Aunque los candidatos a la Presidencia no hayan hecho una campaña donde propongan ideas más profundas que la contingencia, esta elección puede ser una de las más importantes de la historia del país. Ello, porque lo más probable es que se resuelva en una segunda vuelta entre la candidata Jeannette Jara, de una alianza que será la representación de la "Unidad política y social del pueblo", proclamada por Radomiro Tomic hace 56 años, al haber podido reunir a todos los partidos "de izquierda" y la Democracia Cristiana; y un candidato que representa el neofascismo que se desarrolla en el mundo en los últimos años, como Johannes Kaiser o José Antonio Kast, los cuales -hasta ahora- justifican los horrores de la dictadura en Chile, al punto de pretender que se liberen a los violadores de los DD.HH. que se encuentran en la actualidad en Punta Peuco.
Y, aunque todo indica que lo más probable es que los representantes de la derecha puedan obtener la mayoría del Parlamento, incluso no obteniendo el gobierno, su programa, así proclamado por ellos, avanzará hacia la pérdida de derechos sociales que se han ido consiguiendo en los últimos 35 años para las mujeres, los trabajadores, las minorías sexuales y el cuidado del medio ambiente.
Ello puede llevar a que, los movimientos sociales se manifiesten desde la primera hora y, ello acompañe todo el período de ese eventual gobierno. Y, en el caso de que la Presidencia fuera asumida por la candidata de Unidad por Chile, se podría encontrar con un Congreso dedicado a frenar sus iniciativas, aunque ellas hayan sido respaldadas por la mayoría ciudadana.
Durante los últimos 4 años hemos asistido a un proceso comunicacional donde los indicadores objetivos han dejado de tener mucha importancia, pues la inmensa mayoría de los medios de comunicación han preferido sumarse a la difusión de "un país que se cae a pedazos" y, especialmente la televisión, a pasar mucha horas del día divulgando actos de inseguridad, pese a que los indicadores de ese ítem hayan tenido una disminución, durante la segunda parte del gobierno actual. Pero, claro, estos medios no actúan necesariamente sobre la base de la verdad social, sino por la intención de los que financian los medios, y estos se han puesto del lado de la generación de una estrategia tendiente a mostrar una realidad que provoque el miedo, de tal manera que el inconsciente colectivo clame para "que venga alguien a poner orden", aunque sus propios temas más reales no sean resueltos. ¿Por qué? Pues porque ello, como ha ocurrido en muchas partes del mundo, permite el triunfo de propuestas neofascistas, que solo terminan beneficiando los intereses de los poderes económicos, como está demostrado.
Adicionalmente, cuando a los problemas de seguridad, tan presentes en la campaña, más los muchos temas de búsqueda de mayor equidad, que fueron la base del "estallido social", no han quedado resueltos, solo podrán tener una respuesta adecuada si se logran grandes acuerdos, lo que no se observa como muy fácil, dados los discursos de la campaña. Una propuesta mínima de salario básico, hecha por un lado, es inmediatamente rechazada por el otro; mientras desde un lado se pone el énfasis en la "justicia social", el otro responde que lo más importante es "el crecimiento".
Todo lo anterior hace presumir que tendremos 4 años muy complejos. Y todo esto se da en el marco del conocimiento ciudadano de los peores actos de corrupción en diversas instituciones del Estado, echando por tierra la vieja frase de "esto no pasa en Chile", cada vez que se conocían realidades como esta, en diversos países de América Latina. Por lo ahora conocido, más bien parece que ello era parte de nuestra historia institucional, solo que muy bien amparado en el silencio cómplice de las autoridades políticas y judiciales y la falta de acción del Ministerio Público.
Ojalá, como ha ocurrido en otras circunstancias, puedan surgir, en todos los sectores, nuevos liderazgos que vuelvan a valorar la discusión democrática como la mejor forma de enfrentar los problemas no resueltos, especialmente para las grandes mayorías, como la vivienda, la salud y la educación digna.
Ello es posible, especialmente, cuando las cifras del país son de las mejores que se pueden encontrar en América Latina, salvo las de equidad distributiva, donde desgraciadamente nos encontramos en el otro extremo. Hermosa, pero nada fácil tarea le espera a las nuevas generaciones. Tienen todos los elementos para asumir el desafío.
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