Este 1 de junio, el Presidente Gabriel Boric entregará su cuarta Cuenta Pública. Más que un balance, será la confirmación de que el país que recibimos en 2022 es distinto al que estamos construyendo. Un Chile más cohesionado, más seguro y con mayor justicia social. Gobernar no es sólo administrar lo existente, es atreverse a transformar y lograr lo que parecía imposible.
En estos años nos hemos hecho cargo de los grandes desafíos del país: crecimiento económico, seguridad ciudadana y gobernabilidad democrática. No con promesas, sino con hechos. En 2022, recibimos una economía golpeada por la pandemia, con la inflación en dos dígitos y un clima de pesimismo e incertidumbre que hacía temer la fuga de inversiones.
Hemos actuado con decisión, responsabilidad y vocación de acuerdos. Hoy, la inflación está contenida, el crecimiento ha superado las proyecciones y la inversión extranjera ha alcanzado niveles récord. Recuperamos el nivel de gasto público previo a la pandemia, sin comprometer la estabilidad. Impulsamos el desarrollo con más inversión y empujamos una economía que crece con sostenibilidad, posicionando al litio y al hidrógeno verde como motores de la transición energética. Y avanzamos en tecnologías, como la inteligencia artificial, para modernizar el Estado, aumentar la competitividad y abrir nuevas oportunidades.
En un escenario internacional desafiante, el Presidente Boric ha liderado una política exterior activa, que ha permitido nuevos acuerdos comerciales, alianzas clave e iniciativas de integración regional como el Corredor Bioceánico. Esto, junto a una defensa firme de la democracia, los derechos humanos y el multilateralismo.
Estos esfuerzos han tenido siempre un objetivo claro, que es llevar más bienestar y justicia a los hogares de Chile. Durante nuestra administración, se han creado más de 560 mil empleos formales, y la informalidad laboral está en su nivel más bajo desde que hay registro. Hoy, miles de familias trabajadoras ven su esfuerzo mejor retribuido, gracias al alza del salario mínimo a 510 mil pesos, la reducción de la jornada laboral a 40 horas y la reforma previsional que avanza en su implementación. También respondimos a una deuda histórica con miles de madres y sus hijos e hijas, con la ley de pago efectivo de pensiones de alimentos, que ha ordenado un pago equivalente a 52 teletones.
Los frutos del crecimiento también han llegado a las comunidades. Con el Royalty Minero estamos distribuyendo de mejor forma la riqueza, donde sólo este año se han entregado más de $440 millones a más de 300 municipios. Esto es equidad territorial, con más calles iluminadas, cámaras de seguridad y plazas públicas. Porque para este Gobierno, el crecimiento no es un fin en sí mismo, es una herramienta para el bienestar y el progreso.
En seguridad, el panorama inicial era alarmante, con vehículos policiales inutilizables, homicidios en aumento y barrios marcados por la impunidad. Por eso actuamos con decisión. Hoy, el Estado ha recuperado presencia y capacidad. Fortalecimos a las policías con más recursos y mejores condiciones. La tasa de homicidios ha bajado por segundo año consecutivo y los Equipos de Crimen Organizado y Homicidios (ECOH) han tenido resultados claros: más formalizaciones y menos impunidad.
Sabemos que la seguridad es y seguirá siendo una prioridad para la ciudadanía. Por eso, ya hemos aprobado más de 65 leyes -más que cualquier otro gobierno-, creamos el Ministerio de Seguridad Pública y reformamos la Ley Antiterrorista que hoy permite al Estado actuar con eficacia frente a quienes buscan sembrar el terror. Esta acción, junto a una estrategia integral en la macrozona sur, logró disminuir los hechos violentos en 70% respecto a 2021. Aún quedan muchos desafíos, pero vamos por el camino correcto.
Nada de esto ha sido fácil. Hemos gobernado sin mayoría parlamentaria, en un clima de polarización y con desafíos globales inéditos a cuestas. Aun así, impulsamos nuestra agenda en medio de elecciones sucesivas, y lo hicimos con diálogo y acuerdos transversales.
Chile puede compatibilizar transformaciones con estabilidad, y estos tres años son prueba de ello. Frente a las caricaturas, respondimos con resultados; frente a los diagnósticos, con política pública. Esta Cuenta Pública no solo rinde cuentas: reafirma una forma de gobernar que combina convicción, porfía y responsabilidad. La misma que mantendremos hasta el último día, no con promesas, con hechos.
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