Familia y Desarrollo Social, voluntad de cambio

La oposición en el Senado se dio el gustito de cambiarle el nombre a la propuesta emblemática del Gobierno que creaba el ministerio de la Familia, trocando el orden de la oración, ante lo que el Presidente Sebastián Piñera reaccionó confiándonos que lo importante es que “Familia y Desarrollo Social están íntimamente ligados”. 

Es asunto difícil de comprender lo que pudiera haber estado pasando por la mente de los legisladores opositores como para llevar el absurdo al límite de condicionar la aprobación del proyecto a un juego de palabras.

No nos ha de extrañar que el romanticismo estatista de la izquierda tradicional haya sido uno de los motivos centrales de esta ridiculez, quienes de seguro, en sus recónditas convicciones, acunan todavía esa brutal idea de que la familia está al servicio del burgués explotador, aunque los más entusiastas fueran algunos DC, que de marxistas tienen poco, pero cuando se trata de contrariar por contrariar, a veces toman banderas incomprensibles desde su supuesto ideario humanista cristiano, donde la familia ha de ser el pilar fundamental de toda sociedad. 

En fin, “si les hace feliz  que sea…” afirmaba el Presidente en la promulgación de la nueva ley del SENAME, otro asunto emblemático de nuestro gobierno que confía en la transición al desarrollo integral que le ha propuesto al país, promoviendo grandes acuerdos nacionales y, que dejará una vara muy alta en materia de transformaciones en beneficio de todos en Chile.

Una forma sensata, moderada y de Centro que hemos venido promocionando desde la FES (Fundación Estado Solidario), con la urgencia de resolver la cuestión cotidiana de la familia con sus personas mayores, niños y padres, para que alcancemos plenitud de derechos en lo cultural, social, económico y político, con un Estado que no se desentiende con matrices asistencialistas de servicios públicos, la más de las veces caros e ineficientes, sino que apoya a la familia en su conjunto para que se fortalezca y salga a adelante. 

Lo importante, aún para los absurdos opositores, es que ha nacido el ministerio de La Familia, reflejando que nuestro país compone una política de Estado que la repone en la valoración que merece, porque democracia y derechos humanos la implican esencialmente, independiente de su composición, pues estamos avanzando hacia una comunidad más integrada, con una fuerte disposición a enfrentar los temas pendientes de nuestro desarrollo, con “voluntad de cambio” y responsabilidad política, con mayor participación de la ciudadanía.

Lo hacemos generando los espacios para la pluralidad cultural con los pueblos indígenas; empoderando a las personas mayores bajo una nueva institucionalidad que les permita un envejecer digno; abriendo mecanismos que permitan una regionalización efectiva.

También, impulsando herramientas que trasformen nuestra economía a la altura de los tiempos que transcurren, en armonía con el medio y las personas; fomentando una Democracia Social y Popular que reconozca la preponderancia de los liderazgos comunitarios y ciudadanos, con mayor participación directa de la sociedad civil en la promoción de derechos y levantando la Solidaridad que deben alcanzar las estructuras del Estado para mayor Justicia Social, entre otros tantos asuntos que nos importan a todos los chilenos.

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