¿Por qué hablar de esperanza en este tiempo? Entre otras razones por la situación de negacionismo frente a la violación de derechos humanos de parte importante de la derecha política, cultural y económica, ante lo que significó para Chile el 11 de septiembre de 1973 y la dictadura de Augusto José Ramón, que marcó un quiebre en la historia chilena. Fue un día, un período, de traición, a la vida, a dignidades básicas de hermanos y hermanas, a la democracia. Un día en que los sueños y las esperanzas de muchas personas se vieron aplastados por el odio y la fuerza militar. Fue un día en el que la represión y la violencia se apoderaron de nuestro país, dejando cicatrices y formas de violación de los derechos de los pueblos y las personas, por parte del Estado, que aún perduran.
Para intentar responder cómo, ante tanto horror, persistió la esperanza; cómo, pese a que el tiempo actual es de frustraciones y también derechamente de desesperanzas, se mantienen vivas las ideas de justicia social, respeto de los derechos humanos e igualdad y no discriminación; reflexionamos sobre el sentido de la esperanza en el Chile de hoy (en la humanidad toda en realidad).
Nos preguntamos ¿cómo sostenemos la esperanza e incitamos a la acción por la transformación cuando lo que vemos y escuchamos es desalentador? ¿Tenemos efectivamente posibilidades de cambiar el rumbo de nuestro Chile?
Primero una constatación, la contradicción es lo que define nuestro tiempo, por una parte hay más conciencia y cada día son un poco más los que sostienen que el sistema dominante del mundo, léase capitalismo, exacerba la desigualdad y la injusticia. Sin embargo, es la cultura capitalista la que permea todos los estamentos de la sociedad y parece asumirse mayoritariamente
En segundo lugar, si adicionamos otros fenómenos mundiales, en los que el capitalismo también es protagonista, como el calentamiento global y temperaturas cada vez más extremas, pérdida de la biodiversidad, catástrofes naturales, nuevas enfermedades, el resurgimiento del terrorismo de Estado, las olas de extremismo y violencia, la discriminación y la grave falta de equidad en la repartición de los bienes (lo que trae pobreza y desempleo con el cúmulo de males sociales que de esto se deriva).
Entonces, parece poco discutible que estamos frente a una crisis a nivel sistémico, ya que a ella se agrega un grave problema ético y valórico de personas, instituciones y comunidades, cuando sectores minoritarios de la sociedad imponen un modelo que subordina a los seres humanos, sus culturas, sus espiritualidades a las cosas y el dinero.
Experimentar esperanza y tristeza simultáneamente es posible, en los hechos sucede muchas veces. Porque ésta no consiste en esperar a que todo sea bueno, justo y fácil, es mirar un futuro mejor sin negar los desafíos, los peligros y los problemas que ello implica. Esto exige un reconocimiento, lo más realista posible, de la situación política y cultural, la que puede ser extremadamente contradictoria para nuestras ideas
La desolación, la frustración y la tristeza muchas veces atraviesa los días de quienes creemos y luchamos por el cambio, a pesar de nuestro trabajo diario por él, hay injusticias que se repiten una y otra vez y cambios que no se producen y si lo hacen es con una lentitud que cansa.
Por ello, la esperanza es también una forma de comprometerse en la solución de estos desafíos desde un aspecto práctico, tomando acciones concretas en pos de los sueños.
Hay motivos simples, que están en la cotidianeidad de nuestras vidas, que hacen posible la esperanza, como por ejemplo el lenguaje y nuestra capacidad de articular palabras para influir en la toma de decisiones conscientes, entendernos, y construir acuerdos, es una gran fuente de ella.
También la actitud de muchos/as jóvenes que luchan por ampliar el acceso a derechos de las minorías, alzando la voz en contra de iniciativas que atentan contra el bien común; cada vez que éstos cuestionan el status quo e invitan a la sociedad a un hacer diferente, más justo, inclusivo y sostenible. Sectores importantes de ellos/as son conscientes y están comprometidos moralmente para entender y lidiar con los problemas que el egoísmo, la competencia y el hedonismo han creado.
Ese espíritu humano, que es el que nos motiva a seguir cuando sentimos que la situación no podría ser peor, es lo que explica cómo las personas que se vieron expuestas a las más horrorosas formas de dolor y tortura, aun así pudieron continuar con su vida, y buscar la justicia haciendo de su pesar un testimonio vivo e inspirador para otros/as.
La esperanza tiene que ver con el sentido de los sueños, nos muestra la meta, nos invita a caminar hacia ella, la certeza de que estos se lograrán solo si somos capaces de caminar colectivamente hacia ella. Por eso la responsabilidad de actuar, esa acción puede tomar múltiples formas de trabajo, como por ejemplo: en la organización y concientización, en la construcción de la unidad política y social del pueblo, en entrar a la batalla de las ideas, en un consumo responsable, en el activismo no violento, en el emprendimiento social, en un el liderazgo consciente.
La esperanza no tiene certezas. "Es la obstinada determinación de hacer lo que está a nuestro alcance para que ese futuro mejor que deseamos realmente suceda" (Jane Goodall). A persistir en ella todos/as estamos invitados/as porque otro Chile (otro mundo) es posible.
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