El valor del Voto

“El papel del ciudadano en nuestra democracia no acaba con el voto.” Sin duda, la frase de Barack Obama resuena el día después del Plebiscito, cuyos resultados de la consulta son contundentes con un 78,27% para el Apruebo y 78,99% para Convención Constitucional. Entonces, es evidente que ahora vienen varios desafíos, como la elección de los constituyentes y los cambios a la nueva Carta Fundamental.

Este 25 de octubre se robusteció la relevancia de la participación ciudadana en democracia. Demanda que la mayoría exigió a gritos en las calles y un año después, ratificó en las urnas. Lo contradictorio es que, en consultas pasadas, un alto porcentaje de compatriotas desestimó ese mismo derecho de voz y voto.  

Desde el desafortunado cambio al sistema electoral que dio origen al voto voluntario, la participación de los electores no superó el 50% y en 2017, Sebastián Piñera fue electo en segunda vuelta con una participación de 49,02% del padrón electoral.

Hoy según las cuentas del Servel, este Plebiscito2020 se transformó en el proceso electoral más convocante de la historia de Chile, “desde el punto de vista de votos absolutos”, con más de 7,45 millones de votantes. Retomando la línea de anteriores elecciones presidenciales en nuestro país, que desde 1989 hasta 2009-2010, mantuvo un margen de participación ciudadana que superó el 87 por ciento.

Retomamos el valor del voto. Qué duda cabe.

Tenemos varias primeras lecturas de este categórico pronunciamiento ciudadano.

El porcentaje final demuestra la necesidad de generar una convención abierta que incluya el insumo directo de la ciudadanía. Incluso, con este rechazo al orden imperante, podemos corroborar una conclusión que ya varios comprobamos respecto lo contraproducente que puede llegar a ser el Presidencialismo vigente si no contamos con un liderazgo republicano que sea apuntalado por actores y sistema político macizo.

Pero creo que lo innegable del retorno del interés de participación, está en la reivindicación del poder de cambio. Ya no se trata de un slogan o un compromiso de campaña, sino de la tarea conjunta. Por ello se sostiene la premisa de que emitir el voto no es el único rol del ciudadano.

La tarea recién comienza y como Parlamento debemos ser articuladores de las instancias que nos faciliten avanzar, por ejemplo, empujando la consagración de escaños reservados para los pueblos indígenas e incluir a independientes.

Otra faena que debiera ocuparnos con afán, avanzar en la tramitación del retorno del voto obligatorio, cuya reforma claramente fue un error.  Mientras, el gobierno debe ocuparse de ser garante de este recorrido y ocupar un rol neutral, que incluya restringirse de iniciativas que puedan entrampar los cambios.  

El electorado es el protagonista, correspondiéndole colaborar y legitimar las decisiones mayoritarias, así como desplegar la condena a los violentistas que atentan contra toda decisión soberana, la participación democrática debe ser símbolo de Paz y respeto por todos.   

Hoy está más patente que nunca, para pesar de los escépticos, que la Democracia se consagra a través de la participación ciudadana y ésa es una conquista colectiva. 

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