La pandemia, además de problemas, nos está dejando enseñanzas. Una de ellas, es que la necesidad de una conexión estable y de alta velocidad a Internet, dejó de ser un lujo para transformarse en un servicio vital para las familias, tal como por años lo han sido el agua potable o la electricidad.
El Corona Virus - con la letalidad que le conocemos - estará presente por mucho más tiempo que el que quisiéramos, lo que acentuará fenómenos como el tele trabajo o las clases a distancia.
Y si queremos productividad. Y si queremos aprendizajes efectivos. Y si queremos un Estado digital, a un clic de distancia de los 18 millones de chilenos, como país tenemos que tomar medidas y establecer prioridades.
Apenas el Gobierno anunció el 5G, hice sentir mi malestar. No porque esté en contra de esta tecnología, que por cierto tendrá enormes impactos, sobre todo en el mundo de la empresa y los que lo puedan pagar, sino que por el hecho que su implementación no responde a las necesidades del momento.
Hoy necesitamos un Chile conectado, pero de verdad conectado. Más de la mitad de los chilenos no cuenta con una conexión estable y de velocidad media, pero el Gobierno piensa en el 5G. Claramente, su preocupación por las normas de competencia y no las de cobertura, van a acrecentar la brecha digital.
Por eso sostengo que el 5G hoy no es prioridad, como sí lo es un Plan Nacional de Conectividad Digital, que garantice que en cada hogar del país haya una conexión estable y de alta velocidad a Internet.
Y una vez que lo hagamos, podemos pensar con propiedad en el 5G. No hacerlo, significa perpetuar y acentuar la brecha digital, hacer comunes imágenes de estudiantes de mi región, la región del Maule, subiendo a los techos de sus casas para tener “señal” o caminando kilómetros hasta la punta de un cerro para poder tener una conexión estable. No es justo.
No es justo que la licitación que prepara el Gobierno, priorice lugares ya iluminados, pero nada diga, por ejemplo, de Nirivilo, histórico pueblo ubicado en el secano de San Javier, donde llevamos por años peleando por conectividad. Peor aún, en la práctica regala un bien nacional uso público, sin que este regalo tenga contraprestación alguna.
Por eso valoro que uno de los actores del mundo de las telecomunicaciones recoja el guante y reconozca que no sólo es factible (y en el mediano plazo) un Plan Nacional de Conectividad Digital, sino que es necesario para el desarrollo inmediato del país.
Valoro que un actor relevante le ponga números a este plan y reconozca que no es un esfuerzo que pueda hacer solo una empresa, ni siquiera todas las que trabajan en telecomunicaciones. Aquí, claramente, hay una meta país que debe abordarse con una alianza público privada.
El Estado debe subsidiar total o parcialmente la conexión de al menos el 40 por ciento más pobre del país y propiciar cambios legislativos que permitan un esfuerzo de la industria, más que de una empresa en particular, porque acá no hay tiempo que desperdiciar.
Si no queremos perder competitividad país es urgente cerrar la brecha digital y el enorme desafío que implica entregar Internet estable y de alta velocidad a todos los chilenos, obliga a constituir una mesa público-privada ya, ahora, para determinar aspectos tales como inversiones, subsidios, tecnologías y marco legal que haga realidad este anhelo.
Es posible, no está hecho, pero si como país queremos, podemos. Vamos por ese Plan Nacional de Conectividad Digital.
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