En la historia de Chile

El mes de septiembre contiene dos fechas que en la historia de la izquierda chilena, son inseparables entre sí, en 1970, el día 4, en las elecciones presidenciales Salvador Allende resulta triunfante y después en 1973, el 11 del mismo mes, cae derrocado el Presidente constitucional y se instala la dictadura de Pinochet.

La "vía electoral" como algunos le denominaron, o "la vía chilena" como quedó ante la historia, fue un suceso de impacto global, al ser una idea potente, libertaria: que se avanzara en mayores y crecientes grados de justicia social desde el ámbito institucional profundizando la democracia. Esa conducta era fruto de las luchas históricas de la izquierda chilena y, a la vez, constituía un acontecimiento excepcional en el ámbito mundial.

Ante ello, en la derecha se formaron de inmediato grupos de conjurados que alentaban un golpe de Estado y una salida violenta, fue así que un comando de ultraderecha acribilló al general René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, por su irrenunciable posición de respeto a la Constitución, después Pinochet dio impunidad a los autores de ese funesto crimen.

Incluso pintaban la palabra Djakarta en los muros, refiriéndose a una cruenta represión en esa ciudad con un costo de decenas de miles de víctimas. Respaldada por el gobierno de Nixon desde los Estados Unidos, la conspiración no tuvo escrúpulos, socavó y desestabilizó la economía hasta provocar una ingobernabilidad que polarizó y dividió el país para provocar el Golpe de Estado.

Pero, en la ultra izquierda hubo grupos que pretendían "agudizar las contradicciones", se sostenían en el error garrafal de creer que podrían salir adelante de un choque frontal de fuerzas. En esa mirada importaba más una cruenta confrontación y no el sentido libertario y creador de la propuesta allendista, la que proponía una nueva concepción del Estado para realizar las transformaciones que requería el país.

Además hubo crueles infiltrados, entre ellos el terrible torturador conocido como el "guatón Romo", que agitaron una violencia irracional y la polarización política con objetivos desestabilizadores.

La conjura se impuso y se instaló un régimen que recurrió al más duro terrorismo de Estado, destruyendo los avances alcanzados en décadas de esfuerzo de la izquierda chilena y de las fuerzas sociales avanzadas, como fue la reforma agraria iniciada en el gobierno de la Democracia Cristiana o los avances en Educación promovidos por los gobiernos liderados por Pedro Aguirre Cerda y otros mandatarios progresistas.

Con la dictadura el retroceso del movimiento obrero y popular fue incalculable. Se achicó el Estado al mínimo y se privatizó el sistema de pensiones, la salud y la educación se mercantilizaron y se atomizaron las organizaciones sociales. Se impuso un tipo de sociedad en que solo vale el impulso individual, domina la avaricia y el egocentrismo, el resultado de esa atomización social lleva a una nación bajo tutela de poderosos intereses corporativos.

La dictadura hizo uso del terrorismo de Estado, pero también fomentó la sumisión y el entreguismo, hubo algunos que ya no querían luchar y se sometían, pero la izquierda nunca claudicó, pudo cometer errores pero jamás se entregó a los que ahogaban la libertad en nuestra patria y que dejaron marcada la huella dictatorial.

En consecuencia, la transición a la democracia ha sido un largo camino que ha asumido una doble tarea. Por cierto, la primera de ellas ha sido la reinstalación de la institucionalidad democrática, la segunda ha sido retomar una senda de tolerancia, respeto y reformas que rehagan las bases de una patria solidaria, con progreso y justicia social.

Esa labor necesita una mayoría nacional que la haga posible y con tal propósito se generó un acuerdo estratégico desde el socialismo hasta la democracia cristiana. No todos en la izquierda tomaron esa opción. A la postre Chile ganó y progresó, hubo aciertos, buenos avances y también debilidades y desaciertos.

Sin embargo, más allá de las diferencias, la izquierda chilena, la que se unió con el liderazgo de Allende, la que sufrió y resistió al régimen de Pinochet, la que bregó hasta reponer un Estado de derecho democrático, ha sido un actor fundamental en la historia de la democracia chilena.

Este acervo no se debe perder ni olvidar, ya que el cambio social no es una entretención para eruditos ideologizados, requiere visión nacional y tenacidad, demanda tiempo y lucidez estratégica. La izquierda chilena no debe encerrarse en sí misma. La amplitud en su política resulta esencial.

Al formarse el bloque político de la Nueva Mayoría se logró una meta de alta significación, que también se incorpore a la alianza gobernante el Partido Comunista, superándose así el pernicioso efecto de la odiosa exclusión de que fuera objeto y también cierta negativa inclinación a la auto marginación; sin embargo, esta valiosa amplitud no fue cuidada y protegida como era necesario.

El impacto reformador de un arco de fuerzas tan vasto no se calibró en toda la potencialidad que tenía para realizar las reformas comprometidas ante el país. No se cuidó como se debía. Surgieron diferencias, apuros personalistas, pugnas inconducentes y disputas mezquinas que debilitaron la acción del gobierno.

Lamentablemente, esto desgastó la unidad y ahora se han separado las candidaturas presidenciales del centro y la izquierda. Se trata de un escenario desfavorable ante una derecha fuertemente regresiva. Con la desunión compiten minorías en lugar de una fuerte mayoría. Por eso, hay que rehacer la mayoría perdida.

La izquierda chilena no debe abandonar la vocación unitaria y de entendimiento que le ha diferenciado de otras expresiones similares en el continente, que siendo consecuentes y luchadoras, no tienen un impacto nacional porque se aíslan y regodean en un dañino sectarismo, juntando solo a los puros duros y maduros sin hacer trascender sus objetivos al ámbito del Estado y la economía.

La tradición democrática de la izquierda chilena debe perdurar, se trata de un patrimonio valioso que es parte de lo mejor de la historia patria.

Un mes de septiembre es una buena ocasión para que ese legado se proyecte en la tarea de reconstituir una mayoría nacional que impida la concreción del plan de regresión social que pretende implementar la derecha con Piñera a la cabeza.

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