El Primero de Mayo y los chupasangre

El Día Internacional de los Trabajadores tiene como propósito conmemorar los mártires de la larga brega por sus derechos, en especial, los pioneros de esa lucha, aquellos que se atrevieron a dar los primeros pasos de esa movilización, ardua y extensa en el tiempo, cuando la super explotación se ejercía sin ningún tipo de contrapesos. Por eso, se rinde homenaje a los mártires de Chicago.

En nuestro país, también esta lucha es de mucho tiempo, desde las combativas movilizaciones en la pampa salitrera que fueron diezmadas en la matanza de la escuela Santa María en Iquique, una masacre nunca sancionada con la fuerza que debió serlo por su extremo salvajismo y criminalidad.

Para vergüenza de Chile hay calles que se llaman Roberto Silva Renard, quien ordenó a la tropa las descargas de fusilería qué llevaron la muerte a hombres, mujeres y niños indefensos. Ningún lugar público tendría que ser deshonrado con un nombre tan infame.

Pero, la clase trabajadora logró reponerse y la colaboración de los más amplios sectores fue instalando conquistas significativas que fueron avances importantes, incluyendo el Código del Trabajo aprobado en el Parlamento, en 1924, con la presión de la joven oficialidad militar, quienes instalados en las tribunas de la Cámara de Diputados hicieron “ruido de sables” en contra del alza de la dieta parlamentaria y por la aprobación del Código del Trabajo que estaba empantanado por tiempo indefinido.

En los logros y avances de la luchas obreras y populares de muchas décadas influyó decisivamente la unidad de los trabajadores, sin distinción de credos religiosos, partidos políticos, orígenes étnicos o raciales, así se fue logrando la formación de una fuerte y poderosa organización sindical, la Central Única de Trabajadores, proceso en el que destacó el liderazgo inagotable de Clotario Blest, ese conjunto de tenaces esfuerzos permitieron afianzar la presencia de la clase trabajadora en la democracia chilena y defender sus derechos y conquistas.

Pero la dictadura castrense destruyó ese proceso, los generales traidores liquidaron las conquistas sociales, incluido el Código del Trabajo que la propia oficialidad había respaldado el año 24.

Prohibieron la CUT y persiguieron el sindicalismo. Exequiel Ponce y Víctor Díaz, entre muchos dirigentes leales y consecuentes con la clase obrera fueron secuestrados y asesinados. Se impuso la voluntad de los abusadores que oprimen y exprimen la fuerza laboral.

El modelo laboral de la dictadura fue el sometimiento. A los trabajadores les llegó un periodo de extrema opresión desde que José Piñera, impuso el nuevo Código laboral, se consagró la hora de los chupasangre, de los que no tienen contemplaciones ni respeto hacia las personas, hombres y mujeres, que son sus trabajadores.

Un día antes del Primero de mayo se publica la noticia que el gigantesco conglomerado económico Cencosud, nombra como uno de sus directores al dos veces ministro de Hacienda de Piñera, Felipe Larraín, el mismo que fue defenestrado por la potencia de la movilización social durante el Estallido social de octubre recién pasado.

Hay que recordar que fue tenaz y principal promotor de una reforma tributaria que pretendía entregar más de mil millones de dólares anuales a los insaciables mega consorcios que operan en Chile. Ahora recibe la vuelta de mano a sus esfuerzos, afortunadamente fracasados, de hacer más desmesuradamente ricos a los que ya son fabulosamente ricos.

Como si fuera poco, el mismo gigantesco conglomerado que se acogió a la mal llamada ley de protección al empleo dejando a parte principal de sus trabajadores sin ingresos, con el artilugio legal de “suspender” la relación laboral, tomó la decisión de repartir el 80% de las utilidades de la empresa matriz y una filial del holding, por más de 220 millones de dólares, es decir, por centenares de miles de millones de pesos, cuando hace un par de semanas dijeron que no podían pagar sus contratos laborales. De este total, el controlador se lleva más de la mitad, porque posee más del 50% de las acciones.

Este es el origen del descontento social en Chile, no es la mentira del “big data” de Piñera, ni nada parecido. Simplemente, es la injusticia desnuda y descarada. Es la cultura del abuso, inflar la bolsa sin límites ni escrúpulos.

Con tales volúmenes de ganancias hacen “donaciones” y requieren acciones en pos de la imagen corporativa de esos mismos consorcios, precisamente, porque la desigualdad adquirió una envergadura monstruosa que deforma, en su esencia, el régimen democrático.

Por eso, la herencia de Pinochet vive en algunos que no se cansan en su brega de establecer condiciones leoninas para los trabajadores, de exprimirlos como si fueran un pedazo de limón del que sacan jugo hasta que la cáscara queda reseca.

Hoy, la organización sindical tiene una tarea particular difícil, luchar para que el costo de la crisis por la pandemia del Coronavirus no se descargue sobre los hombros de los trabajadores, como hace el gobierno.

El primero de Mayo fueron detenidos y maltratados los dirigentes sindicales que conmemoraban la fecha símbolo internacional de los trabajadores, los detuvieron por bajarse a la calle frente a la sede de la central sindical, ¿qué se puede esperar de la autoridad cuya preocupación esencial es hacer lo que a los grandes financistas les conviene?

Es hora de unidad y lucha, de exigir un Ingreso Mensual de Emergencia, para que en todos los hogares sea posible sobrevivir con dignidad, sin la pobreza a la que hoy se les condena.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado