¿Dónde están la variedad de coordinadoras u organizaciones de todo pelaje que antes oficiaban de movimientos sociales movilizados por diversos motivos, aunque en muchos casos sus filas no eran más que dos gatos? Probablemente más de alguno de esos dirigentes sociales o líderes de una coordinadora está con algún cargo, incluso muy bien pagado, en el Estado.
Quizás otros tantos son militancia sostenida, como diría el español de Podemos Iñigo Errejón, mediante convenios del Estado con alguna organización no gubernamental cooptada políticamente. Tal vez, más de alguno es financiado, o mejor dicho mantenido, mediante trabajos en programas sociales de toda índole o proyectos artísticos y performáticos de dudosa calidad.
Quizás por eso ahora todos esos grupúsculos, esas coordinadoras de todo color que gritan fuerte, están en silencio y brillan por su ausencia cuando podrían estar reclamando por una diversidad de temas que afectan a las personas, la ciudadanía, el pueblo. Si antes el alza en 30 pesos del pasaje del Metro suscitaba marchas y protestas, ahora con alzas mayores en la luz, no pasa absolutamente nada.
Algunos dirán que el contexto es distinto. Que las causas del descontento eran otras y que por eso no ha habido marchas, ni performance, ni proyecciones, nada. Aunque varios de esos mismos luego dirán, en unos meses más, que las causas del descontento siguen. Porque algunos ya se preparan para ser oposición de la única forma que saben hacerlo: azuzando la agitación callejera y la movilización de grupos de interés.
El Presidente Gabriel Boric, por otro lado, ha dicho que la ausencia de movilizaciones es muestra de la gobernabilidad que ha generado su gobierno ya que "logró canalizar institucionalmente, con resultados concretos, ciertos aspectos del legítimo malestar social, y creo que ahí se juega la gobernabilidad; no tirando la fuerza pública y reprimiendo cualquier expresión del malestar".
Basta pensar que ni siquiera con el escándalo de Monsalve hubo performance callejera de grupos y colectivos feministas para constatar la falacia del Presidente Boric. En el fondo, el Mandatario presume gobernabilidad cuando en realidad estamos ante un ejemplo de apaciguamiento.
La RAE define aguachar como domesticar. Considerando la dinámica evidenciada en el llamado caso Convenios, estamos más bien ante un "aguachamiento" de los grupos de interés que dicen hablar en nombre de algún grupo silenciado, pero en realidad velan por sus propios intereses. Algo que la izquierda, a diferencia de la derecha, sabe hacer. Pero no del modo en que lo describe Boric exactamente.
La izquierda es hábil para cooptar e instrumentalizar organizaciones de diverso tipo como ONG, juntas de vecinos, colegios profesionales, sindicatos, organizaciones estudiantiles y un largo etc. Rápidamente, al llegar al poder convirtieron a las fundaciones en un aparato de financiamiento de las militancias como lo denota el caso Procultura. Así, sus activistas y operadores instrumentalizan a las organizaciones y las movilizan según convenga para agitar las calles, azuzar el descontento y la polarización. Si estas organizaciones no existen, las inventan rápidamente. ¿Se acuerdan de la llamada Mesa de Unidad Social en el estallido?
El modo de aguachar de la izquierda es muy básico pero eficiente: ofrecer un puesto por aquí, una plata por acá, un viaje por aquí. El mejor ejemplo es Democracia Viva y Daniel Andrade viendo junto a Catalina Pérez donde caer bien pagado en el Estado, aunque no tuviera las competencias para dichos cargos. Si eso no resulta, quizás le ofrecen una pasantía o un trabajo en alguna organización capturada en el extranjero. El modo es básico pero más sofisticado que el modo de un Hermosilla, por ejemplo. Este cooptaba personas. La izquierda coopta movimientos. Y eso les hace presumir representar al pueblo, a la gente. Lo mismo se hace en todos los países. Pero eso no es gobernabilidad, es despotismo.
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