados en el oficialismo que masifican una mirada oscura y catastrófica.
Por cierto, a la actual derecha obtusa que justifica el golpe militar no le vamos a pedir que reconozca el acierto histórico de la lucha liderada por Salvador Allende para nacionalizar el cobre, ese patrimonio de chilenos y chilenas ha sido la base de los recursos con que se financió el gasto social en los inciertos años de la pandemia.
Las cifras indican que el desencanto de amplios sectores no está radicado en un empeoramiento de las condiciones sociales de la población, el deterioro se ha producido en la política, en el aumento de las irregularidades, malas prácticas y negociados, en la levedad de los argumentos y el incremento de caudillos voceando destemplados para ganar popularidad, en definitiva, un escenario que agrava y eterniza las disputas personales y la acción motivada por fines de exclusivo interés personal, en fin, se atraviesa un periodo de muchos apetitos y ambiciones, pero de pocas ideas y propuestas.
En la crisis estructural que vive la humanidad en el contexto de la globalización, muchos países quisieran tener el balance económico social que se registra en Chile, pero los actores políticos dentro del país no lo valoran ni asumen, actúan ciegamente, desde el sectario extremismo de la ultraderecha hasta el testimonialismo de ultraizquierda, aportillan todo lo que hay de positivo en el país con una conducta política estéril e inconducente.
En suma, la radicalización discursiva envuelve el desencanto de vocerías o grupos escépticos que ya no creen en nada, que perdieron la confianza en el proyecto país y ahora trasmiten resentimiento y malas vibras, carentes de la mística y la voluntad de aunar las mayorías necesarias para darle viabilidad a un proceso de transformaciones sociales.
También hay autoridades que lo que hacen es show y, como da popularidad, lo repiten hasta su total desfiguración como gobernantes, por ejemplo, alcaldes que derriban casas "narco", llegan al éxtasis frente a las cámaras y abjuran sin pestañear de las bases esenciales con las que alguna vez se presentaron en el debate público, en este caso, el respeto a la propiedad de la vivienda. Parecen escenas de terror de la época del macartismo, pero no les importa, el aplauso fácil los enloquece.
Entonces, dignificar la política es una tarea esencial, va a ser imposible reponer la legitimidad del sistema político con los estilos y conductas autodestructivas que lo está reduciendo a una mínima expresión, la semana pasada se publicó la encuesta CEP y los partidos políticos son las instituciones peor evaluadas, aparecen valoradas sólo por el 3% de las personas consultadas. Se puede durar de las encuestas, pero no hay que negar esa ingrata y riesgosa realidad para la democracia que tanto costó recuperar.
La idea de "hablarle a la gente sus propios problemas" se ha convertido en una debilidad conceptual y una superficialidad que vacía el discurso político de sus perspectivas estratégicas y lo consume en el día a día. En ese cuadro, la incoherencia del discurso del Partido Republicano consiguió crecer.
Los cimientos del régimen democrático están asentados en la solidez del sistema político, sin protegerlos la ultraderecha hará su negocio; por eso, revitalizar y dignificar la acción política es un desafío democrático decisivo para el futuro de Chile.
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