Hay que ir a votar por un nuevo Chile

El próximo fin de semana Chile renueva la vía electoral como medio de resolución de los gobiernos municipales, también inicia la experiencia de designación democrática de gobernadores en las regiones, así como, se eligen los y las concurrentes a la Convención Constitucional que redactará la nueva Carta Fundamental, nacida en democracia.

En su conjunto, estos comicios significan una reafirmación de la voluntad popular como eje de las definiciones político-institucionales luego del plebiscito de octubre pasado, pero a diferencia de tal evento democrático, ahora se trata del apoyo a las candidaturas de las diversas formaciones políticas luego de 3 y 1/2 años que no hay un hecho semejante, como fueron las elecciones parlamentarias de noviembre de 2017, efectuadas a la par de la presidencial de entonces.

De modo que se pone a prueba la fuerza y representatividad de las vertientes políticas del país, su capacidad de organización y su inserción a lo largo y ancho del territorio nacional, como ello coincide con la agudización de la crisis nacional que se inició con el estallido social de octubre-noviembre de 2019, estos comicios tendrán una trascendencia decisiva en la formación del escenario político-institucional que se configure como salida a tan singular y crucial momento histórico de la nación chilena.

En esta brega, en lo fundamental, se cruzan e interactúan luchando por la hegemonía, un bloque de fuerzas que estando en el poder desea mantener el status quo, aún cuando en su seno hay quienes aceptan cambios inevitables que no alteren la esencia del sistema económico-social y el modelo de dominación en que este se expresa, así como, hay otro conjunto de fuerzas de izquierda y centroizquierda que aspiran a sustituir ese modelo de concentración de la riqueza y aguda desigualdad, aunque en su seno existen miradas muy diversas respecto del "cómo" y con que reemplazar ese ya viejo y agotado estado de cosas.

Esa variedad de opciones da fuerza por su amplitud al conglomerado que se opone al sector ultraconservador que controla el Gobierno, pero también su heterogeneidad complica esa oposición, por una parte, abarca vastos sectores sociales y de opinión consiguiendo alcanzar una clara mayoría, como sucedió en el plebiscito en que el Apruebo para terminar la Constitución del 80 fue incontrarrestable, y por otra, conlleva tensiones que al no ser resueltas se transforman en focos de dispersión que evolucionan hacia una infecunda desunión.

La inmensidad de la crisis produce la imagen que la autoridad se puede desplomar en cualquier momento lo que induce en ciertos casos al error de creerse responsables de la suerte de un gobierno que les es ajeno, o en otros casos estimula una reafirmación de su propio protagonismo pensando que así obtendrán un mayor peso en la futura correlación de fuerzas, pero el Estado resiste y el Gobierno no cae a pesar de su aislamiento y garrafales errores.

En consecuencia, mirando las luchas que ya golpean la puerta, la vía electoral pasa a ser primordial, ahí está la vía democrática de la izquierda chilena, lo debemos repetir una y mil veces como decía el Presidente Allende, eso significa bregar por bloques de fuerza amplios y diversos, es decir, aquellos agrupamientos sociales y políticos que, efectivamente, representan a sus partidos y sectores interesados en una salida de cambio que unidos pueden ser mayoritarios. De lo que se trata es de realizar una acción política a escala nacional con un proyecto de reforma institucional y de transformación económica y social para enfrentar y salir de la crisis. Así, el escenario que surja de estas elecciones será decisivo. Por eso, hay que ir a votar.

Los partidos también han resistido, aunque están desgastados y sus adherentes han mermado, pero son los instrumentos que por tradición y organización pueden contribuir eficazmente al fortalecimiento de la vía electoral e institucional como recurso fundamental del pueblo chileno para dar una salida al dilema del país.

Por eso, resulta lamentable que de la élite superestructural que se mueve por cuotas de poder, surja la intriga que es claramente promovida por la derecha de "bajar" las candidaturas institucionales de los partidos del bloque "unidad constituyente" en busca de una figura que se pueda presentar como "salvador providencial".

Son personeros que se sienten por encima los partidos pero, paradojalmente, pretenden mangonear sus decisiones, hablan en contra del populismo, pero lo estimulan de la peor forma intentando "cocinar" su propio menú, desbaratando las estructuras partidarias. Sin embargo, son actores a quienes no se conoce que hayan logrado levantar una opción constructiva y duradera.

Asimismo, decir que no se quiere ningún punto de contacto con el sistema político y optar por la abstención no hará más que acrecentar el poder político de la derecha, ello sucede porque su apoyo social y económico radicado en los dueños del capital y la fortuna se disciplina y va a votar. De hecho sus contradicciones y disputas son abiertas y sus conflictos les enfrentan ásperamente pero van a votar. Se saben minoría y mueven cuanto esta a su alcance para optimizar su participación.

La irreparable ineptitud e impopularidad de Piñera hace crecer la responsabilidad política de la oposición para configurar una mayoría nacional por el cambio que sea capaz de vencer a la derecha y avanzar hacia un Estado social de derechos. El sectarismo y el perfilamiento individual deben ceder al bloque más amplio que Chile necesita. La unidad en la diversidad para un nuevo Chile.

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