En nuestra infancia, en el juego de tirar la cuerda, siempre había derrotados y triunfadores. Nos solazábamos, sin embargo, con la diversión de jugar para probar la capacidad de equipo, la energía y la potencia de quienes, en los distintos extremos de la cuerda, procuraban vencer al equipo adversario. Después, todos celebrábamos, de alguna manera, este sano deporte de barrio o en el liceo.
En la vida política acontece algo más o menos semejante, especialmente con el tercer proyecto constitucional en juego. El primero, fue el excelente proyecto presentado por la Presidenta Bachelet, quien realizó una amplia consulta nacional durante dos años, antes de entregarlo al Congreso. El equipo adversario (y algunos también amigos, digámoslo con franqueza) lo boicoteó y el Presidente Piñera -en su segundo mandato- lo guardó casi para siempre en un cajón. Casi. Porque años después, y en el marco de nuevos procesos constitucionales amigos y adversarios con sus manos tomándose la cabeza dijeron: ¡¿Por qué no aprobamos ese proyecto?!... Pero ya era tarde.
El segundo proceso lo conocemos bien. Una derecha asustada por el impulso del estallido social de 2019 y puesta contra la pared tuvo que aceptar un plebiscito y una Convención Constitucional, en cuya elección de convencionales la izquierda ganó la mayoría. Hubo un intenso tirón de la cuerda y en un extremo, con la Lista del Pueblo, independientes y militantes de partidos, se logró vencer al equipo contrario con nuevas ideas. Lo que viene después ya lo sabemos. En este tercer proyecto constitucional, luego del triunfo del mundo conservador al imponer su victoria sobre el Apruebo frente una fragmentada asociación de izquierda y centroizquierda, la derecha nacionalista y los conservadores lograron tensionar la cuerda al máximo y ganaron el juego. Hoy, a diferencia de 2022 cuando los progresistas tenían a su favor la mayoría de la Convención, el país (la barra ciudadana de este juego) le entregó a la derecha nacionalista -principalmente- el reconocimiento de su triunfo y hoy estamos a unas semanas para un referendo en donde las opciones, aunque todavía difusas, se empinan hacia un nuevo rechazo, aún antes de conocerse el texto final.
El mundo conservador atacó fuertemente el proyecto constitucional anterior. Levantó una campaña mediática para resaltar miedos y contradicciones. No invitó al país a discernir el texto. Aprovechó los errores de diversos convencionales, especialmente su ansiedad por rehacer todo. Y ganó en el estirón de la cuerda. Hoy, la derecha más conservadora se parece, en gran parte, a aquellos sectores que en la anterior convención también pensaron que amparados en el enorme respaldo popular no requerían construir consensos internos. El precio de aquello lo pagamos todos los chilenos.
La derecha hoy, en su gran mayoría, repite más o menos el mismo juego: está tirando la cuerda con todos sus recursos: los medios de prensa a favor, una mayoría nacionalista y populista conservadora que se impone sin pudor, una derecha tradicionalmente más abierta pero sin espacio suficiente y sólo teniendo que sumarse a la cola del equipo principal que tira la cuerda. En el medio de este proceso, no hay -como en el juego- un espacio suficiente de construir consensos, de aquilatar el juego y reemplazarlo por otra modalidad, que considere pensar en Chile y su destino y no en un programa de gobierno conservador que se quiere plasmar en un texto constitucional.
El resultado de este juego se puede anticipar. Hay decisiones que se han tomado en el Consejo Constitucional que incluso van más allá de lo aceptable, que retrotraen derechos históricos conquistados y que se siente que dejan en una mejor posición a un sector tradicionalmente dominante de la sociedad. Si esto continúa así, será inevitable sumar toda nuestra energía al equipo que está en la otra punta de la cuerda: los que no aceptaremos que las mujeres, los pueblos indígenas, las conquistas sociales y derechos civiles conquistados con tanto esfuerzo sean desdibujados en un proyecto constitucional que incluso supera varios límites de la Constitución de Pinochet. Será importante, recordar a la derecha nacionalista que domina hoy el CC que no debe abusar en este juego de tirar la cuerda.
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