De acuerdo a la historiografía de Mario Góngora, la nación no existiría sin el Estado que la ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX. Mario Góngora emite esta tesis bajo el contexto de su reflexión en la década desde 1970 y 1980, la que calificó como la más crítica y grave de la historia de Chile en ese momento.
La insurrección del 18 de octubre trajo consigo dos nociones fundamentales. Una de ellas es la consigna de guerra social y la otra es el cuestionamiento a la nación. Más allá del proceso de destrucción de la propiedad pública y privada y el copamiento territorial urbano, la acción militar, política y comunicacional se dirige específicamente contra el cuerpo de Carabineros de Chile.
La plataforma insurreccional tiene claro que el vulnerar o debilitar a Carabineros lleva al deterioro del orden público y con ello de las condiciones de seguridad, lo que significaría la erosión del Estado chileno y, en consecuencia, la disolución de la nación chilena. Este último punto es crucial para la lógica insurreccional por cuanto permite utilizar ideológicamente el supuesto conflicto mapuche y la ayuda humanitaria para los inmigrantes irregulares por encima de las normas legales. En otras palabras, la creación de un falso conflicto étnico en La Araucanía y la lucha por los derechos de los inmigrantes permite debilitar el fundamento del Estado-Nación chileno, su unidad diversa a partir de una historia cultural común.
La ideología de la insurrección es hacer posible la lucha de clases a través de la producción del odio, trasladándola a la lucha étnica, contra la vida religiosa, de género, entre otras, cuestionando las bases de la democracia representativa mediante la desestabilización política y la ruptura de la vida cotidiana. Es por ello que la propaganda de hacer aparecer el mal como bien y al bien como mal por parte de las redes comunicacionales insurreccionales y colaboracionistas es clave en su estrategia. En este sentido, funcionarios de Carabineros de Chile, que, cumpliendo su deber con el orden público, son juzgados como los malos, mientras que al victimario se le convierte en víctima.
Finalmente, la nación chilena es la que está en juego en la lucha contra la insurrección, porque se trata de defender al Estado de Chile de un ataque planificado, que si bien ya no tiene la fuerza inicial no descansará hasta que sea derrotado por los patriotas.
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