El poder insurgente de las comunidades en red

Manuel Castells sostiene que en la era de la sociedad de la información para quienes detentan el poder es aún más importante y necesario el objetivo de “plasmar la mente humana”, por lo cual el factor más estratégico de la lucha por el poder político coincide cada vez más con la esfera de las comunicaciones.

“Torturar cuerpos -dice Castells- es menos efectivo que modelar mentes”, y señala que el poder y la política se deciden en el proceso de construcción de la mente humana a través de la comunicación, de la “producción social del significado”, por dar un sentido a las cosas de manera perceptible para el ciudadano.

Que el escenario de la política sea el de la comunicación, y el poder mismo sea el poder de la comunicación, sostiene Castells, tiene un conjunto de consecuencias como son el aumento de los costos de la política, dado que “comunicar cuesta”.

Hoy en día nos vemos enfrentados a una personalización creciente de la política, ya que el elector tiende a elegir más al candidato que a su programa, o como lo ha dicho McLuhan: “el político en si es el mensaje”.

Podemos ver el triunfo de la “política de los escándalos”, que es parte de la sociedad dominada por la TV y que se constituye en el mecanismo más eficaz para golpear la imagen y contrastar al adversario más en la denigración de éste que en el plano del debate de las ideas. “El asesinato del personaje se convierte en un arma política muy poderosa”, dice Castells, y en una herramienta extrema de la estrategia del escándalo, fenómeno que ha sido ampliamente estudiado por politólogos como Thompson y Bennett.

El dominio de estos elementos produce en la política una reacción en cadena cuyo efecto principal es la reducción de la confianza de los ciudadanos en la política, en los políticos y en las instituciones detrás de ellos.

Una crisis generalizada de legitimidad de la política y el surgimiento de liderazgos mediáticos populistas que aprovechan la centralidad de los medios y actúan en el “teatro de la política” con una profesionalizada asistencia de los expertos en medios y en manipulación de opinión pública.

Sin embargo, aún en medio de estas dificultades, la democracia tiene esperanzas; porque junto a estas mutaciones negativas de la era de la información surge, también, otro fenómeno que Castells denomina la “autocomunicación de masas”.

El sociólogo catalán usa este término, que se agrega al nuevo léxico de la política, para nominar el fenómeno en irrefrenable expansión en nuestros días, constituido por la comunicación en red que cancela los límites entre la comunicación interpersonal y comunicación de masas, generando inéditas oportunidades de participación ya no vertical, sino horizontal que involucra directamente a las personas de edades y grupos sociales muy distintos y ofreciendo la enorme posibilidad a líderes, ideas y movimientos alternativos, de competir, a su vez, para conquistar el corazón y la mente de los ciudadanos.

Estamos  al inicio de un espacio multimodal de las comunicaciones en que internet, la web 2.0, los medios electrónicos y la comunicación inalámbrica abren en beneficio de los ciudadanos.

Castells nos confirma con su investigación empírica que la era digital amplía los alcances de la comunicación a una red “que es global y local, genérica y personalizada, con patrones siempre cambiantes”.

Es decir, lo que Castells afirma es que el surgimiento de la “autocomunicación de masas” puede ser una respuesta a la crisis, a la “capitulación” de la envejecida democracia y de sus instrumentos frente a la política-mercado y al poder de la política mediatizada y puede ofrecer a los ciudadanos inéditas y paradojales oportunidades de contestar, de emanciparse, de contar, frente a los “poderes fuertes”.

Castells reconoce, en medio de su optimismo por el surgimiento y la expansión de esta nueva comunidad de la era de la información -y que ya reúne a más de mil quinientos millones de seres humanos en todo el planeta-, que los gobiernos y los grandes poderes económicos buscan reasumir el control sobre internet colocando límites y normando su actividad.

Lo que Castells nos muestra es un análisis profundo del poder en la globalización donde los medios han llegado a ser el lugar totalmente privilegiado de las decisiones políticas, al punto que “lo que no está en los medios no existe”. Pero también, la hipótesis de que la nueva forma de comunicar puede constituirse en una resistencia a la “fábrica de consensos” y en la afirmación de poderes basados en la multitud de expresiones de una nueva opinión pública que se expresa masivamente a través de la red.

Para él la comunicación no está relegada solo a la formación de una opinión pública que controla el poder y la obra del soberano, sino en una acción pública de millones de seres humanos en todo el planeta que “produce sociedad” sin la intervención de las instituciones tradicionales.

Es decir, el paso largo que teórica y empíricamente da Castells, reside en que los medios escritos, la TV, las radios y sobre todo internet ya no constituyen solo un “cuarto poder”, sino el medio de un poder “sans phrase” y donde el futuro del control del poder ya no pasa esencialmente a través del control del estado sino del “gobierno” de los medios, tanto de los antiguos como sobretodo de los híper modernos, de las nuevas redes sociales.

Por tanto, de la circulación de la información en la aldea global analizada por McLuhan, Castells -dando por adquiridos esos fenómenos y basándose en el análisis de los efectos de la globalización- previene la crisis del modelo de comunicación vertical tradicional de “uno a muchos” a un nuevo modelo “narrowcasting”, de “muchos a muchos”, donde se presentan interlocutores diseminados en diversas plateas, que a través de internet constituyen un nuevo poder que se confronta con el poder de los medios.

Pero, además, esta nueva forma de “política insurgente” -que está vinculada hasta ahora a uno o varios casos conocidos masivamente- puede transformarse en un contrapoder de crítica y de propuestas, de debate de ideas, más permanente ejercitado por los movimientos sociales.

Por tanto, la tecnología digital crea un escenario nuevo para la política, la participación y la libertad de los ciudadanos que ya nadie puede ignorar.

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