En un matinal de la televisión chilena, en el que se debatía la reforma previsional, una periodista refiriéndose al problema de las bajas pensiones se despachó una solución de antología. Lo que ocurre, indicó la profesional, es que las personas tienen que extender lo más posible su vida laboral. Su propuesta, representa muy fielmente una línea de argumentación que se ha extendido a todas las esferas del debate público: eliminar el problema como sinónimo de solución.
No cabe duda de que al extender su vida laboral una persona no sufrirá el calvario de las bajas pensiones, simplemente por el hecho de que no se jubilará. Si eliminamos la jubilación eliminamos las bajas jubilaciones. Argumentativamente impecable.
Esta estrategia tendría múltiples aplicaciones. Las autoridades podrían bajar drásticamente las estadísticas de delincuencia en el país si suprimieran del Código Penal una serie de acciones que hoy son consideradas delitos. La tasa de delitos caerá drásticamente para felicidad de los "policy makers". Pero, si eliminamos un delito de la ley, ¿habremos solucionado el problema de la delincuencia? Si los chilenos trabajan hasta los 80 años ¿habremos solucionado el problema de las pensiones?
En el ámbito del debate constitucional se presenta la misma "solucionática". En la Comisión de Sistema Político se llegó a la convicción de que el Senado no funcionaba y la solución propuesta fue su eliminación. Afortunadamente no fueron igual de críticos con la figura de la Presidencia. ¿Qué solución habrían propuesto? ¿Presidencias regionales?
En la Comisión de Medio Ambiente, por otra parte, esta bizarra concepción de lo que es una solución se ha aplicado con generosidad. En esencia, sostienen los eco-constituyentes, la provisión privada de productos derivados del uso de bienes nacionales de uso público no beneficia al país y, por lo tanto, debe eliminarse dicha provisión mediante la extinción de concesiones, la expropiación y traspaso de tierras y los cultivos que sostienen, las licencias o derechos de aprovechamiento, etc.; siendo todas ellas entregadas al Estado.
Esa es la solución. Se trata simplemente de un problema de provisión privada versus provisión pública. La provisión pública vendría a sanar a una república herida por la subsidiariedad, entregando al Estado la responsabilidad de provisión de bienes y servicios, dado que está conformado por las personas más competentes, honestas, eficientes y desinteresadas, mientras que el sector privado aglutinaría la codicia, la incompetencia, la deshonestidad y el afán desmedido de lucro. Siguiendo la argumentación planteada al principio ¿Si les quitamos las concesiones sobre bienes de uso público a los privados, habremos solucionado los problemas ambientales?
Con esta mirada simplista, no hay que engañarse, la propuesta de texto legal no tiene buenas posibilidades de constituirse en una solución a nuestros más acuciantes problemas, sean estos ambientales, sociales o económicos. Eliminar el problema no es lo mismo que solucionarlo. Como tampoco insistir en la gravedad o urgencia de un problema mejorará la eficacia de la solución propuesta. La frase del Presidente -"cualquier propuesta de nueva Constitución será mejor que una escrita por cuatro generales"- refleja fielmente esta forma de enfrentar los problemas.
Apostar por la solución siempre será la opción más difícil. La solución es elusiva, especialmente si el problema es complejo y requiere construir puentes, lograr miradas compartidas de futuro, conciliar objetivos, en pocas palabras, tener paciencia y a veces ceder. Dado que una solución requiere demasiado esfuerzo, mejor eliminemos el problema, eliminémoslo esperando que ello genere un cambio. ¿Una solución? No seamos tan ambiciosos. Sólo un cambio.
Por supuesto esta forma de actuar no es nueva, pero ahora se ha colado en todos los intersticios de nuestra sociedad. Los políticos siempre han hecho un aprovechamiento de los problemas y necesidades ajenas para levantar sus candidaturas. Exageran los problemas calificándolos de intolerables, a todo le llaman crisis. Llegado el punto de plantear soluciones, escuchamos solo generalidades, lugares comunes, simplismo. Luego de vuelta al problema. Eso es lo que rinde. De hecho, una vez que acceden a los cargos, aplican las mismas soluciones que antes criticaban. De eso hemos visto bastante en sólo dos meses.
¿Derechos de la naturaleza, expropiaciones y estado empresario como solución a nuestros problemas ambientales? Altamente improbable. Pero no importa, malas soluciones son más tolerables que seguir sufriendo los problemas. Sin embargo, lo que esta estrategia omite es que esas malas soluciones son la inequívoca antesala de nuevos problemas.
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