El soporte de Chile

Hace medio siglo, el 11 de julio de 1971, en sesión conjunta de ambas cámaras, el Congreso Nacional aprobó en su último trámite el proyecto de ley de reforma constitucional que había sido enviado por el Presidente Allende el 21 de  diciembre de 1970, nacionalizando el cobre y las riquezas mineras del país.

Se hizo realidad el sueño de muchas generaciones de compatriotas que vieron en el cobre y en las riquezas mineras el soporte capaz de sustentar la economía nacional y garantizar educación, salud y vivienda en condiciones de dignidad para las familias chilenas. Como lo soñó el Presidente Balmaceda con el salitre y fue impulsado en las luchas sociales desde Luis Emilio Recabarren en adelante.

Desde los albores del movimiento obrero que se había venido creando esa convicción, a lo largo de décadas se configuró como parte de la conciencia patriótica de la clase trabajadora, así logró abrirse paso ganando espacio en la intelectualidad y los profesionales de amplios sectores hasta transformarse en la principal bandera de la izquierda y las fuerzas progresistas hacia mediados del siglo XX.

En 1961, Salvador Allende presentó el primer proyecto de reforma constitucional que fuera la base de sus campañas presidenciales en 1964 y 1970. En la Democracia Cristiana, tanto Radomiro Tomic, que lo definió la "viga maestra" para el desarrollo, como Eduardo Frei Montalva que propuso e impulsó en su gobierno la "chilenizacion" del cobre, se definieron a favor de la propiedad para el país de nuestra principal riqueza minera.

El mensaje entregado a la conciencia de millones de chilenos y chilenas también caló hondamente en los militares constitucionalistas, como el general Prats y en las instituciones castrenses permanentemente valoradas por su profesionalismo en los discursos del Presidente Allende, ni la barbarie fascista pudo borrar la fuerza moral de su mensaje y Pinochet no se atrevió a desconocer la nacionalización del cobre en la Constitución del 80 y los grupos civiles de ávidos banqueros y tecnócratas que eran su auténtica corte en el poder, recurrieron a la ley de concesiones mineras a fin de sortear las disposiciones establecidas por la nacionalización de 1971.

Se equivocaron rotundamente aquellos que desde la derecha económica señalaban interesadamente que Chile sería incapaz de mantener en explotación los grandes yacimientos, una vez que se retiraran los especialistas de las grandes transnacionales. Los trabajadores y profesionales chilenos demostraron que la inteligencia y capacidad técnica no era patrimonio exclusivo del capital foráneo.

Así lo pensó el Presidente Allende, Chile era capaz de sacar adelante la tarea. En esta materia tuvo una tenacidad inagotable, su práctica perseverante es una lección para aquellos que desprecian e ignoran la lucha de décadas del movimiento popular chileno por reformas democráticas que fuesen cambiando las condiciones de vida de los excluidos y explotados, reconociendo sus derechos, incluso su propia dignidad de seres humanos aplastada tantas veces.

Las transformaciones estructurales, como lo fue la nacionalización del cobre, no aparecen milagrosamente de la noche a la mañana, se van formando y adquiriendo envergadura en la puesta en marcha de un proceso de acumulación de fuerzas diversas, como en este caso, líderes de los más amplios sectores, desde el Presidente Balmaceda, como Grove, Laferte, Frei, Tomic y Allende que apoyado en una sólida mayoría nacional le dobló la mano al capital foráneo cuando parecía imposible lograrlo.

Ahora bien, sin los ahorros provenientes de los ingresos del cobre hoy sería imposible enfrentar las consecuencias de la pandemia, así como tampoco serían viables un conjunto de políticas públicas, como los avances en gratuidad en la educación superior. Nunca los grupos económicos habrían tributado la increíble riqueza que ha entregado Codelco al patrimonio nacional.

Por eso, hay que estar alerta. El cobre es una riqueza tan inmensa que cada cierto tiempo se hace presente la voracidad de los grandes consorcios y replantean la privatización de Codelco, una propuesta ruin y egoísta de quienes sólo se motivan por el afán de agrandar sus ya gigantescos conglomerados económicos, pero que olvidan totalmente el interés nacional.

Por eso, crece el legado de esos hombres visionarios, en especial del Presidente Allende, contra cuyo gobierno se fraguó y financió por el gobierno de Nixon la más siniestra conjura antidemocrática a fin derrocarlo, echar atrás la nacionalización del cobre y aplastar las conquistas sociales del movimiento popular.

A pesar de que en septiembre de 1973 se instaló el revanchismo ultraconservador en el poder, la semilla sembrada perdura y florece en la voluntad popular de hacer respetar la propiedad que le corresponde a la nación chilena sobre sus riquezas fundamentales. El cobre es y seguirá siendo chileno.

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