El peligro de la ultra derecha y el rol del Partido Socialista

Son tiempos complejos. Desde el plebiscito del 04 de septiembre, estamos enfrentando una arremetida conservadora liderada por el partido Republicano que tiene por objeto hacer retroceder los avances civilizatorios que hemos logrado en las últimas décadas.

En su vertiente institucional, la ultra derecha ha presentado en el Congreso un conjunto de iniciativas nocivas que se sustentan en una peligrosa retórica que cuestiona la legitimidad de un Gobierno democráticamente electo.

En este escenario, la actitud del resto de las fuerzas políticas es lo que determinará si nuestro país sigue el exitoso camino del aislamiento institucional de la derecha radical o si sigue el camino de EEUU y Brasil, con las crudas imágenes del asalto al Capitolio y el Congreso respectivamente. Nunca se puede olvidar que si uno cría cuervos, los ojos te pueden sacar.

Si bien puede parecer tentador para Chile Vamos plegarse a la estrategia de Republicanos y capitalizar electoralmente el descontento y sensación de inseguridad de la ciudadanía, aumentar la caja de resonancia de discursos que desconocen la validez de procesos electorales, que cuestionan la legitimidad de las decisiones del Presidente Boric y que buscan restringir los derechos de la comunidad LGBTQI+, de los inmigrantes y de las mujeres, puede tener peligrosas consecuencias que aún desconocemos.

Puede no gustarte cuando el adversario gana las elecciones, pero debe respetar y reconocer su autoridad y el mandato que le entregó la ciudadanía. El derecho a disentir políticamente no es un cheque en blanco que permita ejercer una oposición irresponsable que ponga en peligro la estabilidad política y las instituciones democráticas de nuestro país.

Ahora bien, desde la centro izquierda tenemos una importante tarea por delante. En buena hora, el tiempo ha vuelto a demostrar que los procesos políticos son más complejos de lo que parecieran y que la sola voluntad no basta para llevar adelante un programa de Gobierno. Es un patrón que se repite: cada vez que el status quo se siente amenazado, responde con fuerza para que el país le siga perteneciendo a las mismas personas de siempre.

En esta situación, lo más fácil es echarle la culpa de nuestras derrotas a los adversarios y no asumir la autocrítica por los errores estratégicos que podemos cometer. Siempre que hemos impulsado un programa de justicia social, nos hemos enfrentado a poderosos intereses económicos y la constatación de esto no puede ser una excusa autocomplaciente por no haberlos tenido en cuenta.

Ante esta ofensiva, no debemos ser mezquinos: nos necesitamos unos a otros. El Partido Socialista, con 89 años de historia y múltiples lecciones aprendidas por los aciertos y desaciertos de las generaciones que nos antecedieron, debe empujar con fuerza para alcanzar la mayor amplitud y cohesión posible de las organizaciones políticas progresistas para hacerle frente a los intentos de desestabilización de la ultra derecha.

Y si bien bregar por la unidad puede significar tomar decisiones difíciles, lo cierto es que nuestros mejores militantes supieron optar por ella en momentos muchísimo más apremiantes que los actuales. Así lo hiciera la Juventud Socialista en vísperas del Gobierno de la Unidad Popular, cuando decidió en 1969 formar una alianza con el Partido Comunista, en desmedro del MIR y a pesar de los resquemores iniciales de la Brigada Universitaria Socialista, logrando derrotar por 778 votos a la Democracia Cristiana y terminando con el extenso periodo de victorias de esta organización, lo que le permitió consolidar una alianza entre la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y el proyecto unitario y popular del Presidente Salvador Allende.

Debemos estar a la altura. La unidad no se pregona, se construye día a día, y aunque a algunos les gustaría cobrarse revancha por el desdén con el que fuimos tratados en el pasado, lo cierto es que lo que nos estamos jugando es demasiado importante y las decisiones que tomemos deben estar orientadas a cumplir con la principal tarea del periodo: fortalecer el Gobierno del Presidente Boric para sacar adelante los cambios que Chile necesita.

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